Crónica

Vodafone Paredes de Coura 2025

Jueves

14/08/2025



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La calurosa tarde del viernes dio inicio con la potente irrupción de unos enchufadísimos Linda Martini sobre el escenario principal bajo un sol abrasador que parecía desafiar la resistencia de cualquiera, y sin embargo la banda, posiblemente una de las que más veces ha pasado por el festival a lo largo de su historia, se presentó por primera vez a una hora temprana, dejando patente su tenacidad y capacidad para exprimir al máximo todos los matices de su rock visceral sin importar las circunstancias; desde los primeros compases se lanzaron a explorar esa oscuridad casi inherente que recorre su música, especialmente a través de composiciones como ‘E não sobrou ninguém’, demostrando un dominio absoluto de las sonoridades graves y de las guitarras afiladas, con un sonido tan contundente que parecía hacer retumbar cada fibra del público, y recuperando también piezas de su repertorio más antiguo como ‘Putos bons’, pero recontextualizándolas dentro de esta nueva etapa en la que han abrazado de nuevo un post rock más destacado y expansivo, lo que dejó claro que Linda Miranda es una de esas bandas que, con oficio y energía desbordante, consigue cumplir con creces y dejar huella en cualquier situación que se les presente, consolidando su posición como referentes del rock más crudo y emocionante del festival.

Con una expectación que se palpaba en el aire y que parecía multiplicarse con cada minuto que precedía su aparición, Glockenwise regresaban al festival tras varios años de ausencia, presentándose como una de las formaciones más reconocibles y con personalidad del país vecino, un hecho que se hacía evidente desde la primera mirada del público, entre el que no faltaban algunas banderas de Barcelos, localidad natal de la banda. La actuación sirvió para presentar con intensidad su más reciente LP ‘Gótico Português’, un trabajo que ha marcado un antes y un después en su trayectoria, reflejando a la perfección la identidad sonora que les ha consolidado y que se plasmó tanto en la ejecución precisa de sus canciones como en las proyecciones visuales que evocaban el museo de Santa María de Lamas, de donde proviene la emblemática portada del disco. Nuno Rodrigues, enfundado en una camiseta de la selección de Palestina, transmitió con cada gesto y frase la profundidad de su compromiso con los ideales que recorren sus letras, un vínculo con los márgenes de lo popular que trasciende la música para convertirse en una declaración de principios. La banda arrancó con la hipnótica ‘Vida vã’, estableciendo de inmediato una atmósfera de tensión contenida que acompañaría gran parte de la velada, para luego dar paso a momentos de mayor intensidad como los de ‘Natureza’, donde la energía se disparaba entre los asistentes que celebraban cada acorde. Hubo también espacio para recuperar temas de etapas anteriores como ‘Moderno’ y ‘Corpo’, integrándolos con naturalidad en un setlist que mostraba cómo incluso sus instantes más pop encuentran cabida dentro de su narrativa musical, dejando claro que la banda sigue explorando todas las facetas de su sonido sin perder coherencia ni fuerza. Sin querer dar indicios de que la velada llegaba a su conclusión, Glockenwise cerraron con la poderosa invitación a liberarse de restricciones de ‘Besta’ y la arrebatadora ‘Calor’, momento en el que Nuno se lanzó al público y fue sostenido entre las manos de los asistentes, ofreciendo una estampa que resumía a la perfección la conexión única entre banda y público.

