Después del más que perfecto calentamiento que supuso una jornada inaugural maratoniana dedicada a la música portuguesa, llegaba el momento de recibir a las primeras bandas internacionales en una de las jornadas de miércoles más intensas que se recuerdan en la localidad del Alto Miño. Sin embargo, como viene siendo habitual en estos últimos años, las Vodafone Music Sessions arrancaban ofreciéndonos algún que otro directo en localizaciones de lo más peculiares. Así es como nos trasladamos a la sede de la Asociación Cultural Recreativa y Deportiva de Padornelo para vivir a un palmo de nosotros el set de MEMA., artista que haría doblete en el festival. Con un juego de luces que contrastaba entre las tonalidades frías y cálidas, Sofia Marques hizo gala de su ensoñadora forma de entrelazar un folklore de lo más vivaz junto con bases pregrabadas y la crudeza de una guitarra que apuntalaba todos aquellos espacios sonoros que precisaban de una mayor tempestad. Animando al público que se situaba tanto a sus espaldas como en frente de ella, la de Aveiro nos demostró como sus canciones tienen grandes hechuras.

Ya de vuelta en el recinto, la tarde fue inaugurada por unos Gator, The Alligator que derrocharon energía gracias a unas canciones de raíz garagera que garantizaban el despertar eufórico de los primeros compases de la jornada. Transitando con una gran elegancia por momentos a través de un glam rock de riffs bien definidos, lograron que a lo largo de poco más de media hora que duró su directo pudiesen lanzarse de lleno a por la aceleración inmediata y esa euforia que solo son capaces de causar las bandas que hacen un uso preciso de su pedalera. Por lo tanto, la combinación más que acertada de un vendaval completamente fuzz y todos aquellos momentos donde echaban mano de punteos bien definidos propiciaron que más de un curioso que pasaba por allí no se perdiese su concierto de principio a fin.

Tampoco defraudó en absoluto MEMA. en el escenario principal del festival, logrando que con tan solo su presencia pudiese llenar cada rincón. Rodeada por unas luces led que aportaban una mayor sensación de profundidad al directo, nos presentó las canciones de su EP debut Cidade de Sal, al mismo tiempo que dejó caer alguna nueva composición de un futuro LP que deberíamos tener entre nuestras manos dentro de no mucho tiempo. Tirando de sonidos ambientales crispados y loops que iban y venían para aportar mayores aires místicos a sus canciones, pudimos sentir de lleno lo meticuloso de un proceso compositivo que se aleja de lo convencional, apelando en todo momento a samples de instrumentos tradicionales. Al mismo tiempo nos dejó más que pensativos con un contenido lírico que mira hacia el fondo de todas las situaciones que nos conducen hacia lo solitario, encontrando bajo la soleada tarde del jueves el contrapunto perfecto para romper todos esos constructos mentales que aparecen en sus canciones.

Regresando al escenario Vodafone FM, teníamos a la última sensación que nos ha dejado el rock británico más marcado por las guitarras poco tratadas y la entrega desmesurada a la intensidad emocional. Estamos hablando de unas Porridge Radio que buscaban defender su reciente Waterslide, Diving Board, Ladder To The Sky de la misma forma que fue grabado, es decir, sin muchos artificios y confiando en la voz descarnada de Dana Margolin. Si bien es cierto que en un primer momento todos estos ingredientes apuntaban hacia momentos esplendorosos como los de ‘Trying’, poco a poco nos encontramos ante una desmesura interpretativa que hacía que momentos como los de ‘Birthday Party’ acabasen por resultar monótonos debido a esa pasada de frenos que realmente se veía venir. Con un sonido que tampoco acompañó mucho y el hecho de sacrificar todo tipo de matices en favor de la entrega de la rudeza del sonido, acabamos por llevarnos una pequeña desilusión ante uno de los conciertos que prometían ser una de las revelaciones del festival.

El que sí que cumplió con creces ofreciendo uno de los directos más emocionantes, de interpretación directa y con el factor sorpresa de su lado fue Alex G. Con un próximo disco que llegará en septiembre, el músico de Philadelphia nos ofreció sus múltiples caras posibles en un horario que resultaba ideal para disfrutar de su música. Arrancando con ‘Southern Sky’, rápidamente nos sumergió en ese mundo constante de ilusiones y desilusiones que apela con sus composiciones, procurando en todo momento que el viaje realizado contenga las suficientes dosis de estampas memorables con las que recordar todo lo que nos une a nuestra gente cercana.

También resultó más que interesante observar esa conversión hacia la canción americana más delicada que ha ido sufriendo a lo largo de estos años en trabajos como su reciente House of Sugar, no sacrificando tampoco para nada parte de su espíritu más despreocupado y brillante con temas como ‘Proud’. Adentrándonos en el apartado de abundantes sorpresas, no pudo faltar el momento más caóticamente disfrutable del directo gracias a la concatenación de ‘Brick’ y ‘Blessing’, tirando de este modo de sonidos atonales en un pactado descenso a los infiernos donde demostró como puede deconstruir sus canciones al teclado. Junto a ello, también dejó caer un par de temas inéditos orientados hacia su cara de rock adormecido más clásica que intuimos en el tracklist de su inminente God Save the Animals.

