La noche del miércoles 21 de agosto, la sala El Sol de Madrid vibró con la energía cruda y electrizante de Sheer Mag. El quinteto de Filadelfia demostró por qué se ha ganado una reputación formidable en la escena del rock contemporáneo, ofreciendo un espectáculo que dejó una impresión duradera en los asistentes.
Antes de que Sheer Mag se subiesen al escenario, las locales Oxy ofrecieron un concierto con el que demostrar su gran versatilidad en cuanto al rango estilístico que atesoran sus composiciones. La banda formada por Ele, Kristen y Waku ofrecieron un breve pero significativo set cargado de canciones que apuntan a múltiples direcciones. Transitando por los terrenos del post punk más rítmico, pero dejándose llevar también hacia esos sonidos donde el garage de corte californiano juega un papel importante, lograron condensar la atención del público en todo momento.
Con unas letras comprometidas con la realidad social, del mismo modo que ese énfasis interpretativo, bien medida a camino entre mostrar los matices más oscuros de su música y enfoque mucho más punk, podemos afirmar que el trío afincado en Madrid sabe muy bien cómo reflejar todas esas historias plagadas de claroscuros que esconden sus canciones. Por lo tanto, su inclusión en la velada resultó de lo más acertada como previa perfecta para lo que llegaría después con Sheer Mag.
Desde el momento en que el grupo subió al escenario, quedó claro que no estábamos ante una banda común. Su presencia imponente y su actitud desafiante anticipaban lo que estaba por venir. El local, con su atmósfera íntima y cargada de historia, parecía el escenario perfecto para la propuesta musical de Sheer Mag, que fusiona elementos del rock clásico de los 70 con una sensibilidad moderna y un espíritu punk innegable.
La vocalista Tina Halladay, con su característica melena rubia y una mirada penetrante, se posicionó frente al micrófono con una confianza arrolladora. A su lado, los guitarristas Matt Palmer y Kyle Seely empuñaban sus instrumentos como si fueran armas, listos para desatar una tormenta sónica. El bajista Hart Seely y el baterista completaban la formación, creando una base rítmica sólida que sustentaría el asalto musical que estaba por comenzar.
Sin preámbulos ni presentaciones innecesarias, la banda arrancó con 'Playing Favorites', el tema que da título a su más reciente álbum. Desde las primeras notas, quedó claro que Sheer Mag no estaba aquí para complacer a nadie más que a sí mismos y a aquellos que aprecian el rock en su forma más pura y visceral. El riff inicial, potente y pegadizo, se clavó en el pecho de los espectadores, marcando el ritmo frenético que dominaría toda la noche.
La voz de Halladay, una mezcla única de potencia y vulnerabilidad, se elevó por encima del muro de sonido creado por sus compañeros. Su timbre, reminiscente de las grandes vocalistas del rock de décadas pasadas, pero con un toque contemporáneo inconfundible, cautivó a la audiencia desde el primer momento. Las letras, cargadas de emociones crudas y observaciones agudas sobre la vida y la sociedad, resonaron con fuerza en la sala.
Sin dar tregua, la banda enlazó con 'Eat It and Beat It', otra canción de su nuevo material. El contraste entre la ferocidad de los instrumentos y la melodía pegadiza del estribillo demostró la habilidad de Sheer Mag para crear himnos que son tan aptos para cantar a pleno pulmón como para desatar el caos en un mosh pit que sin embargo no llegó en ningún momento de la noche.
A medida que avanzaba el concierto, se hizo evidente que Sheer Mag no es solo una banda de rock más. Su sonido, aunque claramente influenciado por el hard rock y el power pop de los 70, tiene una frescura y una urgencia que lo hace relevante en el panorama musical actual. Las guitarras de Palmer y Seely se entrelazaban en duelos épicos, alternando entre riffs contundentes y solos vertiginosos que evocaban a los grandes guitarristas del pasado, pero con un toque moderno y personal.
'Sit And Cry' ofreció un breve respiro en la intensidad, mostrando una faceta más vulnerable de la banda. La interpretación emotiva de Halladay demostró que detrás de su imagen de chica dura hay una artista capaz de transmitir una amplia gama de emociones. El público, que hasta ese momento había estado saltando y coreando cada canción, se sumió en un silencio respetuoso, absorto en la atmósfera creada por la banda.
