Los Veranos de la Villa se despedía de su programación en el Claustro del Pozo del Instituto de Educación Secundaria San Isidro con una doble cita marcada por la enorme sensibilidad melódica trasladada a los terrenos experimentales. De este modo, teníamos dos conciertos que se podían considerar bien complementarios. Por un lado, Angélica Salvi se encargaba de deconstruir las sonoridades clásicas del arpa para adaptarlas a ciertos fragmentos de electrónica ambiental, mientras que Marina Herlop también lograba conectar una amalgama de sonidos sintéticos difusos con el intrépido corazón de pop disruptivo que late en sus composiciones. Bajo estas premisas, ambas artistas nos ofrecieron sendos directos con los que buena parte del público dejó de ser consciente del tiempo y consiguiendo que sin duda sus actuaciones fuesen lo más inmersivas posibles.
Angélica Salvi fue la encargada de abrir la velada, disponiéndose sola con su arpa y una serie de pedales con los que pudo hacer que su actuación fuese todo lo camaleónica que ella quisiera. Desde el intimismo y lo tenue de los compases iniciales en los que nos mostró los sonidos más desnudos de su instrumento, poco a poco fue desplegando un arsenal de recursos para sacar el máximo partido posible a una interpretación virtuosa. Arrancando el directo con ‘Crina’, composición de Habitat, su más reciente LP en solitario, nos condujo hacia esa calma tensa donde siempre hay un trasfondo de sonidos más turbulentos que se acaban acaparando toda nuestra atención auditiva.
Las diferentes técnicas con las que rasgaba las cuerdas del arpa nos presentaban un conjunto de canciones repletas de leitmotivs melódicos de gran calado y capacidad para dirigirse por caminos totalmente insospechados a medida que transcurría su duración. Desde punteos secos que se iban superponiendo a través de loops ejecutados desde su pedalera, hasta esos momentos donde las notas más graves conseguían retumbar en el claustro e imponer solemnidad en el bello recinto. Todo resultaba impregnado de un carácter hipnótico y dirigido de lleno a ese espacio donde pequeñas variaciones sobre melodías cíclicas suponían un nuevo mundo.
Mención especial mereció la interpretación de una ‘Ismos’ donde a través de diversos utensilios logró sacar a su arpa sonidos capaces de recrear el bullicio del mundo natural, para ir superponiéndolos todos y de esta forma desarrollar la composición a través de estos ruidos de fondo que conferían un carácter totalmente emocionante. También nos dejó bastante boquiabiertos la interpretación de ‘Mare’, logrando alcanzar las cotas más altas de intensidad del directo a base de tejer una perfecta maraña de distorsiones de tintes fantasmagóricos. Sin ser conscientes de que de forma progresiva nos acercábamos al final del directo, la artista agradeció con micrófono en mano a su técnico y grupo, anunciando su despedida con unas ‘Fumo’ y ‘Solidago’ que encapsularon a la perfección ese carácter huidizo que posee buena parte de su obra.
Después de un breve descanso, Marina Herlop se presentaba también en solitario ante un público de lo más receptivo y que guardó un sepulcral silencio durante los dos conciertos. El espectáculo que nos ofreció la catalana estuvo marcado por la forma de enlazar todas las canciones sin respiro, intercambiándose posiciones entre dos teclados y ofreciendo una interpretación vocal repleta de múltiples matices que se encaramaban a los coros pregrabados. Encontrando ese perfecto punto intermedio con el que hacer que sonidos puramente futuristas se encaramen al carácter casi chamánico y ancestral que esconden unas melodías vocales que en todo momento resultaron de lo más fulgurantes.
Con un semblante de concentración y al mismo tiempo dejándose llevar por el conjunto de emociones quebradizas que sugiere su música, interpretaciones como las de ‘Issof’ supusieron una buena síntesis de cómo se desarrolló el concierto. Apelando a momentos de gran delicadeza, bien representada en los vocales agudos, pero al mismo tiempo otorgando espacio al cúmulo de modulaciones sintéticas que hacen que sus canciones adquieran un cierto aire desafiante, lo que nos ofreció Marina tiene mucho que ver con potenciar al máximo el no ceñirse a ningún patrón estructural de sus temas.
Logrando que el desafío en todo momento se mantenga acerca de lograr que los sonidos más dispares encajen generando una experiencia cercana a lo espiritual, canciones como ‘miau’ en directo aún resultan más arrojadizas en la fuerza con la que se ejecutan. Demostrándonos también lo cómoda que se siente divagando a través de los acordes de piano más clásicos que acaban apuntando hacia ese espacio donde confluyen los estados de ánimo más difusos, hubo tiempo para que interpretase ‘Heks’ y ‘Doiloi’ despojándose de cualquier aparataje electrónico, pero poniendo de nuevo en valor la forma de construir unas canciones guiadas por la intuición y el afán por lograr texturas totalmente envolventes.
Regresando de nuevo a la mayor confluencia de expresiones sonoras logradas a partir de la unión máquina-humana, ‘abans abans’ supuso otro punto álgido del concierto, desplegando ese caos bajo control con el que se unen voces sumergidas y librerías de sonidos chillonas. Algo similar ocurrió con una ‘ubuntu’, donde a esas alturas aún nos seguía fascinando la capacidad de facturar novedades de lo más expresivas a nuestros oídos. Como si fuese un juego de sombras e ilusiones, queda claro que Marina Herlop es capaz de desafiar en cada concierto sus límites creativos, siendo seguramente la figura de pop vanguardista más importante ahora mismo de nuestro país.