En una noche en la que el bullicio en la puerta del recinto ya anticipaba una velada extraordinaria, The Pains of Being Pure at Heart volvieron a Madrid para conmemorar los quince años desde que viera la luz ‘The Pains of Being Pure at Heart’, el disco que les puso en el mapa y que, a día de hoy, continúa definiendo buena parte del legado del pop ruidoso de guitarras. El ambiente cargado de expectación se notó desde el primer instante: la sala lucía abarrotada y la emoción era palpable en cada rincón.
La formación que se presentó en el escenario reforzó esa sensación de volver a un momento irrepetible. El vocalista y guitarrista Kip Berman actuó como líder natural, secundado por la incombustible presencia de Peggy Wang en los teclados, el inconfundible toque de guitarra de Christoph Hochheim y la batería siempre firme de Kurt Feldman. En el bajo, por motivos de fuerza mayor, no estuvo Alex Naidus, sustituido por Eddy Marshall, quien aportó una energía arrolladora desde el primer acorde.
La banda venía con la determinación de recrear en vivo cada detalle del espíritu de su primer álbum, y se notó en la contundencia del sonido: más punzante y crudo incluso que en su etapa más recordada. Lejos de ser un simple ejercicio de nostalgia, desplegaron una intensidad absoluta, como si quisieran demostrar que aquel impulso juvenil sigue más vivo que nunca. Y es que parte del encanto del cuarteto (más Marshall al bajo) radica en su habilidad para transmitir esa mezcla de inocencia y furia melódica que tan bien define el tránsito entre la adolescencia y la juventud desaforada.
Arrancaron con ‘Contender’, tema que, como carta de presentación, dejó clara la potencia que se iba a desatar. Todo sonó fresco y brutal, con la banda tocando casi sin descanso. A continuación llegó ‘Come Saturday’, un auténtico himno de fin de semana que puso a saltar a todos los que llevaban esperando años para verlos en directo. ‘Young Adult Friction’, por su parte, encendió ese punto de melodía tierna que tanto impacto causó en su día, mientras el público coreaba el estribillo con una devoción palpable.
El cuarto corte de la noche fue ‘This Love Is Fucking Right!’, cuyo título irreverente y carga emocional siguen desarmando a la audiencia. Seguida de ‘The Tenure Itch’, las guitarras mostraron su faceta más incisiva, con Peggy Wang iluminando la atmósfera desde su teclado y echando chispas con su expresividad habitual. ‘Stay Alive’ continuó con ese espíritu que mezcla fragilidad y fiereza, recordando por qué este disco fue tan influyente en su momento.
Con ‘Everything With You’, uno de los sencillos más celebrados por su inmediatez pop y su riff contagioso, la sala se llenó de sonrisas cómplices. A medio concierto, Berman aprovechó para saludar al público y mencionar las camisetas que veía entre la multitud, fuesen de la propia banda o de grupos completamente distintos. Ese gesto, entre cercano y entusiasta, reforzó la sensación de complicidad que siempre han tenido con quienes les siguen.
Poco después, ‘A Teenager in Love’ sacó a relucir la esencia post-adolescente que la banda domina a la perfección. El clímax continuó con ‘Hey Paul’ y ‘Gentle Sons’, esta última cerrando la interpretación íntegra de su primer largo con un clamor generalizado que pedía más.
La esperada pausa no fue más que un respiro breve. El regreso al escenario trajo el primer bis con ‘Doing All the Things That Wouldn't Make Your Parents Proud’, guiño perfecto a esa rebeldía que tanto los caracteriza. El público se volcó de nuevo con ‘Say No to Love’, recibida como si fuera un himno generacional. ‘Ramona’ sonó delicada y vibrante a la vez, demostrando la versatilidad del grupo para alternar momentos de distorsión con melodías más cristalinas.
Una de las sorpresas llegó con ‘Belong’, un tema posterior a su debut que puso patas arriba la sala y evidenció cómo también supieron evolucionar a lo largo de su carrera, manteniendo intacta esa urgencia sonora. Para cerrar, el colofón no podía ser otro que ‘The Pains of Being Pure at Heart’, la composición homónima que se convirtió en una especie de resumen emocional de lo que fueron y siguen siendo: romanticismo eléctrico y desenfreno juvenil al servicio de un pop envolvente.
Si algo quedó claro al terminar la noche es que este reencuentro no fue un simple ejercicio de mirar atrás. Más bien actuó como una reivindicación necesaria de esas primeras veces que marcan la vida de cualquiera y que, en ocasiones, necesitan ser reavivadas. Paradójicamente, para una buena parte del público no era la primera ocasión que los veía en directo, por lo que aquello de que las segundas ocasiones pueden ser igual de buenas que las primeras, se cumplía con creces. Los aplausos finales sonaron a liberación y a confirmación de que sí, había que revivir este aniversario para sentir de nuevo aquel espíritu con fuerza renovada. Porque, al fin y al cabo, el ímpetu de la primera juventud nunca termina de marcharse si encuentra un lugar donde resonar con la misma honestidad que una guitarra al borde de perder su melodía en el ruido más sanador.
