La edición de Mad Cool 2024 ha supuesto, para muchos, la consolidación de un evento que, en su segundo año en el barrio madrileño de Villaverde (Iberdrola Music), ha sabido mostrar una clara mejoría con respecto a la entrega anterior. Desde el primer día, las impresiones favorables se percibieron en la mayor comodidad, el aforo más equilibrado y la atención brindada a quienes acudieron durante cuatro jornadas intensas, con un cartel orientado a distintas corrientes musicales y pensado para atraer a quienes buscan disfrutar desde figuras consagradas hasta apuestas relativamente recientes.
El recinto se erigió como un espacio capaz de acoger a decenas de miles de asistentes sin generar obstáculos excesivos en el acceso, la movilidad interna ni la vuelta a casa. El equipo organizador, con el recuerdo todavía vivo de ciertas dificultades pasadas, implantó una serie de medidas que resultaron efectivas: se reforzó el transporte público (especialmente en la franja de cierre de la madrugada), se distribuyeron varias zonas de aseos y se redujo la distancia entre zonas de restauración y carpas cubiertas. Además, se observó una oferta gastronómica amplia, desde propuestas locales hasta platos internacionales.
Durante cuatro días, la capital española vivió una programación que abarcó géneros tan diversos como el pop comercial, el rock de guitarras feroces, los sonidos urbanos contemporáneos y la electrónica de alto impacto. Las actuaciones se repartieron en varios escenarios: tres grandes al aire libre y otras carpas con aforo más reducido, lo que permitía elegir entre espectáculos multitudinarios y presentaciones con un toque más cercano.
El clima, punto siempre delicado en un festival celebrado en pleno mes de julio, se comportó de manera relativamente benévola, con calor soportable aunque intenso, si bien hubo alguna jornada en la que el viento condicionó parcialmente la calidad del sonido en determinados escenarios. Pese a todo, no hubo lluvias ni tormentas que interrumpieran la fiesta. Este factor, a menudo impredecible en ediciones anteriores, no fue un inconveniente este año.
El público demostró estar muy involucrado: desde los seguidores que madrugaron cada día para posicionarse en las primeras filas hasta los más relajados, que llegaron avanzada la tarde para disfrutar de los cabezas de cartel. La presencia internacional fue notable: se pudieron ver personas venidas de diversos países europeos, especialmente del Reino Unido, Francia y Alemania, que contribuyeron al ambiente cosmopolita del festival.
En ese contexto arranca la crónica de cuatro días en los que desfilaron nombres tan destacados como Pearl Jam, The Smashing Pumpkins, Dua Lipa, The Killers o Måneskin, y en los que el rock clásico, el pop sofisticado y la música electrónica se entrelazaron sin problemas. A continuación, la reseña pormenorizada de cada jornada.
Miércoles
Arranque a altas temperaturas
La primera tarde de festival se caracterizó por la energía de aquellos que decidieron desafiar el intenso calor y acercarse al recinto en horas tempranas. La apertura vino de la mano de artistas de sensibilidad pop y rock alternativo, aunque algunos se enfrentaron a escenarios considerablemente grandes con sol pleno. Soccer Mommy, proyecto de la estadounidense Sophie Allison, hizo frente a la ola de calor con un repertorio en el que guitarras de tono suave y tintes algo melancólicos se combinaron con pinceladas de carácter más enérgico. Pese a la franja horaria y los rayos inclementes, dejó un buen recuerdo.
Tonos suaves y contrastes estilísticos
Mientras eso ocurría en uno de los escenarios laterales, Tom Odell aportó su toque de piano y canciones de registro sensible. Ese ambiente más reposado quedaría sepultado poco después por la fiesta funk y pop contagioso de Janelle Monáe, que desplegó un espectáculo colorido, con ecos de Prince y un acompañamiento instrumental de alto nivel. El público, en su mayoría, siguió la actuación con entusiasmo, aplaudiendo cada sección del show.
Garbage contra la canícula
Uno de los momentos más esperados del día fue la actuación de Garbage. Shirley Manson, vestida de rojo y con gafas de sol claras, se las vio con la canícula madrileña, necesitando aplicarse hielo para sobrellevar el bochorno. Sin embargo, lejos de venirse abajo, la vocalista escocesa demostró que la banda se mantiene muy sólida. Los clásicos de los noventa tomaron protagonismo, pero también se escucharon canciones posteriores, completando un repaso por la trayectoria de un grupo que, a lo largo de las décadas, ha mantenido una base de admiradores fieles.
