El tercer día de festival volvía a dejarnos ante la auténtica esencial del estilo de programación que posee la organización, brindándonos a bandas que sin hacer mucho ruido son capaces de actuar como auténticas sorpresas del festival sin necesidad de aparecer su nombre en letras grandes en el cartel. Esta línea quedó bien marcada desde primera hora con el concierto de Surprise Chef, una formación de corte instrumental que se mueve a través de aquellos terrenos donde el R&B resulta de lo más ligero y se acomoda a través de arreglos de lo más ligeros a una sensación totalmente cinematográfica. Su paso por el festival será recordado como un concierto agradable donde la meticulosidad en la integración de los teclados un tanto jazzísticos y las percusiones propiamente heredadas de la bossa nova supuso un auténtico espectáculo. Logrando ir de menos a más, evidenciaron al igual que BadBadNotGood al día anterior, como la predilección por bandas capaces de sustituir el plano vocal por melodías instrumentales de lo más imaginativas tiene una gran acogida dentro del público courense.
Otros que también supieron como llamar la atención y presentar una más que buena entrada en el escenario principal fueron Yellow Days, una banda que canceló en la edición de 2019 y que se mantuvo en los sucesivos carteles del festival hasta que pudo volver a celebrarse. Con un sol de justicia pero con toda la tranquilidad que siempre aporta la pose afable de su líder y vocalista George Van Den Broek, nos brindaron un concierto donde no primó tanto la entrega pasional de sus primeras composiciones, sino más bien el dejarse llevar por el mood relajado que requería la ocasión. Sabiendo como potenciar al máximo el carácter atmosférico de los temas gracias a riffs bien ejecutados, el grupo fue transitando entre esa cara más clásica del soul que nos remite a días donde no importa como el tiempo se escurre entre nuestras manos. Solo así es posible transmitir sensaciones más positivas y aferrarse al máximo a una forma de vida que pide a gritos una deceleración de todas nuestras actividades.
El que sí que tuvo bastante claro que tenía que ir a por todas desde el primer momento fue Donny Bénet. El artista australiano acudió en formato trío, evidenciando como es un crooner tan desconcertante como enormemente entrañable. Haciendo gala del efecto vaporoso de su guitarra y una elegancia aterciopelada muy asociada al pop setentero, nos ofreció uno de los conciertos más entretenidos de la jornada, reivindicando entre otras cosas la importancia de la recena y como el físico de cada uno es relativo en eso del sex appeal que podamos tener sobre otra persona. Con estas pequeñas introducciones a sus temas logró meterse de lleno al público en el bolsillo, sumando al mismo tiempo como temas del estilo a ‘Working Out’, ‘Moving Up’ o ‘Konichiwa’ pueden tener un largo recorrido en aquello de provocar los bailes más espontáneos entre los asistentes. Por todas estas cosas, su inclusión en el cartel no pudo ser de lo más acertada, destacando de este modo una vez más el buen ojo que tienen los organizadores en esto de ofrecernos propuestas más exóticas y alejadas del circuito festivalero.
Otros que también se salieron de la norma y ofrecieron un concierto de lo más concurrido en el escenario Vodafone FM fueron Molchat Doma. Los bielorrusos son una de esas bandas que acumulan miles de seguidores allá por donde pisan sin necesidad de establecer un idioma común con el que poder cantar sus temas. Lo suyo está muy relacionado con todo lo sugestivo que son capaces de transmitir encima del escenario, enfatizando al máximo todos los elementos de un post punk sintetizado que a la postre acabó resultando una gran fiesta. El hecho de haberse abierto en su más reciente LP Monument a sonidos más relacionados con la electrónica Lo-Fi ha propiciado que estemos ante unas canciones más agitadas pero igualmente desasosegantes. Si a esto le unimos ese magnetismo que tiene Egor Shkutko para lanzar frases en tono lapidario y camuflarse a la perfección entre el juego de luces rojas que predominó durante toda la actuación, obtenemos un directo impactante donde el componente industrial hace el resto. Desde la forma de tratar el bajo como una perfecta taladradora que lleva la voz cantante, hasta esos momentos donde se entregan al kraut más primitivo, Molchat Doma lo hicieron todo bien y resultaron ser uno de esos conciertos que te dejan con un sabor de boca inmejorable.
Otros que no se quedaron tampoco atrás en lo relativo a ofrecer un espectáculo del que todo el mundo hablaba en los días posteriores fueron Parquet Courts. Si de entrada podemos comprender como es una de esas bandas que encaja a las mil maravillas con la sed de rock que tiene el festivalero courense medio, luego en la práctica entendimos rápidamente como siguen siendo los mejores en aquello de causar fuerte impacto dentro de los terrenos del garage que goza de mayor corazón y cabeza. Intercalando de forma astuta los temas de sus tres últimos LPs, supieron como domar las revoluciones del directo, evidenciando como aunque vayan sobrados de potencia en sus guitarras, no todo siempre va a ser causar el pogo desde los primeros instantes. Además, el hecho de contar con un reciente Sympathy for Life que se mueve en unos parámetros más de contención, hizo que descubriésemos lo bien que se las apañan para ofrecernos nuevos recursos tales loops rítmicos que enganchan o entregarse a alguna que otra modulación sintética con la que deconstruir sus melodías. Así es como nos hacen ver como son una banda en continua evolución.
