El pasado miércoles asistimos a una de esas veladas destinadas a la celebración de los recuerdos y la reafirmación de cómo las carreras musicales de los protagonistas no han perdido ni un ápice de entusiasmo con el paso de los años. Joel Gibb (The Hidden Cameras) y Owen Pallett se presentaban en la sala El Sol en uno de esos directos donde su predisposición a satisfacer a sus fans era más que evidente desde el primer momento, no teniendo ninguna prisa por ejecutar un setlist de lo más completo, ni tampoco ahorrando las dosis de carisma que caracterizan a ambos.
Tan solo basta con mirar el reloj cuando terminaron sus actuaciones, coronando un directo por encima de las dos horas y media, que les sirvió para repasar en solitario y juntos, temas cumbre de la mayoría de sus álbumes. Así fue como unieron sus caminos en una velada donde volver a ser conscientes de su importancia como artistas innovadores dentro del queer pop, aportando una forma de hacer canciones muy diferente entre sí, pero de sensibilidades complementarias.
La primera parte de la noche corrió a cargo de un Joel Gibb impolutamente vestido de blanco, risueño y con ese ímpetu que puebla la mayoría de sus composiciones. Centrándose en la recta inicial del directo en dar rienda suelta a su vertiente más folk, aquella que contrasta con los momentos más festivos y sintéticos de trabajos como AGE, no dudo en enfundarse su guitarra y atacar desde un primer momento composiciones como ‘Golden Streams’, ‘Follow These Eyes’ o ‘Builds The Bone’. Desvestidas de los arreglos de su versión de estudio, Joel logró unas adaptaciones más sentidas y desgarradoras, mostrándonos el núcleo de unas composiciones donde destacar de por sí una belleza lírica que casi siempre lleva impresa la huella de las reflexiones vitales más tristonas.
Sin embargo, también hubo tiempo de sobra para recorrer un espectro mucho más relacionado con la ligereza pop más juguetona, invitando al público a hacer los coros de ‘Awoo’, para no tardar mucho en volver a replegarse sobre la melancolía de ‘Fee Fie’. A partir de aquí, tampoco faltaron temas en los que darle al play y dejar que las bases pregrabadas aportasen la nota disco, derrochando al mismo tiempo teatralidad para introducirnos a mundos de lo más coloridos como los de ‘Underage’. De este modo, su puesta en escena en solitario resultó de lo más completa.
Centrándonos en el momento en el que Joel y Owen compartieron solitario, pudimos comprobar la perfecta compenetración que ambos poseen, abriendo las puertas de los arreglos más preciosistas de las canciones de The Hidden Cameras a manos de un Owen Pallett que rehuyó los focos en este tramo del directo. Así fue como rápidamente nos brindaron ‘Fear Is On’ y ‘Bread of Brat’, conduciéndonos a puntos muy diferentes de la trayectoria de Joel, pero que puestos en contraste y ejecutados consecutivamente revelan como siempre ha habido elementos comunes a lo largo de sus discos.
A partir de aquí, decidieron dar espacio a la celebración del veinte aniversario de The Smell Of Our Own, recuperando de forma más que acertada ‘Boys Of Melody’, ‘Ban Marriage’ y una ‘A Miracle’ que desveló como siempre reside esa mirada ligeramente esperanzada en la música del canadiense. De esta forma cerraron esta etapa del directo, dando inmediatamente el relevo a la música de Owen en solitario.
Había pasado mucho tiempo desde que el músico que publicó sus canciones como Final Fantasy actuó en nuestro país por última vez. Sin lugar a dudas, sus seguidores se encontraban expectantes por saber como habían tratado estos últimos años al artista, comprobando rápidamente como sigue siendo una persona bromista y muy atenta con todo el feedback que recibe desde el público. Hablándonos de como una vez tuvo amigos en Madrid, pero que ya había perdido el contacto porque precisamente dichos amigos se pelearon entre sí, o cómo se enganchó al videojuego de Elder Ring durante la pandemia, observamos el poso sereno del músico canadiense.
Hablando ahora ya del plano puramente musical del directo, podemos afirmar que no escatimó en ningún tipo de recurso a la hora de recrear todo tipo de sonidos que creía que no podían faltar en la adaptación de unas canciones que ya de por sí siempre resultan complejas de reducir. Bajo esta premisa empezó a hacer gala de su juego de pedales y loops en la hermosa ‘Polar Vortex’, perteneciente a su bastante reciente LP Island.
No tardó mucho en remitirnos a discos emblemáticos de su trayectoria, recuperando la siempre inquieta ‘This Lamb Sells Condos’ de He Poos Clouds o la in crescendo ‘The CN Tower Belongs to the Dead’ que en esta ocasión sonó con un semblante mucho más solemne y serio. También hubo espacio para recrearse en los momentos más punzantes de cuerdas con ‘I Am Not Afraid’, aportando el toque más incisivo y devastador al directo, pero también encontrando mayor sereno en una ‘The Passions’ que también recuperó del In Conflict.
Sin ser muy conscientes de como las canciones iban discurriendo ante el virtusismo de un músico que hace que las interpretaciones más inverosímiles parezcan los más simple del mundo, fuimos entrando en una recta final donde destacó sobremanera esa ‘E Is for Estranged’ con la que ponernos la borde de la lágrima y la final ‘Lewis Takes Off His Shirt’ con la que ya activar todos los botones que quedaban aún sin usar de su aparataje electrónico.
Con el público en comunión total, todavía hubo espacio para que Joel regresase y juntos nos ofreciesen ‘We Oh We’ como un auténtico himno con el que renovar ilusiones vitales con las que recordar como el camino recorrido ha merecido la pena. Sin lugar a dudas, su concierto también lo mereció mucho, brindándonos el mayor regalo que se puede hacer a todos aquellos cuya música a estado asociada a una parte importante de sus vidas.
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