La estrella pop británica
A medida que la tarde avanzaba, la mayor atención se centró en el escenario principal, donde una multitud ansiosa aguardaba a Dua Lipa. La cantante apareció con un espectáculo coreografiado al detalle, en el que cada pista enlazaba con la siguiente sin apenas pausas. El repertorio se apoyó en los éxitos que la han elevado a la élite del pop actual, incluyendo piezas de su reciente álbum, que han sido recibidas con reacciones dispares a escala internacional. Sin embargo, en directo todo cobró una dimensión más potente: se notó la producción bien engrasada, el acompañamiento de bailarines y una banda de apoyo que ofreció una base firme.
La vocalista dedicó elogios al público y se atrevió a pronunciar algunas frases en castellano, algo que el respetable valoró con aplausos. El juego de luces, las pantallas gigantes y la potencia de los bajos hicieron que el espectáculo resultara vistoso y bailable. Aun así, algunos asistentes alternaron su atención entre este concierto y el rap de Sexyy Red, que actuó con un estilo crudo y bailes que llamaron la atención por su carácter sin censura.
Cierre con rock noventero
La noche culminó con la presentación de The Smashing Pumpkins en el escenario secundario. Después de un arranque algo pomposo con una intro más propia de una ópera de fantasía, Billy Corgan y compañía se volcaron en un repertorio en el que no faltaron canciones de su discografía más recordada. Destacó la contundencia de la banda, que exhibió un matiz cercano al metal en temas clásicos. Se escucharon piezas míticas de la época del “Siamese Dream” y “Mellon Collie…,” con riffs atronadores y un público muy entregado.
Kiki Wong, guitarrista adicional, aportó un toque enérgico, y la presencia de Jack Bates (hijo de Peter Hook) en el bajo tuvo buena acogida. Mención especial para la versión de “Zoo Station” de U2, que resultó un golpe de efecto inesperado.
Mientras tanto, en la carpa electrónica The Loop, Lovebites y otros artistas enfocaron la noche hacia el baile y los ritmos potentes, a la par que se iban cerrando los puestos de comida. Fue un inicio de festival variado, donde convivieron pop masivo, rock noventero y música urbana.
Jueves
La seguridad ante todo
La segunda jornada amaneció con cierta brisa algo molesta, que dio problemas al inicio de la tarde. Russian Red tuvo que retrasar parte de su actuación por motivos de seguridad relacionados con el escenario, y eso alteró un poco los horarios. Larkin Poe, dúo de hermanas de Georgia, continuó sin dificultades: su blues rock de tintes sureños pareció encajar con la luz del atardecer.
A continuación, The Heavy mezcló ritmos soul y rock, con un vocalista entregado, mientras Michael Kiwanuka ofrecía en el otro extremo un concierto delicado, con armonías que se adentraban en sonoridades setenteras. Aunque el viento afectó levemente la nitidez del sonido, sus canciones gozaron de una atmósfera plácida, con una mezcla de rock progresivo y detalles de R&B.
Retorno sueco y pop sensible
Mando Diao, veteranos de la escena sueca, congregaron a un buen número de personas pese a los retrasos iniciales y al viento que limitó la potencia de su sonido. Su rock, de perfil contundente, se vio afectado en volumen desde determinadas posiciones del público, aunque se mantuvieron firmes con canciones enérgicas. Por otro lado, Keane, desde el escenario principal, evocó el recuerdo de aquella oleada de bandas británicas de comienzos de los dos mil, con un Tom Chaplin que bromeó sobre el paso de los años y se mostró agradecido por seguir tocando ante tantos seguidores.
La gran referencia de Seattle
La expectación mayor se concentró en Pearl Jam. Se sabía que Eddie Vedder, Mike McCready, Stone Gossard y Jeff Ament volvían a Madrid tras su recordada actuación previa en el mismo festival. Con algo de retraso, el grupo empezó con un golpe de energía que puso a saltar a las primeras filas. El arranque fue trepidante, un par de canciones clásicas y algún tema de su reciente disco “Dark Matter,” que ha recibido buenas opiniones en sus directos.
Aunque el viento dificultó el sonido por momentos, la banda, consolidada tras décadas de carrera, se desenvolvió con familiaridad. Vedder, con su mezcla de inglés y expresiones en castellano, dedicó brindis a figuras conocidas y fue presentando a sus compañeros de forma distendida. Se escucharon piezas emblemáticas de los noventa, que provocaron euforia, y también cortes más nuevos, con una base rítmica impecable y el característico sello en la guitarra de McCready, que incluso se permitió el lujo de interpretar un solo con la guitarra detrás de la espalda. Para el tramo final, Pearl Jam subió el listón con versiones de Neil Young y guiños de compañerismo. Fue una presentación extensa que confirmó su estatus de leyendas rockeras.
