Crónica

Quivers

Sala Maravillas

13/12/2024



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El pasado viernes 13 de diciembre, la sala Maravillas se transformó en un espacio destinado al disfrute de las canciones redondas gracias a Quivers. La banda australiana ofreció un concierto de alta intensidad emocional donde el jangle pop se entrelazó con una profunda sensibilidad americana. Desde el primer acorde, quedó claro que no era solo un concierto, sino un encuentro íntimo entre músicos y público.

La noche comenzó con 'Screensaver', una introducción brillante que encapsula la nostalgia moderna con un halo de ensueño. El público, al principio contenido, pronto se dejó llevar por los acordes envolventes y la voz de Sam Nicholson, que pareció abrir una puerta a recuerdos compartidos. Las melodías cristalinas se hicieron eco en cada rincón de la sala, prometiendo una noche inolvidable.

La intensidad creció con 'Gutters of Love', donde las guitarras fluyeron como un río imparable. El tema, cargado de una melancolía esperanzadora, mostró la habilidad de Quivers para combinar lo íntimo con lo grandioso. El tercer tema, 'If Only', trajo una atmósfera introspectiva y sincera, cargada de una energía serena que envolvió a todos los presentes.

A lo largo del concierto, Sam Nicholson dedicó varias canciones a Gonzalo, del sello Bobo Integral, que publicó el primer disco del grupo. Sus menciones desataron aplausos y risas cómplices, creando un vínculo especial entre banda y público. Era como si esa relación musical se hubiera convertido en algo personal para todos los presentes.


Con 'Chinese Medicine', el tono cambió ligeramente hacia lo etéreo, creando un contraste perfecto con la potencia melódica de 'More Lost'. En esta última, las armonías vocales de Bella Quinlan y Holly Thomas tomaron protagonismo, elevando la canción a un estado casi espiritual. La sincronización entre los miembros de la banda fue impecable, como si cada acorde estuviera diseñado para conectar corazones.

El concierto continuó con 'Pigeons', un tema vibrante que puso a bailar a la audiencia, y luego 'Oyster Cuts', donde Quinlan asumió el papel principal con una interpretación suave pero llena de intención. Su voz, cálida y segura, añadió una profundidad especial, mostrando la versatilidad del grupo. El público respondió con entusiasmo, dejándose llevar por la fuerza emocional de cada verso.

La energía alcanzó su punto álgido con 'Pink Smoke', que desplegó una atmósfera de misterio y magnetismo. Las guitarras entrelazadas y la percusión pulsante hicieron de este tema un viaje sonoro hipnótico. Sin embargo, fue con 'When It Breaks' y 'Hold You Back' cuando la sala explotó en coros masivos. Los estribillos poderosos parecían creados para ser cantados en masa, y esa noche encontraron su hogar en Madrid.

'Never Be Lonely' fue un momento cargado de lirismo, donde la honestidad emocional de la banda se manifestó con una claridad conmovedora. Luego llegó 'Apparition', un tema que destila nostalgia y esperanza, perfecto para esa conexión intensa que solo la música en vivo puede generar.


Uno de los momentos más especiales de la noche fue su versión de 'I Just Want to See You So Bad' de Lucinda Williams. El tema se convirtió en una declaración de amor a la música americana que tanto ha inspirado a Quivers. La interpretación fue apasionada y sentida, como si estuvieran rindiendo homenaje a sus raíces musicales mientras afirmaban su propia identidad artística.

El set principal concluyó con 'You're Not Always On My Mind', una canción que captura perfectamente la esencia de Quivers: melancolía transformada en belleza. Sus armonías vocales y su estructura melódica construyeron un cierre catártico que dejó al público completamente entregado. Sin embargo, el concierto no podía terminar ahí.

Para el bis, interpretaron 'Riding On The Hearses', un tema profundamente emotivo y evocador. Sus acordes finales resonaron como un eco de todo lo vivido esa noche. Fue un cierre que dejó a todos con una mezcla de euforia y nostalgia, como si los últimos acordes se resistieran a desaparecer.

Si ya de ante mano sabíamos que iba a ser una velada de emociones desatadas, el sabor que nos dejó la finalización del concierto lo confirmó. Las miradas cómplices entre los miembros de la banda, la respuesta apasionada del público y la atmósfera íntima de la sala Maravillas crearon una noche para recordar. Quivers logró algo especial: hacer que cada canción se sintiera como una conversación personal, un hilo invisible que conectó a todos en la sala.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.