Crónica

John Maus

Independance Club

18/10/2024



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El pasado sábado 18 de octubre, la sala Independance de Madrid se transformó en un espacio donde la música de John Maus fue una experiencia física más que meramente sonora. Con una puesta en escena austera, limitada a un ordenador, un micrófono y un escenario desnudo, Maus ofreció un concierto marcado por una intensidad implacable que atrapó a todos los presentes. Lo que pudo parecer, en un principio, una presentación minimalista se convirtió rápidamente en un torbellino de energía visceral.

Desde el arranque, Maus dejó claro que el minimalismo de su set no tenía relación con la magnitud de su entrega. El concierto comenzó con 'Castles in the Grave', y desde la primera nota, la tensión emocional llenaba la sala. La voz de Maus, atravesada por reverberación y delay, cortaba el aire como un arma. Su interpretación, casi furiosa, marcaba el tono de la noche: una sucesión de crescendos que parecían desgarrar cada palabra, cada grito.

Con un físico que parecía moverse al compás de las emociones más que al de la música, Maus se convirtió en el epicentro de la atención. Aunque no hubo una interacción verbal directa con el público, no se necesitaban palabras. Cada gesto, cada sacudida de su cuerpo, era una forma de comunicación en sí misma. La manera en que se golpeaba el pecho y la cabeza, como si tratara de extraer algo de su interior, añadía un componente casi ritual al concierto. Maus es un artista que no solo interpreta, sino que parece exorcizar cada nota que canta, y eso fue palpable en cada momento de la noche.

'Quantum Leap' fue uno de los temas que mejor encapsuló esta entrega absoluta. La repetición rítmica y lírica actuaba como una especie de mantra que Maus coreaba con una intensidad que iba en aumento. Lo que en estudio podría percibirse como un tema meticulosamente controlado, en directo se convirtió en una fuerza desbocada, con Maus moviéndose de un extremo al otro del escenario, como si la energía acumulada en el aire fuera a estallar en cualquier momento.

Uno de los puntos álgidos de la noche llegó con 'The Combine', una canción que sirvió para aumentar la tensión acumulada hasta entonces. Maus, con el rostro empapado en sudor, cantaba con una urgencia casi angustiosa, mientras el ritmo constante creaba una atmósfera opresiva. Cada palabra era una explosión contenida, y la entrega física de Maus hacía que pareciera estar librando una batalla consigo mismo en cada línea.

A lo largo del concierto, el público permaneció absorto en lo que parecía una coreografía de desgaste emocional. Maus no necesitaba dirigirse a ellos para que la conexión se estableciera. Su presencia era suficiente para dominar el espacio, y la intensidad de su interpretación hacía el resto. En canciones como 'Do Your Best', la repetición en la letra alcanzaba una nueva dimensión, con Maus lanzando cada frase como un martillo que golpea, una y otra vez, sobre la misma idea, reforzando el carácter implacable de su performance.

Uno de los momentos más tensos de la noche llegó con 'Cop Killer'. En directo, la canción adquirió un aire de confrontación, con Maus gritando las letras de una forma tan feroz que parecía estar rompiendo un muro invisible. Aunque el público se mantenía estático, atrapado por la fuerza de la interpretación, la sensación de caos latente era palpable. Cada grito de Maus era una liberación que el público parecía absorber en silencio, como si estuvieran siendo testigos de algo irrepetible.

La intensidad no disminuyó conforme el concierto avanzaba. Al contrario, parecía acumularse con cada tema. 'Time to Die' mantuvo el tono abrasivo, con Maus moviéndose de manera frenética por el escenario, dejando claro que su música es tan física como emocional. Aunque el setlist incluía temas de distintas épocas de su carrera, la cohesión estaba en la forma en que cada canción se entregaba: con una energía incontrolable, casi febril.

El final del concierto estuvo marcado por dos momentos clave. 'Pets', un tema que podría interpretarse como más ligero, en directo se transformó en una meditación oscura sobre la pérdida, con Maus cantando como si las palabras fueran cuchillos. Aquí, su voz adquirió un tono más sombrío, casi derrotado, mientras la repetición de las letras creaba una atmósfera de desasosiego. Pero no hubo alivio tras esta interpretación; el concierto continuó acumulando tensión hasta su conclusión.

El último tema de la noche, 'Believer', fue una explosión final de emoción contenida. Aunque su estructura melódica podría sugerir un cierre más suave, la interpretación de Maus fue todo menos eso. Al llegar al clímax, Maus, completamente empapado y exhausto, dejó que el micrófono cayera al suelo con un golpe seco, poniendo fin al concierto de manera abrupta. No hubo palabras de despedida, ni gestos de agradecimiento. Solo el ruido del micrófono impactando contra el escenario, un eco que pareció reverberar en el silencio posterior.

El público, en estado de shock, tardó en reaccionar. El final seco, sin fanfarrias ni ceremonias, era el colofón perfecto para un concierto que había sido, de principio a fin, una experiencia cruda y directa. En lugar de un cierre convencional, Maus dejó que el eco de su última nota fuera el único indicio de que la noche había terminado.

La actuación de John Maus en la sala Independance fue una demostración de cómo la simplicidad en la producción y la falta de interacción directa con el público no disminuyen el impacto de una performance cuando está cargada de una energía tan pura y visceral. Maus no necesita adornos ni discursos; su música, junto con su entrega física, es más que suficiente para crear una atmósfera de tensión que no se disipa ni cuando las luces se encienden. Un concierto donde la emoción y la brutalidad se mezclaron en un acto casi ritual, dejando al público con la sensación de haber sido parte de algo tan perturbador como fascinante.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.

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