Crónica

The Wave Pictures

Sala Laut

18/11/2022



Por -

The Wave Pictures siguen a lo suyo. Desde principios de los dosmiles  donde plancharon sus primeras canciones, han sobrevivido al revival indie rock que tuvo lugar durante los primeros años del milenio, el cencerro rock y todo el weird folk que alguna vez engatusó a cierta parte del público. Continúan suscritos a la newsletter del club de fans de Jonathan Richman y Violent Femmes, compartiendo camerinos con Herman Düne y Hefner; ajenos a las modas y todo lo que cotice en el mundo digital. 

Sin más complementos que sus instrumentos, y reducidos a un escenario que no daba para muchas piruetas y que se  recorría en dos  zancadas, el trio se presentó al filo de las nueve y cuarto; el aforo lejos de ser impracticable mostraba huecos que animaban a crear pasillos para trasladar cervezas. Unos salvoconductos improvisados que fueron reclamando su sitio a medida que iba avanzando la noche con nutridas excursiones al bar. Un aforo que tuvo que competir con el bolo de Band of Horses que casualmente coincidía a pocos metros de allí y a la misma hora que arrancaban su actuación en la sala Laut. 

Los Pictures, adscritos a la tradición de vaqueros y camisetas como lacónico armario, subrayaron su leyenda de tipos afables y cercanos al público, con un David Tattersall de lengua inquieta que iba retransmitiendo cada canción con la precisión de un reportero deportivo, en contraposición del bajista Franic Rozycki, que, parapetado en una gafas de sol negras, atizaba las cuerdas de su bajo sin mascullar ningún chascarrillo.

Con un setlist muy parecido al que están manejando en su actual gira, echaron manos de viejos conocidos por el público y de sus  nuevos compañeros de viaje incluidos en su último trabajo, el pantagruélico “When the purple emperor spreads his swings”, como siempre amparado por su sello Moshi Moshi. 

Los ingleses, que han leído con fruición el libro de estilos del rock de baja intensidad, han ido añadiendo una balda nada desdeñable con eps, álbumes y compilaciones, prácticamente uno por año (el año que viene soplarán veinte velas); auténtico mérito el de estos defensores de la clase obrera. 

Claro, con este material no es nada extraño que sus show muestre picos y mesetas, desde “Great Big Flamingo burning moon” con esa voz tan nasal de Tattersall que ha hecho de ella una auténtica firma, y con esas guitarras tan denostadamente rockabillies  pero a la par que deliciosas, hasta tirar de sus maravillosos éxitos que saben que van a levantar el concierto. 

Por eso, nos convidaron a su típico plato de “Spaghetti” –ese country embebido de pop-, a abrazarnos y apretarnos fuertemente las manos con su himno a la amistad “French Cricket”, a cantar todos juntos una atípica oda al amor “I love you like a madman/I miss you all the time/I wait for the morning/I will wait all the night”, apoyando a su cantante mientras iba asiendo el despeinado mástil de su guitarra, donde surgían como brotes varias cuerdas que asomaban por encima de sus clavijas. 

Y en toda mise en scéne que se precie de los ingleses no puede faltar el relevo a la voz de su batería Jonny Helm (ojo, con una voz que ya quisieran muchos) y acudir a  su apartado de versiones de los años sesenta, como ya recalcó su cantante, con sendos recordatorios a los catálogos de 13th Floor elevators y a la Creeedence, como tampoco puede faltar rebañar los últimos minutos antes de las once de la noche con dos últimos bises. 

Pero si me tengo que quedar con un momento de la noche fue cuando interpretaron “Just like a drummer”, maravillosa recreación festiva donde nos invitaron a bailar, cantar y preguntarnos por qué no escuchamos más esta canción cuando estamos deprimidos.  

Como colofón a la noche y tirando de cotilleo interno, pudimos ver a Rozycki sacarse el bajo y coger el datáfono para ir despachando todo el merchandising que habían traído y que mostraban sobre un tenderete; si ya lo dije, estos tipos son unos currelas sin remedio.

Ruben

Oriundo de La Línea pero barcelonés de adopción, melómano de pro, se debate entre su amor por la electrónica y el pop, asiduo a cualquier sarao música y a dejarse las yemas de los dedos en cubetas de segunda mano. Odia la palabra hipster y la gente que no calla en los conciertos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *