Como cada año, Barcelona se convierte durante tres días en la capital de la música internacional con un festival que, pese a contar con veintitrés años a sus espaldas luce todavía lozano y con mucho por decir. Esta edición ha reunido a unos 268.000 asistentes (sumando las 29.000 personas de la jornada inaugural, 20.000 de los conciertos del Primavera a la Ciutat y los 26.000 del Brunch Electronik), siendo el día más concurrido el viernes, debido en gran parte a la presencia de Lana del Rey, principal reclamo de una jornada por la que pasaron unas 71.000 almas.
Pero más allá de datos, esta edición ha estado caracterizada por el guiño que ha hecho la organización a los más viejos del lugar invitando a bandas icónicas que definen perfectamente la idiosincrasia del propio festival: Pulp, PJ Harvey, The National y Vampire Wekeend. Un comeback a los line-ups más clásicos sin olvidar la inclusión de nuevos reclamos: la estratosférica presencia de Lana del Rey o la presentación de SZA e incluso se han atrevido a invitar a tocar a Keanu Reves a modo de loca boutade.
Una edición marcada también por la triste desaparición de Steve Albini, que es todavía más inmortal con la inauguración de un escenario que lleva su nombre y al que ha sido recordado por gran parte de los artistas dedicándole palabras y canciones. Y por si todo esto fuera poco, este año, una de las camisetas oficiales del festival llevaba impresa: “ Shellac and 249 more”. Siempre presente.
También uno de los protagonistas involuntarios de esta edición ha sido la lluvia del sábado, especialmente molesta en el show de PJ Harvey, celebrado en pleno Mordor, sin ningún sitio para guarecerse y que continuó luego en Mitski y en Bikini Kill, que más de uno aprovechó el cobijo bajo la placa solar para comentar el resultado de la Champions.
Otro de los temas candentes ha sido el genocidio del pueblo palestino, concretamente la organización tuvo un guiño a las víctimas colocando a la entrada del festival una instalación artística con el nombre de Gaza mirror. Y no solo la organización ha querido dar visibilidad a este problema, también muchas bandas aprovecharon sus minutos sobre el escenario para posicionarse respecto al conflicto, entre ellos destacamos la enorme bandera palestina que presidió la actuación de Lisabö, llegando incluso a recitar unos versos de un poeta palestino.
En el apartado de collejas, una bien gorda por los solapes de Beth Gibbons con Vampire Weekend y de Pulp con Deftones, ¿en serio no había manera de programarlos de otra forma?
En el apartado de grandes olvidados seguimos echando de menos una alternativa firme a la zona Bits ( paliada parcialmente por el Brunch Electronik y el rosco del Boiler) y en redes muchos padres se quejaban de que no encontraban el escenario Minimúsica: pues muy bien, es que no estaba. Como tampoco estaban nuestra zona de sanitarios favoritos en la parte de restauración, aunque también hemos de decir que cuando usamos los pusieron el inodoro olía a chupa-chups Kojak. Os lo juro.
No queríamos terminar esta consideraciones previas sin destacar la comodidad de este año en líneas generales, evidentemente relacionada con una menor afluencia de público que se tradujo en ver los shows de manera más cómoda y que permitía la movilidad entre escenarios fuera más fluida; quizás una vuelta a ese festival más primigenio que todos echábamos en falta.
JUEVES : GIMME INDIE POWER
El primer día entramos bien temprano, con el sol bastante bravo resbalando por nuestras gafas de sol y con las barras llamándonos para empezar a dar cortejo al espónsor del festival.
Con el primer sorbo serpenteando frio por la glotis nos dirigimos al escenario Amazon Music donde Renaldo & Clara despachaban su pop bonito y agradable, poquitos pero bien avenidos nos dejamos acariciar por “L´amor fa calor”, “S´está millor al carrer”, “Globis” o “Trobo a faltar”. Perfectamente programados a esa hora que pedía algo fresquito, con Clara Viñals dirigiéndose al público de forma tímida mientras manoseaba la tela de su vestido, agradeciéndonos con esa sonrisa apocopada el haberlos elegido para comenzar estar edición. Ni que decir que si cantaran ene inglés se forrarían.
Los antiguos del lugar siempre vamos a referirnos a los escenarios por su nomenclatura original; no me malinterpréteis: Cupra suena bien, es fácil de memorizar y puede hasta decirlo un guiri ( aunque le salpique esa “r” que siempre les chirría) pero cuando quedamos con alguien directamente decimos: nos vemos en el Ray-Ban. Y ya está.
Precisamente allí habían empezado a tocar Arab Strap, y del pop naif y soleado de los de Lleida al pop confesional y húmedo de los escoceses.
Si bien había ganas de degustar su comeback ( no como tal ya que estuvieron en los conciertos del festival del año pasado),la verdad es que no conseguí entrar en su propuesta, principalmente porque su cancionero necesita de cierta intimidad y penumbra y no de esos calores que iban dibujando vetas rosadas en la frente de Aidan Moffat. A pesar de todo, disfrutamos de jugosas incursiones de su más reciente producción “ The turning of our bones”, “Sociometer blues” , “Strawberry moon” o lo más cerca que estarán de un éxito: “Bliss” ( o como sonaría un peep show con ellos pinchando).
