Hace unos meses, una amiga, con una seriedad innecesaria, me miró a los ojos y preguntó ¿Estarías dispuesta a lamer ese tronco de árbol, de la planta hasta las hojas ¿eh?, con tal de volver a un concierto como los de antes? Y yo, sin pensarlo una milésima de segundo, dije que SÍ. Así que hacer unas horitas -de más- de cola, con tal de que me pusieran un palo por la nariz, para volver a vivir un festival como los de antes, no me parece un precio desorbitado a pagar, comparado con lamer corteza de un platanero.
En medio del rebrote de casos covid que estamos viviendo en Cataluña, el pasado jueves 1 de julio llegaba el que ha sido el primer festival sin distancia social, y con test de antígenos, de esta comunidad: El Vida Festival. La emoción por volver a un festival, a un evento, una experiencia 100% de música en vivo, era algo que llevaba meses esperando, pero era incapaz de asumir. Pero lo de la música en directo es como ir en bici, por mucho que nos hayan intentado meter los conciertos sentados con calzador, lo que realmente se nos da bien, es perdernos en la multitud. Así que nuestro primer día en un festival prácticamente prepandémico empezó entre semana y un poco con nervios de vuelta al cole.

45 min al sur de Barcelona, y una biodramina después, llegamos a la rotonda previa a de Masia d’en Cabanyes, emplazamiento idílico, a lo anuncio de cerveza, del festival. Este año, en lugar de hacer unos traguitos por el idílico camino que lleva al recinto, tocaba hacerse test de antígenos. La cola era más bien larga. Pero ya sabéis, un barrido rápido, ver si conoces a alguien, saludos, emoción, abrazos, cuanto tiempo, veo que ya has sido madre. ¿Los amigos que solo ves en festivales? Los mejores. Pim, pam y estamos dentro. Dentro de donde íbamos a estar 2h haciendo cola sin saberlo. En general me da igual esperar, pierdo muchas horas mirando tiktok, pero el problema estaba en que había dos colas dignas del Dragon Khan bastante… warflashbacks del Arenal. Cuando pasamos esta primera parte de la gincana, algunos QR fallaron. Bueno, venga, no pasa nada. Optimismo, que no todos los días se vuelve a disfrutar de lo mejor del verano. Y además, en esta espera, contamos con un poco de espectáculo de gente desquiciada. Palito por la nariz, resultado negativo y a buscar el jolgorio.
Me gustaría empezar diciendo que el concierto de Renaldo & Clara fue maravilloso, y tengo 0 dudas de que fuera así. Pero, adivinad, no llegamos. Aun así, por mucho que me empeñase en estar molesta por esas 3h de cola, cuando entramos, y se abrió ante nosotras un espacio en el que la gente transitaba libremente, con vasos de cartón con cerveza y combinados aguados, volví a sentir las mariposas del primer amor. Era algo prácticamente onírico. Me dicen que el último año y medio ha sido una pesadilla, de la que por fin despiertas, y me lo creo.
Existió la posibilidad de ver la colaboración de The New Raemon y Paula Bonet, pero aunque crea que es una idea chulísima combinar música y dibujo en directo, no acaba de gritar FESTIVAL SEASON. Con nuestras mascarillas puestas, nos fuimos al bosque para bailar SIN DISTANCIA SOCIAL al ritmo de Vera Fauna en la Cabaña Jäger. ¡¡¡S/o al mejor lugar de la Costa Daurada!!! Los sevillanos lo dieron todo, incluso discurso político antes de Candelario. Y por fin, podía decir que estaba justo donde quería estar. Exacto, al lado de un altavoz muy estridente. De golpe, la adrenalina de mierda el siguiente concierto va a empezar.

