El Tomavistas regresaba al Parque Tierno Galván, su hábitat natural y el lugar del que nunca debió moverse, para demostrarnos de nuevo cómo es posible tener en Madrid un festival urbano y conservar su esencia con el paso de las ediciones. Sin necesidad de aspirar a aglutinar a grandes masas de gente, nos volvimos a encontrar con ese evento que siempre esperábamos con ansias con la llegada de la primavera, comprobando cómo todas las facilidades que recordábamos de otras ediciones seguían siendo las mismas. Un recinto totalmente transitable, escenarios que te permiten ver otro concierto justo después de terminar uno y la agradable sensación de pisar césped recién cortado. Por todos estos motivos, si lo que esperas es poder vivir de manera más cercana un festival, el Tomavistas ha vuelto a ser la opción más acertada de la capital. Junto a estas características, tenemos que tener en cuenta un cartel en el que este año ha habido una representación nacional más destacada que antes, pero siempre combinada para primar la calidad de las propuestas, junto con algunas perlas internacionales que siempre nos dejan con un muy buen sabor de boca.
Sin ir más lejos, al igual que en otras ediciones disfrutamos de bandas que no suelen venir por aquí, como fue el caso de The Beths o Altin Gün en otras ediciones, abrimos la tarde con una propuesta de esas que endulzan y al mismo tiempo enriquecen cualquier cartel desde las líneas en letras pequeñas. Estamos hablando de los holandeses Pip Blom, un grupo donde, a pesar de la juventud de sus miembros, se las arreglan de maravilla para sonar como clásicos del pop instantáneo. A esas horas de la tarde, bajo un calor que ya hemos normalizado en estas fechas, mostraron su desparpajo y capacidad para crear temas completamente coreables, donde las guitarras siempre tienen un punto de nerviosismo que las hace irresistibles. A través de composiciones como 'You Don't Want This' o 'Tiger', nos hicieron ver cómo su estilo siempre radica en buscar el camino más sencillo en el aspecto melódico, aquel que suele garantizar que un tema sea directo y certero. Para esto, lógicamente, también se necesita talento, algo que desde luego les sobra a los holandeses.
Pasando rápidamente al escenario principal, Triángulo de Amor Bizarro, unos asiduos auténticos del festival, ofrecían su primer concierto con su reciente nuevo LP, Sed, viendo la luz. Los gallegos siempre son sinónimo de conciertos equilibrados entre el vendaval de noise y todos aquellos momentos en los que es preciso permitir que nuestro corazón se ablande, entrando a raudales la vertiente pop tan acertada que siempre han tratado de potenciar. En esta ocasión, no iban a cambiar el guion, dejándonos con un sólido concierto con el que combinaban pasado y presente. De esta forma, el primer tramo del directo tuvo un protagonismo marcado de canciones nuevas como 'Él', 'La Espectadora' o la hermosa 'Estrella Solitaria', quizás la canción que mejor conjuga todo lo mostrado hasta la fecha con todo lo que el grupo nos muestra en su etapa más reciente. Con una Isa siempre espléndida, poco a poco nos adentraron en la vertiente más salvaje del directo, sin que faltaran 'Robo Tu Tiempo' o 'Ruptura'. Como era de esperar, nos encontramos con himnos inolvidables en su recta final, como 'Barca Quemada' o 'De la monarquía a la criptocracia', para comprobar cómo todo a nuestro alrededor se llenaba de caras felices.
Otros que siempre son infalibles son Mujeres. En el escenario número dos se encontraron como peces en el agua, siendo el grupo que fue capaz de desatar un pogo en su respectivo concierto. A estas alturas, los catalanes pueden tocar cualquier canción de su repertorio y causar el mayor de los revuelos posibles, incluso con temas tan nuevos como 'No Puedo Más', que también fue coreado por la mayoría de los presentes. En el camino, no faltaron las colaboraciones estelares de Ariadna de Los Punsetes y dos terceras partes de Cariño, dándole así espacio al EP Rock y Amistad que recoge perfectamente la esencia de todo lo que hacen. Sin dejar de lado alguna composición más perdida en el tiempo, al estilo de 'Salvaje' y 'Aquellos Ojos', encendieron la mecha final de su directo para brindarnos ese 'Romance Romántico' que ante todo resulta un perfecto bálsamo contra la soledad. Por supuesto, el cierre corrió a cargo de ese eterno hermanamiento con Kokoshca y su 'No Volveré', desatando la última oleada y provocando que muchos tuvieran que ir a hidratarse urgentemente.
