Crónica

Nation of Language · Wings of Desire

El Sol

04/05/2022



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Después de que su primer intento de visita a nuestro país resultase fallido, Nation Of Language volvían definitivamente con ganas de resarcirse, algo que ocurrió de lleno a su paso por la sala El Sol en uno de esos directos que confirman como son un grupo más que preparado para encabezar la nueva hornada de bandas de synth pop que ponen la vista en la agitación ochentera. Con un directo más que rodado y enérgico, el trío nos despachó una de esas veladas que lo tuvo todo, consiguiendo transitar desde las canciones para ser vividas desde el centro de la pista llorando, hasta esa esa euforia desmedida que emana directamente de los momentos en los que golpearse el pecho resulta bastante representativo de lo que se está viviendo. Debido a todo este espectro emocional que lograron transmitirnos, podemos decir que saben cómo guiar su puesta en vivo por derroteros más que excitantes, contagiando de forma precisa la catarsis de sonidos tan inquietantes como entregados a lo desinhibido que siempre profesan.

Abriendo la velada nos llevamos la grata sorpresa de encontrarnos a los británicos Wings of Desire, una banda que sirvió como buen complemento de lo que veríamos posteriormente. Ofreciéndonos una muestra de como en su música cabe desde el brit pop guitarrero de principios de los dos mil, hasta un mayor acabado new wave con el que dejarse llevar hacia su cara más épica, sus canciones gozaban de buenos ganchos melódicos, encontrando también en su frontman James Taylor la templanza perfecta para lograr que las canciones no se perdiesen en la efusividad de sus estribillos.  Con tan solo 7 canciones nos hicieron ver como tienen madera de poder colarse en circuitos musicales de largo alcance, más aún si tenemos en cuenta como singles tan rotundos como ‘Better Late Than Never’ suenan a clásicos instantáneos.

Con un retraso bastante sensible en el comienzo de su actuación, el trío formado por Richard Devaney, Aidan Noell y Alex MacKay hacía acto de presencia en el escenario con caras de concentración. Atacando rápidamente las notas iniciales de ‘In Manhattan’, desplegaron todos sus encantos basados en voces tan graves como revitalizantes, secuencias sintéticas serpenteantes y esa forma de lograr un clímax in crescendo que acaba explotando sin apenas sospecharlo. Llamando la atención como la batería grabada que llevaban sonaba curiosamente mucho potente y más nítida de lo que estamos acostumbrados, el apartado rítmico reforzado por los teclados nos dejó ante ese poder de revolucionar el directo con muy poco. Sin ir más lejos, ‘Rush & Fever’ supuso un perfecto ejemplo de como son capaces de construir una canción desde la nada para acabar por todo lo alto soltando frases lapidarias cobijados por la intensa luz roja que durante toda la noche tiñó el escenario.

Merece la pena destacar como el concierto atravesó diferentes fases, muy centradas en aprovechar todos aquellos momentos de líneas de bajo más pronunciadas que daban paso a auténticas catarsis interpretativas por parte de Richard. De esta forma es como encadenaron ‘The Grey Commute’ y ‘On Division St’, propiciando que la cierta calma inicial se fuese transformando en una falsa languidez que a la postre acabaría quebrándose gracias a una secuencia melódica totalmente brillante. Sin dejarnos respiro, continuaron con ese recital de canciones donde los recuerdos se tornan agridulces al máximo, emergiendo ‘I've Thought About Chicago’ como una pieza esencial para comprender el funcionamiento metronómico de todo el aparataje sintético que llevan.

Adentrándonos en la recta final del concierto, nos ofrecieron una traca demoledora, reservándose una ‘Friend Machine’ donde acentuaron más que nunca ese toque de sintetizadores industriales bien medidos que aportan un toque totalmente inquietante al tema. Tampoco se quedó atrás una ‘This Fractured Mind’ que fue de las más celebradas por el público, sabiendo a tientas que regresarían al escenario para aferrarse a las mayores dosis de descontrol encerradas en ‘Automobile’. Con esa ambivalencia entre pensamientos que parecen sacados de estampas agónicas, pero transmitidos con total firmeza a la hora de intentar disuadirlos, llegó el momento de la despedida final con ‘The Wall & I’ y una ‘Across That Fine Line’ que directamente agotó las energías de todos los presentes. Así fue como la elegancia en los movimientos casi espasmódicos de Richard será recordada por bastante tiempo, deseando que su próxima visita sea lo más pronto posible.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.

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