Teníamos ganas de ver Mannequin Pussy pero fue bajar las escaleras que conducían al Plenitude y poco a poco me fui poniendo más tenso al ver la cantidad de gente que se iba agolpando a los accesos a esa parte del festival. Cuando por fin llegamos, a la incomodidad del espacio se le sumó un sonido pésimo que nos hizo replantearnos la continuidad allí.
Y no es que no le pusieran ganas, Marisa Dabice lo mismo te vende un tema que pondría Fernandisco :“I don´t know you” que se deja poseer de bilis punk en “Aching” o “ Of her”, chiquita pero grande. Nada, a la media hora camino para el Ray –Ban para ver a los grandísimos Blonde Redhead.
No os voy a meter la chapa recordando lo buenos que eran sus discos en su época Touch & Go porque ni ellos mismos los recuerdan, solo parecen estar interesado en el marco que comprende desde mitad de los dosmiles hasta la fecha de hoy. Que te olvides de las razias de Almanzor de sus primeras obras y que abraces ese pop meláncolico y precioscista que ahora facturan. Casi ná.
Siempre aferrados a su formato de trío, o lo que es lo mismo: los hermanos Simone y Amedeo Pace y la cantante Kazu Makino, desmigaron parte de sus éxitos más esperados por el público: “Falling man”, “Dr. Strangeluv”, “Snowman” o “23”; un concierto que fue de menos a más, con recuerdo a Palestina a través de sutil un pañuelo anudado en la muñeca de su cantante.
El prime time de la noche vino dibujado por uno de los nombres más esperados de la noche: Vampire Weekend quienes no solo han publicado uno de los mejores discos de este año sino que dieron uno de los mejores conciertos del festival. Y es que había hambre por verlos de nuevo, desde 2008 no pisaban el cemento del Parc del Fórum ( césped ahora), de ser solo unas jóvenes promesas a liderar el cartel de este año, cinco discos después, alguna que otra baja y la certeza de ser uno de los grupos más solidos de los últimos quince años.
Con el eslogan de “única fecha en Europa”, los vampiros despacharon en hora y media todos los argumentos para convencer al público de pillar una maleta y asomarse a Barcelona. Desde el pop de querencia africana filtrada por el occidentalismo de Paul Simon “ A-Punk” y “Cape Cod Kwassa Kwassa”, pasando por el intimismo de “Harmony hall” , la electrónica colaborativa de “ New dorp.new york” y salmos gordos que forman parte de la biblia del pop :“ White sky”, “Holiday” , “Cousins” o “Unbelievers”; todo ello presentado en technicolor ( proyecciones de obras de Miró y Mondrian, un bailarín danzando, todo muy arty) y regado por un sonido que convenció hasta al más puñetero.
A destacar Ezra koenig, el yerno que toda madre quiere para su hijo y que –en mi argot local- está metío en manteca; que se despachó casi veinte temas sin apenas despeinarse ni sudar, ni lamparones ni churretes abriéndose paso bajo la camisa; una total confianza que se traslada en sus nuevos temas, insertados sin ninguna estridencia entre su antiguo repertorio: y es que el ramillete de singles de “Only God was above us” sonó (ya) clásico y hermanado con sus antiguas composiciones.
Lo de Pulp es digno de estudio: llevan sin sacar material nuevo desde 2001 y su éxito más rotundo se parece sospechosamente a otro de la movida madrileña y sin embargo pocos podían ignorar que fueron los verdaderos cabezas de carteles de la primera jornada.
Recordaron un repertorio centrado en sus últimos cuatro discos -que, a la postre, son los que les ha dado para alquilar una orquesta y que su cantante se compre un traje de terciopelo-, con gran predominio de “Different class”, aunque picando de los surcos más agraciados de los otros tres.
Un Jarvis pletórico, arraphaleado, convulso e histriónico que no se contentó con ejercer de sumo abogado de la nostalgia sino que defendió -con el suntuoso amparo del cuarteto de cuerda -clásicos de la talla de “ Disco 2000”, “ This is hardcore”, “Something changed” (dedicada a Steve Mackey, su antiguo bajista) , “Weeds” o“Underwear”.
Muchos habíamos enfilado la cuesta que conducía a los cuartos de baño cuando la banda salió de nuevo al escenario para despedirse con “Razzmatazz”, todo un detalle que ni siquiera el previo setlist contemplaba.
Con la dermis todavía erizada se abrían paso los franceses Justice en el escenario Estrella Damm. Ambos ataviados como un trasunto de Miami Vice y que, tras un paréntesis de unos ocho años ,han vuelto con un disco que no les dará nuevos seguidores pero contentará a los de siempre, perpetuando, cómo no la fórmula de Daft Punk de la época de “Discovery”.
Uno de los puntos fuertes de su actuación fue el increíble juego de luces que montaron, que, literalmente bailaba al son de sus canciones: una cascada de flashes y colores que enriquecieron las composiciones de los galos, desde la inicial “Genesis” a la remezcla de Samian, pasando por la inevitable “Dance” o incluso presentando el trallazo “Generator” y la colaboración con Tame Impala en “One night/ all night”. Todos ellos engarzados a modo de sesión, sin pausa, hilvanados con más efectividad que gracia pero, que, al borde de las tres y media larga de la mañana no nos íbamos a poner mijitas.