Viajando desde São Paulo y con la energía contenida de quienes saben que su música conecta más allá de fronteras, Terno Rei se erigieron como la elección perfecta para acompañar las horas cálidas de la tarde, desplegando un rock sin artificios, directo y capaz de capturar esos destellos efímeros de felicidad que la vida ofrece, al mismo tiempo que no eludían la sombra sutil que se percibe en sus composiciones, una oscuridad que dota de profundidad a su discurso musical. Con su recién publicado disco ‘Nenhuma Estrela’ como bandera, la banda presentó un repertorio en el que la versatilidad se convirtió en protagonista, demostrando que su nueva propuesta sonora se orienta hacia territorios más ligeros, donde las guitarras se muestran contenidas y la melodía se inclina hacia la ligereza y la introspección sin perder el pulso emocional que caracteriza a su trabajo. La interpretación de ‘Casa vazia’ ejemplificó este equilibrio, transportando al público a un espacio de reflexión que, aunque teñido de melancolía, se suavizaba con una dulzura delicada y reconfortante, mientras los miembros del grupo se intercambiaban las voces con naturalidad y dejaban a la vista la emoción contenida de quienes saben que cada gesto importa. La conexión con Lisboa se hizo evidente no solo por el entusiasmo de los asistentes, sino también por la doble cita que les esperaba al día siguiente, un reflejo de lo apreciados que son en estas tierras y de la importancia de que un festival como este continúe apostando por talentos brasileños, cuya presencia de otro modo resultaría complicada de disfrutar en directo en Europa, consolidando así la idea de que la música trasciende límites geográficos y emocionales con una sinceridad innegable.

En coordenadas musicales completamente distintas y con la expectación que genera un regreso largamente esperado, Perfume Genius subió al escenario principal del festival, dejando atrás aquella actuación en el escenario secundario de años anteriores que parecía no hacer justicia a la magnitud de su propuesta artística. Desde el primer instante, Mike desplegó un espectáculo performático impresionante, donde sus posturas casi imposibles sobre una silla y los contoneos medidos que seguían con precisión los ritmos de temas como la inicial ‘In a Row’ demostraron que asistir a uno de sus conciertos es siempre una experiencia transformadora, capaz de remodelar la percepción de lo que la música puede transmitir en directo. La primera parte del set estuvo centrada en los cortes de su más reciente disco, interpretando con intensidad y pasión desbordante ‘It's a Mirror’ y ‘No Front Teeth’, para enlazar sin esfuerzo con el dramatismo contenido y al mismo tiempo arrebatador de ‘Jason’, haciendo que la luz tenue de la tarde se mezclase con la iluminación azulada del escenario y convirtiendo cada gesto, cada mirada y cada acorde en un instante mágico y casi hipnótico. La experiencia se elevó a un nivel superior gracias a la capacidad del músico para trascender la literalidad de sus canciones y transformar la interpretación en un acto compartido con el público, donde la emoción se percibe en cada respiración colectiva y donde el arte deja de ser solo personal para convertirse en un vínculo tangible entre escenario y espectadores.

Situándonos de nuevo en el escenario principal, la velada alcanzaba uno de sus momentos más esperados con la presencia de Lola Young, convertida en una cabeza de cartel meteórica gracias al fulgurante ascenso que ha experimentado en el último año, y que supo demostrar con creces que su posición no obedece únicamente a la moda pasajera, sino a un talento real y en plena consolidación. A diferencia de la fría y algo repetitiva propuesta de Zaho de Sagazan en la jornada anterior, la británica se mostró como una artista con mucho que aportar, rebosante de energía y naturalidad, dejando claro que su carisma no depende de artificios sino de la honestidad con la que habita cada canción. Icónica fue la confesión de que quería comprarse una casa en Portugal, subrayando que aquel concierto la había sanado de los males con los que había llegado, una muestra más de la conexión tan franca que estableció con el público. Su voz, poderosa y cálida a partes iguales, se fundió con el buen hacer de una banda que acompañó con precisión y organicidad, generando un todo compacto que por momentos parecía el punto de encuentro entre la intensidad de Amy Winehouse y la frescura de Lily Allen, un cruce que inevitablemente hace pensar que lo suyo no quedará reducido al simple hype de la generación Z. Canciones como ‘Walk On By’ brillaron con esa cualidad pegajosa que logra atrapar sin necesidad de recurrir al artificio, desplegando una sobriedad capaz de convencer en su esencia más pura. Con un repertorio sólido, una interpretación magnética y un contacto directo con los asistentes, Lola Young rubricó una actuación que confirma la importancia de seguir apostando por jóvenes talentos como cabezas de cartel, artistas que triunfan a nivel mediático pero que además sostienen esa proyección con directos arrolladores que marcan un antes y un después.