De camino a la gran explanada, vimos como el Vaixell, el escenario en el que su día se pudo ver a Rosalía, ya no estaba. Se sintió casi como una pérdida de la pandemia. Lo que sí nos encontramos, como siempre en este festival, es a un buen puñado de treintañeros con camisas hawaianas, bebés y chicas que viven su propio Coachella. Pero, por las colas, todos los espacios estaban bastante vacíos. Lo que daba una sensación de libertad y ¿seguridad? mayor.
Y entonces: HINDS. El cuarteto madrileño que hace 6 años, en ese mismo festival, logró que un puñado de tías acabáramos subidas al escenario y seguridad sufriera por si destrozábamos la Cabaña, tomaban de nuevo el escenario. Qué de vueltas da la vida ¿eh? Justo de esa noche habló también Cosials, recordando a un payaso que le dijo que andaba recolectando latas para lanzárselas durante su concierto. La demostración, por todo lo alto, de talento, guitarras y poder femenino, es la respuesta que este tipo. Son expertas en hacer directos. Y ahora que, por fin, podemos estar de pie bailando, gritando y volviéndonos absolutamente locos, ya no distinguir quien lo pasa mejor, si ellas o nosotros.
El setlist estaba diseñado bastante acorde con tener el corazón roto, mezclado con sus mejores temas. A mi se me cayó una lagrimita con ‘Easy’. Volver a sentir mucho. También les dio tiempo a cantar en catalán, hacer su cover de The Clash y, lo más importante, subir a una chica del público a tocar con ellas durante Garden. Justo cuando lo hacía, Ana Perrote, dijo que iban a seguir haciendo hasta el final de sus días porque las mujeres no tienen las mismas oportunidades para subirse a los escenarios. Mientras que a ellos se les da los instrumentos a nosotros nos dejan con las muñecas. Y seguramente, si existe esta nueva remesa de chicas con guitarras en nuestro país, es porque en su día ellas cuatro aguantaron lo inaguantable. Un besazo, porque merecen todo lo bueno, y son muy fuertes.
El cabeza de cartel, Vetusta Morla, estaba a punto de empezar. Y en paralelo, donde los test ¿recordáis?, se producía un Titanic que no se acabó de hundir. El festival se celebró al completo. Pero mientras enviaba mensajes chillando las confirmaciones de Alizzz o Rodrigo Cuevas para la próxima edición, mis amigos seguían en la cola después de horas intentando entrar, viendo cómo la gente, que no lo logró, se enfureció y tiró vallas. Sin antígenos y a lo loco. Supongo que eran auténticos entusiastas de Pucho -el indie, que no Tangana.

Y ahora sí, un poco de ‘Copenhague’, otro de ‘Maldita Dulzura’, ‘La Deriva’, muchos discursos y Vetusta Morla me convenció de porque son de las pocas bandas del indie_rock_camisa_estampado_étnico_con_pitillo_negro_y_botines que merecen la pena.
Y como se podía prever, llegó el plato fuerte. Rigoberta Bandini lo prometió todo cuando el verano pasado colonizó nuestros stories con ‘In Spain We Call It Soledad’, y ha cumplido. Su concierto fue como trasladarse a la euforia de los primeros de Crystal Fighters. Gente, ligeramente pija, muy emocionada con un pop algo espiritual con ráfagas de EDM. Lo que vendría a ser: UNA FIESTA. Estaba claro que su música merecía mucho más que sillas de plástico. Por primera vez en meses sentí que volvía a estar en un concierto, con sus empujones, sus tiradas de cerveza, con sus mirar a tus amigos mientras que cantas de manera muy sentida que TOO MANY DRUGS y de golpe te encuentras por casualidad al tipo que hace dos años que no ves, que las guarda en la funda de las lentillas. Un beso para él, que también es el mejor. Así que, después de esa experiencia casi trascendental, de entrar en comunión con un montón de desconocidos, se puede afirmar que hay luz al final del túnel de la terrible idea de conciertos de la “nueva normalidad”.

La fiesta siguió con Joe Crepúsculo. Durante una temporada en Barcelona se le podía ver más que a tus padres, así que reencontrarlo fue maravilloso. Incluso oír a un tipo de unos 50 años darle la chapa a una chavala de 20 sobre los setenta pavos que llevaba gastados en birras, me llenó el corazón. Sentirse en casa. El problema estaba en que un festival fuera de un núcleo urbano, alejado, en un polígono, entre semana, te condiciona la hora de vuelta. Después de que nos cantara que efectivamente esta era la canción del verano, la canción de nuestra vida, tuvimos que salir corriendo a pillar el último bus a la ciudad. Toda mi envidia está con la gente que cerró la noche con Guille Milkyway.
La mañana siguiente la sensación era eufórica y desconcertante, como si no hubiera pasado. Internet estaba para recordar los fallos de la organización. Pero chicos, ¿si no lo intentamos, y hay pequeños contratiempos, estáis dispuestos a seguir sentados muchos conciertos más? El fin de semana transcurrió con total normalidad ¿pandémica? 27.000 asistentes en total. Para este primer intento de normalidad normal, no está nada mal, al contrario, está de puta madre. Seguiremos atentos, manteniéndonos seguros, pero oficialmente se puede decir que los festivales han vuelto.