Clausura con Greta Van Fleet
Mientras algunos se dirigían a otros escenarios menores, a la espera de artistas como Tom Morello o Bomba Estéreo, el final de la jornada corrió a cargo de Greta Van Fleet. La banda, conocida por su inclinación hacia el rock de raigambre setentera, mezcló temas de sus primeros lanzamientos con piezas más recientes. El falsete de Josh Kiszka y los solos de Jake Kiszka recordaron a bandas clásicas, sin perder el aire renovado que conecta con un público más joven. Aunque el viento volvió a condicionar la nitidez, se pudo disfrutar de la explosión de sonido, confeti y luces para cerrar el segundo día.
Viernes
Propuestas alternativas bajo el sol
El viernes se percibió un descenso en la cantidad de gente, tal vez por la ausencia de un gran artista de masas como en las otras jornadas. Aun así, se vivió un día pleno de música diversa. Unknown Mortal Orchestra aportó un pop psicodélico y algo lánguido, seguido de Alvvays con melodías luminosas y toques de guitarras. El calor, que no dio tregua, obligó a buscar refugio en las escasas sombras, aunque el ambiente se mostró relajado.
Rap corrosivo y guitarras enérgicas
Sleaford Mods ocuparon uno de los escenarios principales con su sonido directo y bases electrónicas contundentes. Aunque el lugar era quizá demasiado amplio para su propuesta minimalista, lograron involucrar a la audiencia con bailes y actitud despreocupada. Casi al mismo tiempo, Tom Morello lanzaba sus potentes riffs en otra zona del recinto, invitando a su hijo a tocar, mientras interpretaba referencias a Rage Against The Machine.
Black Pumas, con su fusión de soul y rock, también resultaron un reclamo interesante: canciones de su disco homónimo ofrecieron un ambiente envolvente, aunque el volumen se percibió algo reducido por la posición de los altavoces. Por su parte, Depresión Sonora puso un toque de oscuridad melancólica en una de las carpas, apelando a público nacional y curioso, pese a que el sonido en ese espacio a ratos quedara enlatado.
Punk melódico y pop con tintes disco
Sum 41, banda de larga trayectoria en el ámbito del punk rock, ofreció un directo fiel a su estilo de la década de los noventa y primeros dos mil. El vocalista Deryck Whibley hizo mención al futuro incierto del grupo, que anunció hace poco su retirada, y se despidió con la artillería de sus hits más famosos. Un recital que dejó un gusto añejo y emotivo en quienes crecieron con sus canciones.
Al mismo tiempo, Jessie Ware, cantante británica de pop sofisticado y matices de música de baile, se presentaba con elegancia. Su espectáculo incluyó coreografías, visuales sencillos y un repertorio que combinó su faceta suave con un enfoque más discotequero. La mezcla de contrastes y la disposición de escenarios permitía a cada persona elegir un plan distinto, sin que se produjeran aglomeraciones excesivas.
El desenlace de la jornada
La noche del viernes quedó marcada por Måneskin y The Breeders. Los primeros, jóvenes italianos surgidos de concursos y con una imagen poderosa, desplegaron un rock directo que bebe de patrones clásicos. Damiano, su vocalista, lució un estilo desenfadado y seguro en escena, mientras Victoria De Angelis, Ethan Torchio y Thomas Raggi daban solidez instrumental. Hubo guiños al público madrileño y una actitud desbordante que conectó con una franja de espectadores.
En paralelo, The Breeders ofrecieron un viaje a los años noventa. Las gemelas Deal y compañía repasaron temas de “Last Splash” y no olvidaron la versión de “Gigantic,” que remite a la época de Pixies. Con sonido compacto, el cuarteto provocó cierta nostalgia entre seguidores de esa generación. Fue un fin de día curioso por el contraste generacional entre los italianos en el escenario principal y la banda veterana en otra zona.
