Neil Hannon y su banda regresaban a Madrid dispuestos a repasar lo mejor de su trayectoria, pudiendo de este modo recrearse en la solidez de un repertorio que a estas alturas resulta casi inabarcable. Por lo tanto, la gran duda que teníamos los presentes en su concierto en el Teatro Nuevo Apolo era comprobar qué composiciones se dejarían fuera en una velada que de antemano intuíamos que iba a ser memorable. Aparte de este interrogante, también siempre viene bien darse cuenta de como han envejecido ciertos clásicos del grupo, o simplemente sentir qué es lo que nos evocan composiciones que fácilmente pueden tener más de 20 años. De este modo, volver a revivir temas pertenecientes a Fin de Siecle o Casanova provocó en más de uno una perfecta avalancha de recuerdos un tanto remotos que sin lugar a dudas edulcoraban el presente de una bonita forma.
Con un aforo que prácticamente rozaba el lleno, el concierto daba inicio de forma fulgurante con una ‘Absent Friends’ con la que poder rescatar el sonido más épico y clásico de la banda. Desde los primeros compases se pudo sentir como estábamos ante una noche grande, ya que todo estaba preparado al milímetro para que el sonido fuese perfecto y el juego de luces aportasen esa parte teatral en la que las dotes de crooner de Neil resaltan a las mil maravillas. Si ya de por sí nuestro protagonista tiene una facilidad pasmosa de meterse al público en el bolsillo, durante toda la actuación se le veía más que cómodo haciendo bromas sobre su edad o cómo tenía tantas canciones en el setlist que alguna letra incluso se le escapaba.
A medida que avanzaba el directo nos dimos cuenta de como el setlist transcurría de forma alfabética, no importando la etapa en la que los temas hubiesen sido compuestos, sino como habían sido nombrados en el momento. Quizás debido a este curioso orden pudimos percibir más de lleno como su discografía siempre se ha mantenido en unos estándares de elegancia y calidad envidiables, pudiendo saltar desde tiempos más recientes encerrados en ‘At The Indie Disco’ hasta una ‘Bad Ambassador’ que alcanzó esos momentos de gran delirio vocal que en algún otro momento de la noche volverían a resurgir con gran fuerza.
No importaba realmente el tramo del concierto en el que nos encontrásemos, ya que resultaba pasmoso observar interpretaciones de matices totalmente atemporales y cargadas de ese pop barroco que nos saca del mundo real. Así es como también daba rienda suelta a las particulares historias encerradas en sus canciones, repletas de personajes que con el paso del tiempo se han vuelto más entrañables, algo que ocurrió con claridad en composiciones como ‘Come Home Billy Bird’ o una ‘Your Daddy's Car’ que sonó incluso con un tono más juguetón de cómo la recordábamos. Encadenando un tramo final de la primera parte realmente avasallador con ‘Generation Sex’, ‘How Can You Leave Me on My Own’ y ‘I Like’, se despidieron totalmente para tomar un refrigerio y dejarnos unos instantes en los que echar las cuentas de todo lo que tenían aún en el tintero.
La segunda parte dio comienzo de la forma más solemne posible, con un Neil Hannon luciendo unas gafas negras que pegaban muy bien con ese tono compungido de ‘A Lady of a Certain Age’. A partir de ahí, continuó el directo intentando rebajar algo la euforia gracias a composiciones más a ralentí como ‘Love What You Do’ y ‘Lucy’, todo ello con la vista puesta a ganar fuerzas para lo que se intuía que iba a ser una traca final en donde quizás ya se rompía el orden alfabético de los temas. Este se mantuvo justo hasta el momento en el que sonaron los acordes de aroma clásico de ‘The Summerhouse’ y la alegría manifiesta y desatada de ‘Something For The Weekend’, dos temas que fueron enormemente celebrados, haciéndonos ver como el público disfrutaba tanto con la cara más entregada como con la más animada de la banda.
Entrando ya en la recta final, por supuesto que no podían faltar ‘National Express’ y ‘Tonight We Fly’, esta última siendo interpretada con una mayor dosis de emotividad que sirvió para descubrir una vez más como las estructuras lógicas tampoco son muy necesarias en sus canciones. Con la gente ya por entonces levantada frente a sus asientos, teníamos bien claro que todavía quedaba alguna joya oculta a modo de bises, no pudiendo faltar un buen equilibrio entre los nuevos tiempos y lo remotos gracias a ‘To the Rescue’ y ‘Songs of Love’.
Tras poner una vez más a todo el teatro en pie, daban por finalizado el concierto, pero ante la enorme insistencia de los asistentes, tuvieron prácticamente que improvisar una ‘Sunrise’ donde Neil quemó definitivamente sus últimos cartuchos vocales para alcanzar ese toque de dramatismo tan reconocible y encantador que aparece a lo largo de su discografía. Así es como dio por acabado el concierto soñado tanto para los fans de la banda como para aquellos que quizás aún no habían caído rendidos hasta la fecha a las bondades del norirlandés.
