Crónica

The New Raemon & McEnroe

Wolf

17/05/2025



Por -

No lo tenía fácil Dimas Rodríguez esta noche: no solo debía competir con Eurovisión y su querencia por espónsores genocidas, sino que también tuvo que lidiar con la desgana y la mala educación de un público que rumiaba y entorpecía las delicadas canciones de Invisible Harvey, su proyecto musical.

Mucho mejor les fue a The New Raemon & McEnroe, que volvían a la carretera para presentar su segundo disco grabado al alimón: 'Nuevos bosques', estrenado el año pasado bajo el sello de BCore.

Un trabajo paritario donde, esta vez, la mayoría de los textos los firma Ricardo Lezón y la música, Ramón Rodríguez. Su mayor virtud es la excelente química entre ambos artistas, sin lucha de egos ni zancadillas, algo que se evidencia constantemente en las risas y chascarrillos que desgranan sobre el escenario.

Iniciaron la velada con 'Camino verde', un tema extenso que transita por meandros y cuestas, algo torpe en ejecución debido a algún que otro reverb desafortunado. Pero no me malinterpretéis: este es un tema solemne, preñado de slowcore o, lo que es lo mismo, ese pop de tanatorio, triste y sofisticado, que tan bien perpetran esta singular cópula artística.

Más luz arrojó 'Amor mío', donde los afilados coros de Ricardo secundan y ensanchan la voz de Ramón; un Ramón, por cierto, bastante omnipresente vocalmente en los primeros temas del repertorio.

En estos primeros minutos ya se viralizaba en la sala un famoso eslogan que alguien había espetado al público: “Callarse, coño”, que el grupo hizo suyo para invitar, entre bromas, a los asistentes a moderar el tono. Incluso juguetearon con la idea de usarlo como lema en una próxima gira.

Sin apenas pausa, fueron engarzando uno tras otro los temas de su último trabajo: 'Banderas rojas', 'La bondad', 'Sombra', 'El Saltillo' o 'Café en Pomona', que, parafraseando a Ramón, “esta es la de Tom Waits”, aunque más bien recuerda, en cierta medida, a Joaquín Sabina, lo cual no deja de ser un halago (o no).

Tras ese sprint inicial, retomaron algunas canciones de su primer disco, como 'Lluvia y truenos', con esas marimbas tan bien empastadas en el álbum pero que apenas se percibían en el directo. Aunque, he de decir, en estas primeras incursiones en su álbum de 2017, me quedo con 'La carta', con ese ritmo mortecino tan Low (el grupo), donde se encuentra una de sus mejores estrofas: “¿Por qué fui solo la espuma pudiendo ser el mar?”. Y es que, como ya decía Ramón —más por convicción que por bonhomía—, vaya pedazo de letrista está hecho su compadre.

La última parte del concierto estuvo marcada por un certero medley de canciones de ambos grupos. “¿Éxitos, qué éxitos?”, bromeaban mientras se turnaban para cederse la parte vocal. Por un lado, McEnroe recordó 'Agosto del 94', mientras que Ramón revisitó 'Caen los árboles' y 'Lo bello y la bestia'. Es en este momento cuando uno se da cuenta de la innegable sintonía entre ambas propuestas y se convence de que era inevitable que terminaran convergiendo en un proyecto común.

Como propina, y fuera del setlist que habían chivado a los fotógrafos, Ramón tuvo el detalle de regalarnos 'Te debo un baile', magnífico punto final para una velada entre amigos, no muy concurrida pero sí bien avenida. Y mientras Melody descendía a los infiernos de la parte baja de las votaciones de Eurovisión, nosotros ya les habíamos colocado twelve points a los allí presentes.

Ruben

Oriundo de La Línea pero barcelonés de adopción, melómano de pro, se debate entre su amor por la electrónica y el pop, asiduo a cualquier sarao música y a dejarse las yemas de los dedos en cubetas de segunda mano. Odia la palabra hipster y la gente que no calla en los conciertos.