Sean Nicholas Savage recalaba en Madrid dentro de su nueva y generosa gira por nuestro país, contando en esta ocasión con un formato inédito hasta la fecha, ya que sobre el escenario también se encontraban Pascal Chenard y Max-Elie Oboukangongo encargados de tocar los teclados. Bajo la luz roja inmutable de la sala Clamores y con el público intentando que la distancia entre ellos y el músico canadiense fuese la mínima, el directo transcurrió bajo una gran admiración y respeto por parte de todos los que estaban allí presentes.
Si bien es cierto que los conciertos de Sean Nicholas siempre han estado marcados por interpretaciones a flor de piel, poses dramáticas y esa forma en la que de verdad sientes que el artista está volcando y evocando el cúmulo de emociones que le llevaron a escribir esos temas, en esta ocasión todas estas características se vieron incluso magnificadas debido a las circunstancias bajo las que nuestro protagonista escribió sus dos trabajos más recientes. Está claro que el aislamiento y la forma en ver como se venía todo abajo que imperó en Life Is Crazy y su inminente Shine, en directo han propiciado que su creador se encuentre aún más poseído por todas aquellas situaciones abrumadoras que describen en sus temas.
Con un setlist centrado prácticamente en los temas de estos dos recientes discos, abrió la velada precisamente con ‘Shine’, la canción que da título al que será su próximo trabajo y que sirve para dejar bien claro como su instinto para transitar entre lo decadente y lo bello de una forma natural sigue intacto. Con los tres músicos perfectamente coordinados en todo lo relacionado ir alcanzando los momentos de máximo clímax al estilo de lo que ocurre en los piano bares, pudimos comprobar de primera mano como la extrema delicadeza del sonido resultaba idónea para que estas canciones tuviesen aún más capacidad de emocionar.

En esta línea también llegó ‘Comet’, uno de los singles más rotundos que ha escrito el canadiense en los últimos años y que en directo nos desvela a un músico capaz de reponerse de las estrofas más doloras para coger un nuevo impulso, sintiendo como ante todo la esperanza siempre se mantiene en el horizonte. Todo esto se evidenciaba en esos momentos en el que Sean Nicholas Savage se encontraba sumergido en el lamento y arrodillado interpretando el tema, para posteriormente divagar por el escenario con la alegría que proporciona el saber como no todo siempre será tan oscuro.
Más detalles interesantes llegaron con ‘Feel Like A Child’, una canción capital para él debido a que fue la primera que compuso tras superar la depresión causada por la pandemia. Sintiendo como los nuevos comienzos siempre pueden llegar de la forma más inesperada, esta canción nos dejó ante su enorme capacidad de elaborar baladas propiamente setenteras con las que conducirnos a su particular ceremonia donde el dolor, la curación y el amor profesado hacia las personas cercanas tienen cabida en el mismo espacio.
Comprobando como la velada transcurría a través de una placidez difícilmente rompible, todo ello sin olvidarnos del embelesamiento que produce el completo desnudo emocional de sus directo, llegaron más momentos destacados como los de una ‘Thrill Me’ donde nos encontramos ante los picos de intensidad vocal más elevados de la noche. Tampoco se quedaron cortas en cuanto a lirismo desorbitado ‘Life Is Crazy’ o ‘Misteries’, esta segunda con una introducción previa en la que nos quedó claro como nunca será posible conocer al máximo a otra persona.
Sintiendo como el directo poco a poco se iba apagando entre los acordes edulcorados del teclado de Pascal, aún quedaban canciones de esas que demuestran la enorme capacidad del artista para condensar todas las emociones universales más plenas, tal como ocurrió en una ‘I Believe in Everything’ con la que se pudo comprobar alguna que otra lágrima corriendo por las mejillas de los asistentes. Mención destacada también mereció una ‘Over The Night’ con la que explotar al máximo su falsete y despedirse momentáneamente. Como bis llegó la interpretación casi a lo Vangelis de ‘Metro Phenomenon’, culminando de este modo un directo donde conjugar experiencias vitales antagónicas, pero donde ante todo siempre prima el mantener la ilusión de las primeras veces.