Sábado
Hard rock temprano y folk rock vibrante
La última jornada del Mad Cool 2024 arrancó de nuevo con el sol en todo su esplendor. The Warning, trío de hermanas procedentes de México, aportó guitarras y voces potentes, demostrando que su hard rock logra impresionar pese a no ser las horas más propicias. Al terminar, un sector del público se acercó al escenario contiguo para recibir el clasicismo rock y soul de Nathaniel Rateliff & The Night Sweats, que, con su combinación de metales, coros y ritmos de herencia estadounidense, levantó los ánimos. Interpretaron una versión de Bruce Springsteen que llenó de energía a los presentes.
Pop punk y energía juvenil
Avril Lavigne, tras dos décadas sin pisar la capital española, volvió con su pop punk característico. Muchas personas, a pesar de su edad o de haber crecido escuchando sus primeros discos, se dejaron llevar por la nostalgia, cantando cada estrofa de clásicos que recordaban épocas pasadas. La canadiense, si bien ya no exhibe la misma potencia vocal de antaño, contó con la complicidad de su banda y del público incondicional que coreó canciones representativas de su repertorio.
Casi a la misma hora, en una de las carpas, Fuet! descargaba hardcore acelerado para una audiencia minoritaria, creando un contraste evidente respecto al gran escenario que acogía a Avril Lavigne.
Novedades metalcore y tradición rock
La parte central de la tarde tuvo a Bring Me The Horizon y The Gaslight Anthem como platos atractivos. En el escenario Region Of Madrid, la banda británica Bring Me The Horizon demoró un poco su salida por imprevistos, pero cuando aparecieron, desplegaron toda la contundencia de su metalcore con matices juveniles. La puesta en escena incluyó proyecciones y riffs intensos, consiguiendo atraer a un sector amante de las guitarras pesadas.
Mientras tanto, The Gaslight Anthem recuperaba un rock de corte norteamericano, con Brian Fallon lidiando con algunos problemas vocales, pero manteniendo la esencia que ha caracterizado su carrera. La afonía no evitó que interpretaran temas celebrados por sus fieles.
El turno de los veteranos
El ocaso del día dio paso a dos agrupaciones del panorama pop rock de los primeros dos mil. Por un lado, The Killers hicieron un despliegue que demostró su capacidad para encabezar grandes eventos. Con un Brandon Flowers enérgico, la banda repasó sus pistas clásicas y logró que el público se volcara en coros que se han convertido en himnos de la música popular de este siglo. Hubo momentos participativos, con algún espectador subiendo al escenario y la aparición de efectos de luz y confeti. Canciones como “Somebody Told Me,” “Human” o “Mr. Brightside” se convirtieron en los instantes más celebrados de la noche.
Para cerrar, The Kooks se hicieron cargo de la despedida. Sobre el escenario secundario, ofrecieron un resumen de su trayectoria, recordando canciones que en otros tiempos tuvieron gran rotación en radios de corte alternativo. Con un sonido nítido y un público claramente compuesto por seguidores británicos y españoles, se clausuró la jornada de forma distendida.
Conclusión general sobre una edición clave
Esta última edición de Mad Cool dejó la sensación de que se han corregido fallos del pasado. El recinto, ya con una configuración más holgada, posibilitó un tránsito fluido, con tiempos de espera razonables para acceder a barras y zonas de comida, y un transporte menos complicado que en 2023. La calidad de sonido se resintió por las rachas de viento en el escenario principal, algo que se manifestó de forma intermitente, pero sin arruinar los conciertos de los grandes referentes.
A nivel artístico, hubo presentaciones que quedarán en la memoria: The Smashing Pumpkins, con su contundencia nostálgica; Pearl Jam, con la pericia intacta de Mike McCready y la voz de Eddie Vedder; Dua Lipa, con un espectáculo pop cuidadosamente producido; Bring Me The Horizon, que demostró que la regeneración del rock metalizado sigue viva; y The Killers, como broche de oro, con un Brandon Flowers que encarnó la figura de líder carismático.
El próximo año será otro reto: se verá si el festival mantiene esta línea ascendente, la variedad estilística y la capacidad de seguir puliendo detalles. Por ahora, esta edición deja buen sabor de boca: conciertos memorables, un recinto que empieza a consolidarse y una capital madrileña que, en pleno verano, sigue siendo un polo de atracción cultural.
El Mad Cool 2024 se despidió, por tanto, entre confeti, aplausos y notas de guitarra. Queda la sensación de haber vivido un acontecimiento de alto nivel. Muchos salieron con la convicción de que, tras los obstáculos del pasado, se ha dado un paso firme para convertir este festival en un encuentro musical de referencia, donde se demuestra que organizar un macroevento masivo sin excesivos percances, y con calidad artística, es perfectamente viable.
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