Lorena Álvarez presentaba en el Inverfest las canciones de su más reciente EP en un escenario más que propicio para ello, encontrando en el Teatro Infanta Isabel el atrezo perfecto para que todos los romances grabados al lado de Los Rondadores de la Val d'Echo pudiesen cobrar una vida extra. Como si estuviésemos delante de aquellas épocas en las que los trovadores recorrían las calles, Lorena y sus músicos se encontraban ataviados acorde a los protagonistas más célebres que comparten plano en las pinturas más vivas con bodegones. Una puesta en escena sin lugar a dudas más que cuidada, que resultaba perfectamente adornada con una mesa y unas sillas que ejemplificaban el ambiente distendido del que pudimos gozar a lo largo de la noche. Contando en esta ocasión con otros tres músicos en el escenario con guitarra portuguesa, laúd y contrabajo, Lorena se movió como pez en el agua dentro del cancionero propio y ajeno, demostrándonos como ante todo es sabe dotar a las composiciones de una personalidad a estas alturas más que reconocible.
La velada arrancó por todo lo alto con ‘Dos Pájaros en un Almendro’, partiendo de este modo de un fandango popular con el que derrochar una gran pasión por las escenas de la naturaleza que se acaban fundiendo con las acciones humanas más arrebatadoras. Con una artista de lo más agradecida a todas las personas que la habían ayudado a que este concierto pudiese haber salido adelante en este formato tan especial, pudimos empatizar de lleno con esa forma de mostrar cómo su música ante todo supone un canto a la despreocupación y a esa sensación de dejarse llevar por los pequeños momentos de felicidad que aparecen delante de nosotros. De este modo el dramatismo encerrado en temas como ‘Una Rosa’ se disolvieron alegremente entre los punteos perfectos de Víctor Herrero, todo ello sintiendo como el apartado rítmico del concierto gozaba en todo momento de un espíritu envalentonado con el que costaba mantener los pies clavados en el suelo.
Incorporando de una forma muy natural en este nuevo formato algunas de sus composiciones más clásicas como fue el caso de ‘Burro’ o ‘Manolo’, nos hizo ver lo bien que les sienta a estos temas un acompañamiento de guitarras tenues y suspendidas en el aire, alcanzando de este modo un apartado mucho más reflexivo que el que presentan en su versión de estudio. Con más canciones que se erigieron de forma poderosa gracias a esta agrupación de rondalla reducida, no podemos pasar por alto ‘Persona’, destacando más que nunca la integración de la voz de Lorena a modo de un lamento suspendido en un cierto ambiente de lo más onírico. Este sentimiento también emergió con fuerza en ‘Aborrezco todo lo que Adoro’, dejando que en esta ocasión el tema poco a poco fuese muriendo entre arpegios juguetones que contrastaban con el cierto estado de ánimo marchito que ya posee de por sí la canción.
Atravesando diferentes partes del directo, llegó el momento en el que Lorena y sus rondadores se sentaron alrededor de la mesa y sillas que aguardaban en el margen izquierdo del escenario, regalándonos lo más parecido a un Tiny Desk ejecutado desde el interior de una taberna. Con varios brindis con vino incluidos, asistimos a la parte más dicharachera del concierto, interpretando de una forma totalmente vivaz el ‘Naino’ de Manzanita o ‘El Anillo’ de la Orquesta Andalusí De Tánger. Momentos donde ejemplificaron como ante todo siempre tienen el rabillo del ojo puesto en todo lo que implica celebrar la música popular. Una vez abandonaron el particular rincón que tanto encanto aportaba al escenario, regresaron de nuevo a la parte central para regalarnos una parte final del directo de escopetín. Así es como llegaron canciones tan celebradas como ‘Novias’ o ‘Soy Un Olmo’, guardándose también a modo de bis una rumba inédita que dibujó la mayor sonrisa posible que se puede intuir debajo de las mascarillas de los asistentes. Un final de lujo donde el carisma y el talento de la asturiana nos dejaron ante un recuerdo insuperable.
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