Crónica

PUP

Mon Live

27/05/2025



Por -

La Sala Mon se llenó hasta el techo para recibir a PUP dentro del ciclo Sound Isidro, y no es una forma de hablar. Desde el minuto uno volaron cuerpos por los aires, literalmente. El público fue parte activa de un estallido colectivo que, por momentos, pareció más una revuelta que un concierto. Nada más arrancar con 'No Hope', la cosa se desató. Y no amainó. Ni un segundo.

PUP no necesitan grandilocuencias para conquistar. Les basta con entrar, soltar el primer trallazo y dejar que la electricidad haga el resto. La suya es una energía contagiosa que brota de forma cruda, sin revestimientos. Pero también hay método bajo el caos. Saben medir el ritmo, mantener la tensión y soltar el golpe justo en el momento preciso.

Tras 'No Hope', fueron encadenando 'My Life Is Over and I Couldn't Be Happier' y 'Free at Last' con una precisión pasmosa. La intensidad no decae, pero tampoco satura. Stefan Babcock, al frente, lo maneja todo como si llevara un motor en las cuerdas vocales. Entre tema y tema, suelta comentarios con ese tono medio ácido, medio cómplice que tanto engancha. En un momento dado, suelta: "Lo que hacemos en esta banda es mitad triste y mitad absurdo". Y no se puede decir mejor.

Lo que vino después fue una avalancha. 'Dark Days', 'Concrete' y 'Sleep in the Heat' se sucedieron sin respiro, con el público rugiendo cada estribillo, brazos en alto, pies en el aire. La conexión era total. No hacía falta que dijeran demasiado. Cada golpe de caja, cada riff de Steve Sladkowski, hablaba por ellos.

Los temas nuevos encajaron como si llevaran años en el repertorio. 'Totally Fine' cayó con la fuerza de un camión sin frenos, y 'Paranoid' convirtió la sala en una caldera. De esas canciones que parecen construidas para desatar incendios. En directo gana matices, más rugosa, más sucia, más suya. Y eso que apenas lleva semanas en el mundo.

'Morbid Stuff' y 'Kids' sirvieron de enlace perfecto con 'Get Dumber', otra novedad que funcionó como un tiro. El público la celebró con la misma pasión que los temas más conocidos, señal clara de que el nuevo disco ha calado rápido. PUP han sabido avanzar sin perder pegada, y eso no es fácil.

'Scorpion Hill' llegó como un paréntesis narrativo. Es de esas canciones que respiran rabia y ternura al mismo tiempo, que hacen reír y encoger el pecho en la misma línea. Babcock sabe cómo decir las cosas sin pedanterías. Después vino 'Hallways', más contenida pero igual de intensa. Aquí no se trata de bajar el volumen, sino de redirigirlo. Todo suena con intención.

'Falling Outta Love' fue otro de esos momentos en que la banda demuestra que puede sonar feroz sin levantar el acelerador. Y de ahí a 'If This Tour Doesn't Kill You, I Will', que ya es casi un himno de supervivencia. La ironía que destilan sus letras encuentra en estas canciones el marco perfecto para cobrar vida.

'DVP' no necesita presentación. Fue tocarla y desatar el delirio. Cuerpos flotando, pogo generalizado y una sala completamente fuera de sí. Si alguien necesitaba una demostración de que PUP están en plena forma, ahí la tuvo. Pero aún quedaba pólvora.

'Hunger for Death' fue directa al estómago, con Sladkowski luciéndose en el tramo final. 'Bloody Mary, Kate and Ashley' y 'Familiar Patterns' mantuvieron el nivel, antes de desembocar en un final apoteósico con 'Reservoir' y 'Full Blown Meltdown'. No hubo bis, pero tampoco hacía falta. Cuando una banda lo da todo sin guardarse nada, el cierre llega solo.

Lo de PUP en Madrid fue una sacudida colectiva. No porque se tratara de una fecha especial o porque hubiera algún elemento fuera de lo común. Fue por cómo se entregaron, por cómo sonaron, por cómo hicieron que cada canción importase. Por cómo se notó que siguen disfrutando de esto, incluso cuando todo parece estar a punto de explotar. Porque sí, como decía Stefan, lo que ha hecho la banda siempre ha sido ser mitad triste y mitad absurdo, pero todo ello con un tono entrañable que ha hecho que sus fans lo sean mucho.

No todos los días uno sale de un concierto con la camiseta empapada, las piernas temblando y la sensación de haber estado justo donde tenía que estar. Afortunadamente, con PUP esto siempre ocurre.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.