Sin embargo, la calma no duró mucho. Con 'Don't Come Lookin', Sheer Mag volvió a pisar el acelerador. El ritmo frenético y la actitud desafiante de la canción encendieron de nuevo al público. Era imposible no moverse al son de esa música que parecía surgir directamente de las entrañas de la tierra. A estas alturas del concierto, el calor en la sala era sofocante. El sudor corría por los rostros de los músicos y del público por igual, pero nadie parecía notarlo. La conexión entre la banda y la audiencia era palpable, una simbiosis perfecta donde la energía fluía en ambas direcciones.
'Moonstruck' demostró la versatilidad de Sheer Mag. Con un ritmo más cadencioso y una melodía que se quedaba grabada en la mente, la canción ofreció un contraste interesante con el material más agresivo. Fue un momento que permitió apreciar los matices en la voz de Halladay y la habilidad de la banda para crear atmósferas diversas dentro de su propuesta sonora.
La sección rítmica, que hasta ahora había mantenido un perfil más discreto pero fundamental, tuvo su momento de gloria con 'Mechanical Garden'. El bajo de Hart Seely se hizo protagonista, marcando una línea melódica hipnótica sobre la cual el resto de la banda construyó capas de sonido. El baterista, por su parte, demostró por qué es considerado uno de los más sólidos de la escena, manteniendo un ritmo implacable que hizo temblar los cimientos de la sala.
A medida que avanzaba la noche, quedaba claro que Sheer Mag no es solo una banda de directo impresionante, sino también un grupo con un mensaje. Entre canción y canción, Halladay compartió breves reflexiones sobre temas sociales y políticos, demostrando que detrás de su música hay una conciencia y un compromiso que va más allá del mero entretenimiento.
'Nobody's Baby' fue recibida con una ovación. Este clásico del repertorio de Sheer Mag desató la locura en El Sol. El público, ya completamente entregado, coreaba cada palabra como si fuera un mantra. La energía en la sala alcanzó niveles estratosféricos, con un mosh pit en el centro que parecía un torbellino humano.
Sin dar tregua, la banda enlazó con 'Expect the Bayonet', otro de sus temas más conocidos. La letra, cargada de contenido político y social, resonó con fuerza en la sala. Era evidente que, para muchos de los presentes, Sheer Mag no es solo una banda de rock, sino un vehículo para expresar frustraciones y anhelos compartidos.
'Silver Line' ofreció un momento de introspección en medio de la tormenta. La interpretación emotiva de Halladay demostró una vez más su versatilidad como vocalista. La canción, con su letra reflexiva y su melodía evocadora, creó un ambiente casi onírico en la sala, contrastando bellamente con la energía frenética del resto del set.
Conforme el concierto se acercaba a su clímax, la banda parecía ganar energía en lugar de perderla. 'Need to Feel Your Love' fue interpretada con una pasión desbordante. El solo de guitarra, ejecutado con maestría, arrancó gritos de admiración del público. Era evidente que estábamos presenciando a músicos en la cúspide de su arte, capaces de llevar su música a nuevas alturas en cada interpretación.
Para cerrar el set principal, la banda eligió 'Turn It Up', y vaya si cumplieron con el título. El volumen parecía haber aumentado, si es que eso era posible. La energía en el escenario era contagiosa, y el público respondió con igual entusiasmo. Tras una breve pausa, durante la cual el público no dejó de corear el nombre de la banda, Sheer Mag regresó para los bises. 'What You Want' fue recibida con una ovación ensordecedora. La interpretación fue visceral, con la banda dando todo lo que le quedaba en el tanque.
Finalmente, como broche de oro, llegó 'Fan the Flames'. Desde los primeros acordes, era evidente que estábamos ante el clímax de la noche. La canción, un himno de resistencia y empoderamiento, fue interpretada con una intensidad que rozaba lo catártico. El público, en un frenesí colectivo, saltaba y coreaba cada palabra como si su vida dependiera de ello. Cuando las últimas notas se desvanecieron y las luces se encendieron, la sala quedó sumida en un silencio reverencial, roto solo por los aplausos y vítores que no cesaban. Los músicos, visiblemente agotados, pero con sonrisas de satisfacción en sus rostros, agradecieron al público antes de abandonar el escenario.
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