Crónica

Kendrick Lamar · SZA

Estadi Olímpic

30/07/2025



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El Estadi Olímpic de Barcelona acogió una de las citas más sólidas del calendario musical reciente con la parada de la gira ‘The Big Steppers Tour’. Kendrick Lamar y SZA compartieron escenario sin buscar un relato conjunto. Cada uno desarrolló su recorrido desde un lugar distinto, aunque coincidieron en alejarse de la euforia y en sostener cada acto sobre estructuras cerradas, dejando clara una distancia constante respecto al público.

Kendrick abrió con ‘wacced out murals’ y ‘squabble up’. Desde ese inicio marcó una presencia rígida, sin movimientos superfluos ni pausas innecesarias. ‘King Kunta’ y ‘ELEMENT.’ no funcionaron como repaso celebratorio, sino como piezas integradas en una secuencia sin desvíos. En ‘tv off (part I)’, el ritmo se cortó con precisión, como si cada frase pesara más que cualquier estribillo. Nada se entregó al gesto. Nada quedó fuera de control.

SZA entró a continuación con ‘30 for 30’, acompañada por Kendrick. A partir de ahí, desde ‘Love Galore’ hasta ‘The Weekend’, definió un enfoque escénico propio, sin interferencias. Las canciones flotaron sin elevarse, las bases se mantuvieron contenidas, las frases suspendidas. No introdujo cambios vocales ni recurrió al énfasis. Todo lo que cantó conservó una tensión estable que nunca llegó a romper.

Kendrick regresó en el tercer acto con ‘euphoria’, ‘hey now’ y ‘reincarnated’, sin variar el planteamiento. En ‘HUMBLE.’, las frases sonaron planas por elección. ‘Backseat Freestyle’, ‘Swimming Pools (Drank)’, ‘m.A.A.d city’ y ‘Alright’ se sucedieron sin saltos. Incluso la conocida frase “We gon’ be alright” apareció sin levantar la voz. En ‘man at the garden’, evitó cualquier gesto que pudiera interpretarse como cierre. Todo se mantuvo en línea recta.

Después, SZA retomó el protagonismo con ‘Scorsese Baby Daddy’, ‘F2F’, ‘Garden (Say It Like Dat)’ y ‘Kitchen’. No hubo rupturas. En ‘Blind’ y ‘Low’ sostuvo exactamente el mismo tono. En su versión de ‘Consideration’, tampoco cambió nada. Toda su intervención quedó marcada por la lentitud deliberada, sin clímax ni desenlace. Nada en su actuación buscó otro efecto que no fuera sostener el fraseo sobre la mínima base posible.

En el quinto acto, ambos compartieron escenario en ‘Doves in the Wind’, ‘All the Stars’ y ‘LOVE.’, pero la coincidencia no llegó a convertirse en encuentro real. Las voces se sucedieron sin buscar contacto, como si cada cual interpretara su parte con el mismo aislamiento que había definido sus bloques anteriores. Ninguno se desvió ni un segundo de su lugar. Tampoco hubo gestos hacia el otro, ni señales que indicaran una intención de enlace. La interpretación fue precisa, casi milimétrica, como si lo importante no fuera compartir presencia, sino respetar los límites trazados. Así, incluso en los pocos minutos en los que estuvieron juntos, la distancia volvió a imponerse con claridad.

Kendrick tomó el relevo con ‘dodger blue’, ‘peekaboo’ y ‘Like That’, seguido de ‘DNA.’ y ‘Count Me Out’. El repertorio avanzó sin tratar ningún tema como punto álgido. Ni ‘Bitch, Don’t Kill My Vibe’, ni ‘Money Trees’, ni ‘Poetic Justice’ sirvieron como repaso emocional. Cada una fue tratada con la misma frialdad medida que el resto.

SZA volvió a escena con ‘I Hate U’, ‘Shirt’, ‘Kill Bill’, ‘Snooze’ y ‘Open Arms’. No introdujo resolución. No buscó variaciones. En ‘Nobody Gets Me’ y ‘Good Days’, mantuvo la suspensión sin que las bases se modificaran. Cerró su tramo con ‘Rich Baby Daddy’ y ‘Kiss Me More’, ambas integradas sin desvío de tono. Kendrick apareció por última vez con ‘N95’, ‘tv off (part II)’ y ‘Not Like Us’. Ninguno de esos temas funcionó como punto de inflexión. Todo el bloque sirvió como eco del recorrido anterior.

El noveno acto cerró la noche con ‘luther’ y ‘gloria’, dos temas que no introdujeron ningún giro ni desplazamiento. Todo permaneció exactamente en su sitio: la luz siguió fija, el ritmo no se modificó y el espacio escénico conservó su simetría. No se produjo ningún gesto que indicara desenlace. Tampoco hubo palabras finales, ni una despedida dirigida al público, ni un momento de apertura que sugiriera cambio de registro. Cuando la última canción terminó, el escenario se apagó de forma inmediata, sin bises, sin retorno, sin una señal de cierre. El recorrido se disolvió tal y como había empezado: sin transiciones visibles, sin descansos, sin intento alguno de prolongar lo que ya estaba dicho.

Durante toda la noche, Kendrick evitó cualquier comunicación con el público. No improvisó entre canciones, no modificó su posición escénica. SZA sí pronunció algunas frases, aunque no abrió ningún diálogo. La distancia fue el único terreno compartido. Las luces fueron funcionales. Las coreografías, mínimas. Los visuales, recortados a lo esencial. No hubo pantallas con primeros planos ni efectos diseñados para generar reacción.

La elección de canciones descartó cualquier guiño a la nostalgia o al recuerdo amable. En ‘The Heart Part 5’, Kendrick dijo “I am. All of us” sin levantar el tono. En ‘Mother I Sober’, el ritmo se ralentizó hasta que las pausas tomaron protagonismo. Ningún tema funcionó como símbolo. Todo quedó al mismo nivel.

Kendrick desmontó la estructura habitual del rap sin ofrecer alternativas espectaculares. Saltó la métrica, quebró la secuencia. En ‘Auntie Diaries’, el verso cayó sin rima. En ‘Silent Hill’, el silencio ocupó más espacio que las frases. SZA, desde su terreno más próximo al R&B, construyó una forma sin estribillos marcados ni líneas que buscaran resolución. En ‘Snooze’ y ‘Love Galore’, la repetición sirvió como contención, nunca como impulso.

Nada en el concierto se preparó como clímax. No hubo momentos de alivio. No se ofreció un descanso. El estadio no vivió una despedida. La última canción desapareció como si formara parte de un bloque más. Nada cambió en el aire.

Lo que se vio en Barcelona fueron dos actuaciones que eligieron mantenerse separadas. Kendrick Lamar y SZA compartieron un espacio sin mezclarse. No se cruzaron más allá del reparto de temas. Cada uno sostuvo su ritmo, su tono y su dirección. El resultado fue una noche que rechazó la comodidad, la nostalgia y cualquier forma de descarga emocional. Todo se mantuvo en pie por la forma que eligieron para no ofrecer explicaciones.

Redacción Mindies

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