Como segundos cabezas de cartel de la noche aparecieron Portugal. The Man, quienes regresaban por tercera vez al festival y lo hacían esta vez con la vitola de grupo plenamente consolidado, gozando de un estatus incuestionable que se han ganado tras años de constancia y reinvención. Llegados en un momento de aparente transición, con nueva música presumiblemente a la vuelta de la esquina, la banda planteó un directo que quiso reconectar con sus raíces más profundas, recordándonos quiénes eran mucho antes de la viralización planetaria de ‘Feel It Still’. Desde el arranque dejaron claro que su intención era abarcar el mayor número de composiciones posible, con John Baldwin Gourley al frente, ataviado con una camiseta vintage del Oporto que parecía reforzar ese vínculo simbólico con el país que tantas veces los ha acogido. La formación, renovada y con la presencia de tres mujeres en escena, aportó un aire fresco y una energía renovada a un repertorio que en su primera media hora deslumbró gracias a piezas con aroma de clásico indiscutible como ‘Evil Friends’ o ‘Got It All (This Can't Be Living Now)’, canciones que confirmaron su condición de inmortales pese a haber recibido quizá un reconocimiento más tardío de lo que merecían. El grupo se mostró en plena forma, con un sonido más robusto y contundente que en anteriores visitas al festival, algo que sorprendió para bien a quienes los habían visto en ediciones previas. Momentos de especial emoción llegaron con ‘So American’, cuando las bombillas repartidas por todo el recinto se iluminaron creando un cielo courense teñido de destellos, un marco perfecto para subrayar la conexión entre la banda y su público. Con unas palabras llenas de agradecimiento hacia Portugal, país que les da nombre y en el que jamás habrían imaginado tocar tantas veces, transmitieron una emoción sincera que terminó de coronar un concierto vibrante y cargado de simbolismo, capaz de reconciliar lo que fueron con lo que siguen siendo en el presente.

La noche se despidió con la aparición de Travo, la nueva sensación del heavy rock con tintes psicodélicos que, desde Braga, ha comenzado a abrirse paso con firmeza. Apenas unos días antes habían ofrecido un concierto en la villa y ahora regresaban al escenario principal tras la cancelación de última hora de los británicos Maruja, una circunstancia que terminó por convertirse en una oportunidad más que afortunada para que su propuesta brillase ante un público mucho mayor. Lo cierto es que pocas veces se puede decir que el reemplazo supere las expectativas, pero encontrarse con una banda como Travo en pleno estado de gracia, con el recuerdo aún reciente de su actuación en KEXP, fue un regalo inesperado. Su directo resultó arrollador, de esos que transmiten la urgencia y la visceralidad propias de los grupos que acaban de iniciar una trayectoria y sienten la necesidad de dejar huella desde el primer minuto, como si cada riff fuese el más poderoso que jamás hubieran compuesto. Con una contundencia demoledora y un sonido de una claridad sorprendente, en el que cada uno de los cuatro instrumentos se distinguía con precisión sin perder la cohesión de conjunto, lograron ese efecto de trance hipnótico que roza lo psicodélico y que hace que el espectador se sumerja en un estado casi físico de comunión con la música. Fueron, sin lugar a dudas, el cierre perfecto para la segunda jornada del festival, abrasivos en la forma de desplegar su propuesta y lo suficientemente intensos como para dejarnos extenuados, al punto de que cualquier ruido en el camping posterior se convirtió en un rumor imperceptible, arrullado por la inercia de la descarga que acababan de regalarnos.

Crónica a cargo de Jorge Rodríguez Pascual y Noé R. Rivas

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.