Crónica

Water From Your Eyes

Sala Clamores

06/12/2025



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Water From Your Eyes por fin actuaron en Madrid, porque, seamos sinceros, el pequeño showcase que ofrecieron hace un par de veranos en la Wurlitzer no puede considerarse un concierto en toda regla, y la expectación era máxima desde días antes. La sala, abarrotada hasta el límite desde mucho antes de que se apagaran las luces, terminó quedándose claramente pequeña para una banda que ha crecido más rápido de lo que sus propios espacios de directo parecen asumir. En un momento de su carrera en el que, tras la publicación de su nuevo disco ‘It’s a Beautiful Place’, han alcanzado unas cotas de visibilidad notablemente superiores, el concierto madrileño se presentaba como una prueba crucial: había que comprobar cómo se desenvolvían en una gira en la que siguen contando con Bailey y Al, de Fantasy of a Broken Heart, como escuderos ya indispensables para su sonido.

La trayectoria de Water From Your Eyes siempre ha sido fascinante por esa convivencia, casi inexplicable, entre una pulsión experimental muy marcada y la delicadeza melódica que caracteriza los proyectos paralelos de Rachel y Nate. Ese equilibrio extraño, a veces tenso, otras casi mágico, ha hecho que sus directos destaquen por dos cualidades fundamentales: el caudal de decibelios que descargan sin contemplaciones y un espíritu desinhibido que, aunque resulte difícil imaginar en Rachel fuera del escenario, acaba asomando de forma inevitable cada vez que elle pisa las tablas. Esta vez no fue diferente, aunque el contexto de una sala abarrotada, con el público comprimido y entregado, intensificó esa sensación de electricidad compartida.

Desde los primeros compases, con una versión especialmente crispada de ‘Born 2’, se percibía que Nate apostaría por llevar al límite el componente más distorsionado del repertorio. Esa sacudida inicial, lejos de ser pura agresividad, tenía un trasfondo liberador que marcó el tono de la noche, una invitación a dejarse arrastrar por una música que parece a punto de desbordarse, pero que siempre encuentra la forma de recomponerse en el último segundo. Rachel, por su parte, fue soltándose poco a poco. Elle apareció con gafas de sol, con esa forma de moverse tan errática como encantadora que se ha convertido en una firma personal, y terminó construyendo una presencia escénica magnética sin necesidad de grandes gestos.

El concierto avanzó por fases claramente diferenciadas, casi como si la banda quisiera reproducir en directo esa lógica interna de sus discos donde los temas se hilvanan por contrastes. Hubo momentos en los que afloraron las particularidades propias de una música progresiva y difusa, con capas y estructuras que se estiran o se repliegan sin previo aviso, tal y como ocurrió en una ‘Structure’ impecablemente ejecutada. En otros momentos optaron por alternar cortes rítmicamente abruptos con pasajes más ligeros, donde abrazar el caos parecía no solo permitido, sino necesario para avanzar. La interpretación de ‘Barley’, con su hoja de ruta apenas insinuada, ejemplificó bien esta dinámica: una especie de desorden meticuloso que jamás concedía un descanso real al oyente.

Lo que quedó claro es que la banda ha crecido enormemente con el formato de cuarteto. Ahora suenan como un grupo de rock ligeramente desubicado, pero esa desubicación, esa sensación de estar siempre a medio paso de un género sin llegar nunca del todo a él, es precisamente donde reside su encanto. Porque, en realidad, ¿dónde encajamos a Water From Your Eyes? Probablemente ni ellos mismos lo saben, y ahí está gran parte de su atractivo: en esa libertad identitaria que les permite saltar de un extremo a otro sin perder coherencia interna.

Así, pasaron sin titubear del riff endiablado de ‘Life Signs’, que Nate contuvo más que en la versión de estudio para generar una tensión distinta, casi hipnótica, a la pulsión motorik de ‘Buy My Product’, donde Rachel apareció más impasible de lo esperado, sosteniendo la línea vocal como si el mundo a su alrededor fuese un bucle mecánico. Cada canción introducía una nueva particularidad sonora: deconstrucciones melódicas, pequeños quiebros rítmicos, silencios abruptos que funcionaban como puentes emocionales más que como recursos técnicos.

Uno de los momentos más íntimos llegó con ‘True Life’, interpretada por Rachel con la mirada clavada en el suelo, como si la canción se replegara hacia dentro. Y, por contraste, ‘Blood on the Dollar’, probablemente la pieza más cercana al universo de thanks for coming dentro del nuevo disco, provocó un estremecimiento colectivo y alguna lágrima furtiva entre el público. Esa capacidad para hacer convivir lo vulnerable con lo abrasivo es una de sus mayores virtudes. Nada desentona porque nada responde a una lógica más allá de la suya propia. No hay arbitrariedad ni artificio, sino una sorprendente habilidad para dominar géneros y técnicas interpretativas tan dispares que, una vez juntas, dejan de ser motivo de singularidad y se convierten en una experiencia celebratoria.

Antes del cierre, el público recibió una ‘Playing Classics’ que encontró a una Rachel completamente liberade, moviéndose con ese equilibrio entre glamour torcido y baile casi improvisado que define la estética del grupo. Para despedirse eligieron una ‘Track Five’ que, lejos de ser una opción evidente, se reveló como un final perfecto. Es una pieza que encapsula su relación con la disonancia y su capacidad para convertir lo incómodo en una forma extraña y luminosa de belleza. Una elección inesperada, pero profundamente coherente con lo que Water From Your Eyes representan hoy.

En resumidas cuentas, el concierto en Madrid dejó la sensación de haber presenciado a una banda en plena expansión creativa, cómoda en su rareza y cada vez más segura de su enorme potencial. Un directo que, más que ofrecer certezas sobre la música que hacen, invita a seguir indagando en su ya nutrida discografía y a celebrarlo. ¿Acaso no es ahí donde empieza la música que realmente nos remueve?

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.