Sumergiéndonos ya en la noche, L’Eclair ponían de nuevo ese toque propio de banda totalmente instrumental e inmersiva que tiene una gran capacidad para ofrecernos canciones totalmente alejadas de todo lo que habíamos escuchado durante estos días. Sin despeinarse en aquello de ofrecernos buenas dosis improvisativas alrededor de ritmos candentes, los suizos desplegaron todas sus armas relacionadas con crear un clímax reconfortante, muy relacionado con no cerrar nunca la puerta a esa necesidad de buscar una experiencia evasiva que pueda transportar al oyente a rincones mentales realmente insospechados. Jugando con un conjunto de sensaciones que iban desde el misterio propio del pop psicodélico sesentero, hasta alcanzar un cúmulo de influencias más relacionadas con el neo jazz, la numerosa formación era capaz de transformar el sonido de sus instrumentos a medida que se enrevesaban las canciones. Solo de esta forma es posible que nos parezca que aún eran más músicos encima del escenario de los que verdaderamente había, algo que ya es mucho decir.
Después de concedernos un pequeño respiro, no dudamos en acudir a nuestra cita con unos Turnstile que ejercían de cabeza de cartel de la noche. Haciéndonos ver como ante todo el cartel del Paredes siempre nos ofrece contrastes bien amortiguados, lo que nos encontramos en su actuación fue un espectáculo de alto voltaje dentro de todo lo que supone un post hardcore claramente edulcorado por un sentimiento melódico arrebatador. Si bien es cierto que en estos últimos años el grupo ha dejado de lado la mayor aspereza y contundencia de sus orígenes, en directo saben muy bien como evidenciar todas sus caras posibles, incluso cuando basan su concierto en su reciente Glow On y al mismo tiempo hacen resurgir todos esos ecos de guitarras poseídas. Con un público entregado desde el principio, se sacaron de la manga un concierto totalmente incendiario, donde las transiciones entre canciones fueron lo único que pudo suponer un pequeño respiro. Sonando seguramente más alto que ninguna otra de las bandas que pisaron y pisarían el escenario durante las otras jornadas, ejercieron a las mil maravillas la condición de banda capaz de romper la línea estilística del cartel.
Cambiando completamente de tercio, a continuación llegó una de las grandes sorpresas de la noche, ya que los franceses L’Impératrice se coronaron como una banda de altos vuelos cuando a priori en ninguna quiniela parecía que esto pudiese ser así. Quizás esta es la magia de un festival que no para de sorprendernos edición tras edición en lo referido a ejercer de trampolín a escenarios de mayores dimensiones. Lo que nos encontramos en su directo fue propio de un conjunto que cuida todo tipo de detalle para que sus canciones puedan exprimir al máximo todos los ganchos posibles. Sin descuidar tampoco todo lo que implica una escenografía donde destacaban unos corazones de plástico iluminados en el pecho de cada uno de los miembros del grupo, poco a poco desplegaron sus armas relacionadas con hacer gala de un pop glamuroso, pegajoso y cargado de estribillos totalmente tarareables. Ante este buen cúmulo de recursos totalmente efectistas, el público respondió de una forma calurosa, celebrando hasta al último de sus ritmos y dejándose llevar por esa extraña embriaguez que nos transmitieron gracias al componente más clásico de su propuesta.
Cerrando la noche no podíamos faltar a nuestra cita con Nu Genea, el dúo integrado por Massimo Di Lena y Lucio Aquilina que ahora se presenta en directo en formato de gran banda. Resultando una decisión más que acertada programarlos a aquellas horas de la noche, supieron como sacar el máximo partido a las ganas de diversión de los asistentes, logrando que durante más de una hora no perdiésemos el embelesamiento propio de un conjunto que lo mismo te ofrece una composición discotequera aferrada a un salón de baile ochentero, como se saca de la manga una pieza de contagioso funk. Con el claro protagonismo de Bar Mediterraneo, su más reciente LP publicado en este 2022, nos trasladaron hacia climas más cálidos y despreocupados, todo ello sin perder nunca de vista el descaro vocal y la necesidad de que los arreglos de los temas puedan transmitir incluso mucho más que la melodía principal. Una habilidad única que supieron potenciar a las mil maravillas para que esos pequeños leimotivs compositivos que pueblan sus canciones resonasen en nuestra cabeza al despertarnos al día siguiente.
Crónica a cargo de Noé Rodríguez y Garazi Espinosa
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