Yo soy más de Fórum que de Razzmatazz en la jornada inaugural. Aprovecho la tarde del miércoles para socializar con gente de aquí y de allá al aire libre y, de paso, compruebo cómo han quedado los escenarios este año. Por supuesto, también cotilleo el precio de la cerveza y qué sponsors nuevos hay. También es obligatoria la consabida foto con las letras del Primavera, posando como influencers de la pedanía. Antes éramos del centro, pero gracias a los guiris, ya no.
Por tanto, el marco del miércoles funciona como un entremés, un calentamiento previo antes de que empiece el sarao de verdad; un pequeño estiramiento para poner a prueba nuestras piernas antes de acumular kilómetros y kilómetros por toda la comarca del Campo de la Bota.
Como primer aperitivo fuerte, los infalibles La Casa Azul, curtidísimos en esto de poner a bailar a todo quisqui con su efectivo pop. ‘No más Myoltastan’, ‘Los chicos hoy saltarán a la pista’ y ‘Podría ser peor’ fueron recibidas con júbilo, confetis y ademanes de gogó, de la mano de Guille Milkyway, con ese tipín de fitness y esas gafas de esquiador de Baqueira-Beret.
Claro, el problema aquí es que, visto un concierto de ellos, vistos todos, porque el manejo milimétrico de los hits elimina cualquier atisbo de improvisación o de intento espurio de canción nueva. Esto es lo que hay. Y, bueno, visto lo visto, a nadie le importa cuando engancha ‘La revolución sexual’ y todo el mundo se pone a bailar.
Y si de bailar se trataba la tarde, qué mejor que contar con los servicios de Caribou, el proyecto de Dan Snaith cuando no intenta experimentar (eso se lo deja a su alias ‘Daphni’) y se concentra únicamente en arrastrarnos a la pista de baile.
Cuando alguien ufano y alejado de la música electrónica rechaza cualquier incursión en ella zanjando con un “no tiene mérito darle a un botón”, entiendo que pensará en el hippie cayetano de David Guetta. Porque, mirando a Snaith y a su banda, lo suyo es todo menos artificial.
Aquí hay diálogos de baterías en ‘Odessa’, gargantas que saben afinar en ‘Can’t Do Without You’ y mucha mano con toda la cacharrería que despliegan por el escenario, desde ‘Come Find Me’ hasta ‘Honey’. Temas que se van expandiendo y creciendo como esos hipnóticos círculos que proyectan en una gran pantalla, alcanzando su cénit en la lisérgica ‘Sun’. Me atrevería a decir que es el mejor concierto que les he visto.
Como breve apunte del Primavera a la Ciutat en salas, destacamos tres momentos bien diferentes.
Por un lado, el amargo reencuentro con Christopher Owens, tras casi trece años desde su paso por el lejano cartel del Primavera Sound 2012. ¡Ahí es nada! Ajado, con una voz quebrada y débil, un aspecto totalmente diferente al del ex Girls de hace poco más de una década. Centró su breve repertorio en varias covers (¿por qué, por qué?), entre las que sobresalió ‘Trash’ de Suede. Pero, cuando atacó su material propio, sonó apresurado y abatido. Raquíticas ejecuciones de ‘I Know’, ‘Lauren Marie’ y ‘No Good’, que sonaron incompletas, urgentes, como si tuviera prisa por terminar. Una verdadera lástima, porque su reciente disco del año pasado, ‘I Wanna Run Barefoot Through Your Hair’, lo mostraba en muy buena forma compositiva.
Sensaciones totalmente diferentes fueron las que nos despertó Nilüfer Yanya, porque realmente está en su mejor momento. Es curioso cómo los nuevos grupos están perpetuando el rock alternativo de los 90: no hay más que escuchar su hit ‘Like I Say (I Runaway)’ para pensar en una versión actual de Hole en tiempos de ‘Celebrity Skin’. Aunque, no contenta con esta insinuación, incluso se atrevió a versionar un tótem como ‘Rid of Me’ de PJ Harvey (y ya os digo que no salió escaldada).
Entre medias, un acertado picoteo de sus tres únicos discos, con ‘Method Actor’ y ‘Midnight Sun’ como momentos más celebrados. A destacar lo bien que sonaron en la sala principal del Apolo. Y es que la inclusión de un saxo en sus filas siempre suma (y si no, que se lo digan a los belgas Warhaus).
Como tercer momento, destaco la actuación de Momma en la siempre agradable sala La Nau. Coetáneos de esa nueva oleada de bandas aficionadas al indie rock de los noventa (Alvvays, Slow Pulp, Wednesday, Soccer Mommy), que se han propuesto no hacernos olvidar nuestra adolescencia a través de pedaleras cargadas de reverb, estribillos pop y canciones de tres minutos.
Con un sonido fantástico, las californianas presentaron varias canciones de su reciente disco ‘Welcome to My Blue Sky’, junto a pequeños clásicos de su repertorio como ‘Speeding 72’ y ‘Tall Home’. Concierto casi en familia –las dimensiones así lo requerían– y que, encima, contó con el beneplácito de las chicas de Wet Leg, quienes estaban a nuestro lado y no paraban de sonreír al grupo. Como nosotros.