Sin tiempo para el respiro, Indigo De Souza se presentaba en uno de sus primeros conciertos en Europa de una forma esplendorosa, basada en una gran derroche de carisma y su capacidad de potenciar las diferencias influencias que conviven en su música. De ahí que levantase al público en aquellos momentos que precisaban de una coraza de rock ruidoso como ‘Bad Dream’, pero también cuando había que apostar por un protagonismo vocal dirigido hacia la desesperación que causan ciertas estampas vitales, algo que logró a las mil maravillas en ‘The Sun Is Bad’. Impresionando a todos los asistentes con su control de los medios tiempos y la energía volcada en todo lo que implica presentar narrativas oscuras desde una perspectiva de fortaleza y confianza en sí misma, canciones como ‘Kill Me’ destacaron sobremanera gracias a la interpretación tan descarada y aguerrida de su estribillo. Así es como se sacó de la manga uno de los grandes conciertos tapados del festival, deseando que vuelva a cruzar el charco cuanto antes.

Caldeando también a las masas, pero de una forma bien diferente, BadBadNotGood regresaban al festival para ofrecernos una nueva gran fiesta de jazz y virtuosismo. A bien seguro que en pocos lugares como en Paredes pueden tener un recibimiento tan caluroso y un público capaz de corear cada una de sus melodías como si se tratase de un concierto de rock de estadio. El factor diferencial que siempre marca el público del festival en este caso se vio acrecentado desde el primer momento, no tardando en llegar unos crowd surfings que eran ejecutados según el compás preciso y acelerado que nos ofrecían los estadounidenses. Haciendo gala de todo lo camaleónicas que pueden resultar sus composiciones, lograron enfocar el directo de menos a más, propiciando que una vez atravesado el ecuador del concierto llegase el turno de ritmos más desinhibidos y ese enfoque más relacionado con la música dance en el que últimamente se encuentra su carrera.

Apostando por algo muy diferente, The Murder Capital llegaban al festival convertidos en la nueva realidad del post punk irlandés. Desde los momentos iniciales quedó bastante claro como tienen la personalidad suficiente para desligarse de otros ilustres del género de su ciudad natal, ofreciéndonos un espectáculo dinámico y con la vista puesta a no perder de principio a fin una visceralidad que supone el verdadero motor de sus temas. A través de pedaleras que emulan el sonido dron, buenas dosis de un shoegaze tan ambiental como abrasivo y un bajo que realmente sonaba como el rugir de un coche, el toque apocalíptico que por momentos sugieren sus composiciones se tornó de lo más real. A todo esto tenemos que unirle el canto afligido y solitario de un James McGovern que se movía por el escenario de una acertada forma errática. Solo así es posible impactar en terrenos musicales donde parece que todo está ya inventado.

Después de reponer fuerzas tras una de las jornadas musicales más completas que hemos observado recientemente en los alrededores de la Playa do Taboão, llegaba el turno de los auténticos cabezas de cartel. Beach House regresaban a un festival donde se sienten como peces en el agua tocando en la oscuridad y reivindicando una carrera donde sin lugar a dudas todo son luces. Con su sobresaliente doble LP Once Twice Melody publicada hace unos meses, el trío ofreció uno de esos directos imborrables que justifica como no todo lo que nos encontramos encima de las tablas del festival tiene por qué ser rock. Cuidando al máximo el juego de luces, para destacar de este modo la importancia de las sombras en un directo totalmente inmersivo, el viaje ofrecido durante prácticamente hora y media resultó una perfecta amalgama de clásicos instantáneos y composiciones que han llegado con fuerza para quedarse en la memoria colectiva de sus fans.

De una forma agradecida entre canción y canción, nos fueron presentando todos aquellos rincones de su música donde el dream pop se vuelve totalmente espacial y adquiere matices totalmente. Soltando en los compases iniciales temas como ‘Lazuli’ y ‘Dark Spring’, tan aferrados al efecto resurgente de las guitarras más etéreas, dejaron claro como son capaces de construir también sus canciones desde el apartado ambiental. De forma inmediata, también soltaron alguna de las perlas más celebradas de su trayectoria como una ‘Silver Soul’ que no pierde empuje con el paso de los años, procurando en todo momento que la escenografía plasmase muy bien todas aquellas estrellas que nos encontramos a lo largo del camino y que iluminan la noche más oscura. De ahí que mientras sonaban temas como ‘Take Care’ o ‘Drunk in LA’, las luces emergían como pequeños fuegos que dejaban volar nuestra imaginación alrededor de los rostros de Victoria y Alex que nunca pudimos observar. De esta forma nos volvieron a hacer sentir que en lo oculto muchas veces está la magia, suponiendo el mejor ejemplo posible ese final ‘Over and Over’ que se quedó retumbando en nuestras cabezas durante buena parte del festival.

Crónica a cargo de Noé Rodríguez y Garazi Espinosa
