Nuestro 2015 musical comenzó de una forma muy interesante gracias a Travis Trevisan al frente de su proyecto Tape Deck Mountain. Con su reciente primer LP bajo el brazo, editado en nuestro país por Acuarela Records y Mouca, la ocasión se antojaba perfecta para sumergirnos en ese ruido espectral que tanto le debe a la estética Lo-Fi como a las dentelladas del grunge menos dinámico. En su directo nos demostró esas dos caras junto con otros muchos apuntes interesantes que convirtieron la velada en un buen paseo por toda la vertiente noise que nos dejaron los 90 junto con todo lo que desencadenó en años sucesivos.
Los encargados de romper el hielo fueron los locales Mystery Chain. Una combinación cuanto menos curiosa de sonidos arábigos, futurismo, tropicalismo y una parte teatral que realmente les sienta muy bien. Los miembros del grupo nos demostraron ser muy polifacéticos, volcando el mayor peso del concierto en instrumentos de cuerda como el violín y violonchelo. Nos presentaron las canciones de su primer EP, con dedicatoria a John Coltrane incluida, controlando bien los tiempos y creando un cierto ambiente enigmático. Historias curiosas en las que los protagonistas buscan el significado de la vida y lo encuentran en elementos gastronómicos de lo más populares. Alcanzando seguramente el momento más animado del concierto con ‘Alice’, nos aportaron contraste frente a lo que posteriormente nos esperaba con la banda de San Diego.
Minutos después, Travis a la guitarra y John a la batería comenzaban con un sonido en todo momento muy oscuro pero inspirador. Una luz tenue que apenas mostraba sus rostros resultó ser la idónea para sentir muy de cerca ese noise aferrado a los fanzines perdidos junto con un espíritu de revolución interior que nunca llega. Los primeros acordes que pudimos disfrutar fueron los de ‘Devil Town’, el clásico de Daniel Johnston que sonó muy distorsionado, aterrador y perfecto para ilustrar la ciudad en la que nos encontrábamos. Un Travis tímido frente al público y totalmente dedicado a un juego de pedales realmente envidiable. Tras esta buena introducción, en seguida dieron rienda suelta a las canciones de su primer LP Sway. Temas que suenan como salidos de una buhardilla situada en la cara norte y con vistas a un bonito paisaje. Este fue el caso de ‘Half Life’, el segundo tema de la noche y que resume muy bien las características de sus temas. Cuerdas apretadas con rabia y atmósferas que recuerdan al dream-pop en ese preciso instante en el que se abraza con la saturación más aliviadora de grupos como Male Blonding.
En todo momento supieron muy bien a donde dirigir el concierto, introduciendo en la euforia sumergida de canciones como ‘PI’. Perfecta sincronización de la batería con unos rasgueos contundentes para provocar un estado de euforia encubierta. Una amalgama de buenas referencias se abrieron paso en el momento en el que Travis decidió recrudecer más sus sonidos y al mismo tiempo sonar más espaciales que nunca. Desde el pie en el acelerador al más puro estilo de Dinosaur Jr. hasta el ambiente desconcertante de Spacemen 3. Un amplio abanico que Travis recoge y lo perfila en sus canciones de dormitorio en algo más embriagador. Algo así es lo que ocurrió con ‘That’s You. Un tono funesto y amenazador en el que se desenvolvió una melodía que languidecía de una forma muy admirable.
Volviendo a aparecer la figura de Daniel Johnston por segunda vez consecutiva, llegó un ‘True Love Will Find You in the End’ que sonó más hiriente que nunca. Un control emocional vertido hacia un lado ensordecedor que nos demostró que las versiones pueden aportar bastante al tema original. Aproximándose el final de la velada con un mayor número de decibelios, llegó de forma totalmente narcótica ‘Always Lie’. El momento en el que totalmente podías alojar tu cabeza en la nube sonora y observar el panorama que rodea tu vida. Un tema interpretado prácticamente con los ojos cerrados a no ser por el tramo final en el que el uso de pedales fue realmente demoledor. Una sensación de torbellino que por fin conseguía hacer callar a aquellos que van a un concierto a no dejar de hablar. A pesar de que parecía que todas las fuerzas se habían desvanecido con este tema, Travis regresó al escenario para interpretar la última de la noche a petición expresa de una asistente. Se trató del ya olvidado ‘Ghost Colony’ al que el músico no se atrevía en un primer momento a meterle mano. Sin embargo el resultado fue el deseado. Tres minutos de soledad y conversación con su interior en el que las sombras del pasado parece que jugaron un papel importante.
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