La noche continuó con un enfoque internacional, llegando el turno de unos The Vaccines que defendieron como buenamente pudieron su legado. Si bien es cierto que la banda británica ha estado divagando en estos últimos tiempos con experimentos de synth pop un poco insulsos, que les han ido quitando el carácter díscolo que los diferenciaba dentro de la escena rock de su país, lograron reivindicar sus dos primeros excelentes trabajos y hacernos sentir que algún día la inspiración podría regresar. Ellos mismos eran perfectamente conscientes de esto, a juzgar por la importancia que tuvieron en el setlist los temas extraídos de estas referencias. Comprobamos cómo Justin Young ha ido adquiriendo nuevas habilidades como frontman animado. Cada vez deja más de lado su guitarra y se anima a invitar al público a bailar, mostrándose muy cómodo al escenificar el contenido de canciones como 'Post Break-Up Sex' o 'All My Friends Are Falling in Love'. Esto es algo que se agradece cuando llega una parte media bastante insulsa entre riffs que apuntan a conquistar a un público festivalero bastante diferente al del Tomavistas. Sin embargo, todo se puede enmendar, tal como nos demostraron con los finales de 'I Always Knew', 'If You Wanna' y 'Family Friend'.
Con muchos más atractivos se presentaba el concierto de La Femme, la formación francesa que a estas alturas se maneja a la perfección entre múltiples estilos y siempre suena de manera distinguida. Ofreciendo sin lugar a dudas el concierto más completo de toda la jornada del viernes, navegaron a lo largo de todas las etapas de su discografía para demostrarnos que tanto en su cara más seria y sobria como en aquella que busca más la desinhibición, son totalmente infalibles. Así fue como rápidamente atacaron la intrépida 'Packshot', dejando constancia de su capacidad para interpretar el electro pop ochentero con ciertos tintes tan misteriosos como cautivadores. Tampoco defraudaron cuando tuvieron que mostrar una mayor sensibilidad, gracias a 'Où va le monde', donde resulta complicado no emocionarse. Como si fueran un camaleón, cambiando poco a poco de tonalidades y registros, sin darnos cuenta el concierto se volvió festivo con canciones como 'Sacatela' o 'Cool Colorado', y todo esto derivó en su etapa más cercana a Psycho Tropical Berlin con 'Antitaxi' y 'Sur la planche 2013'. Para deleite del público, no se olvidaron de la delicada y altamente reveladora 'Le Jardin', ofreciéndonos un bis que no esperábamos.
Agotando las últimas energías reservadas para la segunda jornada del festival, La Casa Azul ofreció un espectáculo visual que incluso incluía una pequeña pirotecnia, reforzando la idea de que su música debe interpretarse ante todo como una celebración. Rápidamente nos deleitaron con algunos de sus mayores clásicos, como 'Chicle cosmos' o 'Los chicos hoy saltarán a la pista', y éramos conscientes de lo mucho que brilla la banda catalana en un festival, buscando maximizar la experiencia colectiva. A pesar de ello, tampoco escatimaron en composiciones donde se intuye la profundidad de su trasfondo, como 'El Momento' o 'El Final del Amor Eterno', presentadas con la voz de la experiencia que combina raciocinio y esperanza. Estos detalles humanizan aún más el concierto y hacen que Guille Milkyway dé vida a sus canciones con todo el esmero que merecen, siendo conscientes de que los mensajes importantes también pueden transmitirse en el contexto del máximo disfrute.
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