Como un ave fénix renacida de sus cenizas, Patrick Wolf regresaba a Madrid una década después, tras uno de los períodos más convulsos de su vida. Tras el fulgor de sus primeros años, con cinco discos en una década, giras interminables, la atención de las multinacionales y la etiqueta de enfant terrible del pop barroco, llegó el derrumbe: una crisis creativa y personal marcada por las adicciones, la bancarrota y la muerte de su madre. A ello se sumaron el desgaste de una industria que lo empujó a caricaturizarse, la presión de ser un icono queer precoz y las heridas no cerradas del acoso homófobo de su juventud. La sobriedad, la terapia y el esfuerzo diario por mantenerse en pie abrieron poco a poco el camino de la reconciliación consigo mismo.
Durante la pandemia, sin dinero y en busca de silencio, abandonó Londres y se instaló en la costa de East Kent, en una pequeña casa junto al mar donde empezó a reconstruirse entre la soledad, el jardín y la escritura. De ese retiro nacieron las nuevas canciones con las que volvió a asomar la cabeza: el EP 'The Night Safari' (2023) rompió su largo silencio discográfico y marcó el inicio de una nueva etapa, más serena, introspectiva y luminosa, que ahora lo ha traído de vuelta a los escenarios.
Tras girar por un buen número de ciudades de Estados Unidos y Canadá, y actuar la noche anterior en Valencia, el británico se presentó en la sala Copérnico completamente solo sobre el escenario, aunque acompañado de un arsenal instrumental que incluía un arpa celta, un dulcimer, teclados y su ordenador para lanzar secuencias y texturas. Desde el primer momento explicó que esta gira había sido concebida para ser interpretada en solitario, un sueño largamente acariciado que le permitía desfilar entre instrumentos y recorrer así todas las facetas de su identidad musical. El formato sirvió para dotar al concierto de atmósferas cambiantes, de momentos íntimos y otros casi rituales, que reflejaron las múltiples caras de un artista fascinante.
Vestido completamente de negro, bolso incluido, fue transformándose ante nuestros ojos hasta acabar bañado en dorado, como si en escena atravesara las estaciones interiores que lo han marcado: del frío y la oscuridad al calor y la luz del verano. En la primera parte del concierto, la más recogida, repasó 'Wind in the Wires', disco que ha revisitado recientemente con una nueva masterización. Con la excepción de la inicial 'Dodona', estandarte de su regreso en 2023, el repertorio evidenció cómo la oscuridad latente ha estado siempre presente en su obra. El tono íntimo de piezas como 'The Shadowsea' solo se rompió con una 'Bluebells' rejuvenecida, que sonó con un brillo nuevo y un coro final compartido con un público entusiasta y respetuoso, deseoso de acompañarlo en cada gesto. Entre los asistentes, algunas presencias destacadas como la escritora Alana S. Portero, que tampoco quiso perderse su regreso.
Como si el desarrollo del concierto reflejara su propio proceso vital, poco a poco la música se fue abriendo a la luz. Con 'Overture', tema que también abre el disco 'The Magic Position', comenzó una transformación más expansiva, enlazando con una 'Hard Times' que lo mostró liberado, casi exorcizando los demonios que durante años lo acompañaron. 'Tristan' aportó el contrapunto oscuro, con una voz más grave y un ritmo que acabó por convertir la sala en una pista de baile, antes de desembocar en una vibrante 'Nowhere Game' coreada por el público. En pleno apogeo electrónico, sorprendió con una emotiva versión de 'She Didn't Dance', que sirvió para regresar a sonoridades más orgánicas y dar paso a 'Mejora o empeora', adaptación en castellano de su tema 'Better or Worse', una rareza que interpretó con humor y cercanía, entre la sonrisa y la melancolía.
Exhausto, pero radiante, encaró la recta final con dos de sus canciones más emblemáticas: 'Accident & Emergency' y una 'The Magic Position' que, interpretada ahora con arpa celta, adquiere un significado renovado. El público acompañó los famosos aplausos del estribillo, devolviéndole la energía que él había entregado durante toda la noche. En los bises, sentado de nuevo junto a su arpa, ofreció una delicada 'A Boy Like Me', que sonó como un diálogo con su yo adolescente, aunque el público la hizo suya al alternar entre “boy” y “girl” en el estribillo. Cerró con 'On Your Side', un tema agridulce donde la luz termina por imponerse al dolor. Fue una velada soñada no solo por el propio Wolf, sino también por un público que lo esperaba desde hace años, celebrando juntos que el músico ha vuelto, reconciliado con su voz y dispuesto a escribir un nuevo capítulo. En enero, confirmó, regresará a su refugio junto al mar para volver a componer. Quizá entonces, entre las olas y el viento de Kent, nazca la próxima estación de este renacimiento dorado.
