Crónica

Slowdive

La Riviera

06/02/2024



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Día grande en la ciudad para los fans de esos sonidos shoegaze que nunca mueren. Slowdive por fin llegaban para presentar sus nuevas canciones en sala. Informándonos de camino a La Riviera de la repentina cancelación de Pale Blue Eyes, la banda que ejercía de telonera del plato fuerte de la noche, debido a un inoportuno pinchazo en su camino desde Barcelona a Madrid, intuíamos que los nervios y la espera se iban a agudizar algo más. Sin embargo, el ver el recinto prácticamente lleno a más de una hora del inicio del concierto, sirvió para reafirmarnos en nuestra decisión de llegar con antelación.  Así pudimos disfrutar de Neil Halstead, Rachel Goswell y compañía mucho más de cerca presentando su aclamado Everything is Alive.

Las luces se apagaron y el público contuvo el aliento. Los acordes iniciales de 'Shanty' emergieron en la oscuridad, dando paso a un viaje onírico de texturas y capas sonoras. La atmósfera etérea tan característica de Slowdive inundó el recinto. Las guitarras de Halstead y Savill tejían un manto hipnótico sobre la contundente base rítmica de Chaplin y Scott. La voz de ensueño de Goswell flotaba ingrávida sobre la marea de sonido.

Temas como 'Star Roving' y 'Catch the Breeze' desataron el júbilo del público, que coreaba los estribillos éxtasis. Los fans más veteranos retrocedieron décadas cuando sonaron clásicos como 'Crazy for You' y 'Souvlaki Space Station', recibidos con fervor religioso. Slowdive transformaba el espacio en una cápsula del tiempo donde el shoegaze de los 90 renacía en todo su esplendor.

El punto culminante llegó cuando los acordes iniciales de 'When the Sun Hits' envolvieron el recinto como un cálido abrazo. La euforia fue total, miles de voces entonando la letra al unísono como un mantra generacional inolvidable. Lo mismo ocurrió con 'Alison', himno definitivo de la banda.

El broche de oro del set llegó con '40 Days', monumental pieza shoegaze que desató pasiones encontradas entre melancólica nostalgia y catarsis colectiva. Una ovación atronadora selló el fin del capítulo.

Pero Slowdive regresó para unos bises imborrables. 'Sugar for the Pill' era pura delicadeza, una caricia sonora que erizaba el alma. Luego 'Dagger' golpeó el corazón con su cruda melancolía. El colofón fue una extensa y lisérgica versión de 'Golden Hair' de Syd Barrett, la cual se extendió más allá de 10 minutos en una comunión psicodélica entre banda y público.

El concierto culminó y las luces se encendieron, devolviendo a la realidad a una audiencia que compartía de forma unánime lo inmaculado que había sido el directo. Slowdive una vez más nos hicieron comprobar su magia para manipular el tiempo y transportar a quien los escucha a un universo paralelo de ensoñación. Madrid fue testigo privilegiado del regreso de una leyenda viva del shoegaze, que demostró estar en su mejor momento creativo.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.