Tras los bancos de pruebas anteriores en pequeño formato (Love of Lesbian) y en formato de gran festival (Vida, Canet Rock) le tocaba el turno a Cruïlla para revalidar el concepto de cultura segura y de emplazamiento libre de distancia social sin olvidar que aún nos hallamos en plena pandemia.
Con una asistencia de unas 50.000 personas a lo largo de los tres días (con el pico del fin de semana), lo que primero nos llamó gratamente la atención fue la buena logística de la que hizo gala el festival: apenas colas para realizar el test de antígenos en la antesala del festival y el resultado de la prueba justo quince minutos después tras el peaje del bastoncillo en la nariz. Todo sin aglomeraciones y con numerosos carriles que distribuían el caudal de asistentes.
Huelga decir que todos aquellos que daban positivo no pudieron acceder al recinto, conformando a priori un área segura donde el uso de la mascarilla era imperativa a pesar de estar libre del dichoso virus. Si bien algunas medidas nos hicieron arquear la ceja: la famosa pulsera cashless (que algún otro susto nos dio en otro festival), finalmente podemos afirmar que funcionó perfectamente así como el reparto de mascarillas por parte de la organización o sembrar el Parc del Fórum de postes con hidrogel para que todo el mundo pudiera fácilmente acceder a ellos.
Carolina Durante inauguró la agenda del viernes con su pop punk acelerado y vigoroso: himnos espídicos para un abultado público privado de fumar y comer en el área que tocaba el grupo (condición que se extendería a todas las demás actuaciones, como más tarde pudimos comprobar). No escatimaron en repasar tanto su larga duración con hits como “Las canciones de Juanita” o “Joder, no sé”, como sus singles: “Famoso en tres calles”, “perdona (ahora sí que sí), o la archiconocida “Cayetano” con la que acabaron el concierto y a la que añadieron una nueva puya, esta vez para VOX.
Aunque su cantante Diego Ibáñez se mostró afable y cercano, una sensación de laxitud se deslizó al final del concierto. Esa sensación incómoda de faltar algo nos puso en sobreaviso si el problema era nuestro o de los músicos, total, ambos llevábamos sin encontrarnos mucho tiempo.
Si bien no había un cabeza de cartel perfectamente definido, qué duda cabe que muchos esperaban con muchas ganas el reencuentro con Amaral y el no contar con otro concierto a esa hora hizo que prácticamente todos fueron a pasarse a saludar a Eva y a Juan, a pesar de coincidir con la hora del bocadillo.
Nadie pudo sentirse defraudado con el repertorio de la noche, un auténtico grandes éxitos que recorrió su discografía : “Cómo hablar”, “Moriría por vos” , “El Universo sobre mí” o “Marta, Sebas, Guille y los demás”; afines a esa batidora de estilos que el Cruïlla y perfectos en esa fórmula de mezclar artistas más conocidos con propuestas más arriesgadas.
Otro que no necesitaba presentación fue La Casa Azul que nos esperaba con sus juegos de luces y su estética futurista en el escenario Cruïlla Enamora. Fiel a su máxima de hacer bailar hasta la última alma del foso, Guille Milkyway desplegó toda su artillería en hora y cuarto: “El final del amor eterno”, ”Los chicos hoy saltarán a la pista” , la más reciente “Ataraxia” o la esperadísima “La revolución sexual” en la que homenajeó a la desaparecida Rafaella Carrá fusionando sus últimos compases con “Rumore”. Un concierto efectivo pero deudor de usar siempre el mismo molde para ejecutar el directo, seguimos echando de menos cierto nivel de improvisación.
Tras el descalabro de Editors, la representación internacional recaía en manos de los irlandeses Two Door Cinema Club que a pesar de ser carne de festival (de hecho, ya tocaron aquí antes) ejecutaron una actuación inane y carente de garra.
A pesar de tocar sus éxitos de manual: “Undercover Martyn”, “Do you want it all?”, “Talk” o “Sun” en todo momento faltó chispa y vigor, convirtiendo su ristra de clásicos (¿se pueden ya considerar como tales?) en un soso karaoke con el piloto automático. Hieráticos y recitando el guión aprendido, destilaron cierta frialdad que hizo que nunca llegaran a explotar. Una pequeña decepción al ser uno de los platos fuertes de la jornada.
Quienes supieron aprovechar este reencuentro con el público fueron Manel, que desde los primeros minutos de su actuación nos estaban avisando que aquello iba a ser el mejor concierto de la segunda jornada.
Seguros de sí mismo abrieron con la arriesgada “Per la bona gent” que da título a su último largo hasta la fecha, y si nos quedó resaca de bailar como es debido, los catalanes fueron capaces de poner la explanada del Fórum patas arriba con títulos tan conocidos como “Ai, Dolors”, “Teresa Rampell”, “Boomerang” (coreada por todos) y la pegadiza “Boy band”. Y si a los irlandeses les faltó picante, Manel derrochó tablas y buen rollo en los minutos más recordados del viernes; todo ello sin olvidar un sonido crujiente y poderoso que se apoderó de nuestras tibias (y peronés).
Confieso que la incorporación a última hora de Two Many Djs en sustitución de Djaikovski –por problemas derivados de provenir de un país externo a la Unión Europea-me arrancó una sonrisa de placer. Y no es para menos, la pericia de los belgas para fagocitar temas en mash-ups imposibles es legendaria, como bien demostraron en el imprescindible “As Heard On Radio Soulwax Pt. 2”. Su paso por el Cruïlla se nos hizo corto pero intenso, ración de electrónica de grooves y bajos gordos que dibujaron las últimas horas del viernes e incluso nos regalaron un guiño patrio al destapar el “Así me gusta a mí” de Chimo Bayo. Infalibles.
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