La tercera jornada del primer Weekend la comenzamos en el escenario Binance para reencontrarnos con Low, quienes habían actuado el día anterior en el Auditori presentando temas de su nuevo trabajo; esta vez se centrarían en una miscelánea de sus diversas épocas.
Es sorprendente el ejercicio de depuración que han hecho Low en su últimos plásticos, se han desprendido de todo lo superfluo (si existió alguna vez algo como tal) y han abrazado el tuétano; desde esa abstracción han seguido llegando a los meandros que mejores transitan: nuestras arterias.
Centrados en presentar los temas de “Hey What”, del que desfloraron nada menos que cuatro canciones, con especial querencia por “I can wait” y “Days like these”, que curiosamente tienen ese qué comercial pero desde el tamiz de los de Duluth, claro.
Para los más curtidos, un souvenir del soberbio “Trust”: “Canada”, poca golosina para quienes seguimos defendiendo sus discos con Kranky, pero a tenor de sus últimas visitas no parecen estar muy interesados en acordarse de material previo a su fichaje por Sub Pop.
Como chascarrillo curioso, interpretaron “You suffer” de Napalm Death, para quienes la conozcan ya saben a qué me estoy refiriendo. Siguen si defraudar, excelente etapa de madurez.
Al poco de acabar, una respetable multitud se hacinaba en torno al anfiteatro Cupra, ¿el motivo? Descifrar si el expediente María José Llergo es convincente, más allá de la centrifugadora mediática a la que se ha visto sometida últimamente; es más ¿hay vida más allá del efecto Rosalía para este tipo de propuestas? La respuesta es afirmativa para ambos casos.
Risueña, vestida con una vestido rojo con resonancias calés que llenaba todo el escenario, y acompañada de un par de chicas que hacían palmas más su habitual guitarrista Marc López, la pozoalbense se comió literalmente las cuatro esquinas del Cupra.

Meter a la Llergo en el cajón de “nuevo flamenco” es, aparte de una temeridad, de una miopía galopante; ella, lo mismo que saca la copla, saca el bolero, o rescata el cancionero popular (los guiris tienen a Gershwin y nosotros a Manolo Caracol, Antonio Machín y la niña de los peines); todo ello desde su cercanía y humildad, no se cuantos “gracias” le escuché , lejos del postureo y la barrita libre tiktoker.
“Esta por lo menos no se ha vendido”, escuché detrás de mi, y ya estamos con que cuando eres popular tu arte ya no vale lo mismo; lo más gracioso es que la Llergo ha aprendido del mismo maestro que Rosalía, Chiqui de La Línea, el mismo que puso su bendición en “Los Ángeles” .
Disertaciones aparte, su puesta de largo en el Primavera se saldó con una maravillosa tarde, con lagrimales húmedos y piel de gallina; y sí, tocó “Nana del Mediterráneo” y lo hizo estupendamente bien.
Si había hoy un claro cabeza de cartel (con permiso de Gorillaz que ya calentaban en el banquillo) éste era sin duda Nick Cave, no por nada la organización le había programado durante dos horas, la actuación más larga de este año.
Con dudas razonables sobre su posible cancelación tras la tragedia familiar que recientemente le había golpeado, celebramos los tweets de Warren Ellis empaquetando su violín, todo indicaba que tendríamos nuestra ración de tinieblas y exorcismo emocional con el ex-Birthday Party.
Con apetito de directo (sus últimos conciertos los firmaron en 2018) los Bad Seeds venían a presentar Ghosteen pero realmente acabaron repasando buena parte de su discografía. Personalmente la recreación en directo de “From her to eternity” bien vale un Primavera Sound: violenta, salvaje, con un Warren Ellis poseído, moviendo el violín como si un ente tomara su cuerpo, una absoluta maravilla, tanto que los siguientes temas resultaron algo apalancados: “O children”, “Jubilee Street”, “Bright horses” o “Waiting for you”.
Este tramo denso acabó con “Tupelo”, momento en el australiano salió de la mortaja y con esputo y rabia se sacó un triplete de aúpa, aparte del ya mencionado, añadió “Red right hand” y “Mercy seat”. Muy aficionado a mezclarse con el público de las primeras filas y haciendo gala de su lado teatral y de divo que siempre acaba sacando, Cave repasó cada estrofa de sus labios en comunión con ese dintel de brazos en alto que, casi de forma mesiánica pugnaban por tocarle.
Los bises, lustrosos y nada rácanos arrancaron con la emotiva “Into my arms”, con Cave al piano, sin más amparo que su voz; delicada y suave, la última parte del concierto recuperó la parte más meditativa de la banda con “Ghosteen”, “Vortex” y “Ring of Saturn”. Para quien firma no salió por la puerta grande (a él hay que pedirle siempre más) pero qué duda cabe que siempre es un placer tenerlo de vuelta.
Otro duro contendiente a cabeza cartel de la noche aguardaba justo en el escenario de al lado, en el Estrella Damm aguardaban las huestes de Damon Albarn y su grupo de cartoon, es decir, Gorillaz.

Sin escatimar en músicos y en minutaje, el show se alargó unos minutos más de la cuenta que nos impediría ver luego a Beach House; toda una declaración de intenciones apostando por el podio de la actuación de la noche.
Y es que daba gusto ver a Damon pasarlo bien, interactuando con el público y con los artistas invitados que subían al escenario para cantar con ellos temas principalmente de sus discos “Gorillaz”, “Demon dayz” y “Plastic beach”.
Hasta Robert Smith estuvo presente de forma remota en “Strange timez” aunque solo asomara su rostro en el vídeo que proyectaban las pantallas; subrayando esta idea de Gorillaz como colectivo, como banda virtual y abierta que va completándose disco a disco con nuevas colaboraciones.
La nómina de participantes fue de aúpa, de modo que uno de los grandes problemas de escribir la crónica era reconocer al portador del micro en ese momento; aunque para alivio nuestro algunos acabarían repitiendo.
En el apartado de guest star tuvimos repartiendo rimas a Mos Def en “Stylo” y más tarde en “Sweeptakes”, el ominipresente Slowthai los acompañó en “Momentary bliss”, De la Soul en el esperadísmo “Feel good inc” y Bootie Brown también exhumaría una de sus canciones más queridas, “Dirty Harry”.
Entretanto, en el escenario iban subiendo y bajando músicos: trompetas, bronces, vientos, coristas, bailarines, una auténtica fiesta amenizada por videoproyecciones de sus avatares como dibujos animados.
Finalizaron con el tema firma con el que suelen terminar sus conciertos, “Clint Eastwood”, sí, esta vez también acompañados, concretamente por Sweetie Erie, cuyas vocales pusieron final al primer round del colectivo para la edición de este año.
Con el concierto de Gorillaz estirado algo más de la cuenta intentamos alcanzar el escenario Binance rápidamente, allí había ya empezado la actuación de nuestros queridísimos Beach House, pero la gran afluencia de público que asistió al show de Albarn y los suyo y su posterior desalojo creó un importante cuello de botella que ralentizó nuestro paso. Conclusión: nos lo perdimos.
Decidimos ir directamente al escenario Cupra donde los hermanos Disclosure estaban engrasando su máquina de hits con “White Noise” y “F for you”, al bajar al anfiteatro nos sentimos muy incómodos debido al gran volumen de gente y con mucha pena decimos vagar por la comisura del recinto hasta llegar al Plenitude donde nos dejamos llevar por el house sofisticado de Leon Vynehall, donde estuvimos gastando zapatilla y bailando el resto de la noche.

