Crónica

Jenny Hval

La Casa Encendida

05/04/2025



Por -

Llegábamos con la duda. El concierto de Jenny Hval en La Casa Encendida, dentro del ciclo Electrónica en Abril, venía anunciado como la presentación de ‘I Want to Be a Machine’, un proyecto más escénico que musical que la noruega había estado moviendo por otras ciudades. Pero en Madrid no estaba del todo claro qué íbamos a ver. Había rumores de que podría ceñirse en desgranar su repertorio habitual, y al final resultó que sí: lo que vimos no fue ese montaje escénico, sino otra historia. Una nueva.

Desde el primer segundo quedó claro que estábamos ante algo distinto. Bastó con que sonara ‘Freedom’, la canción que abrió el concierto, para que en la sala se percibiera esa especie de confirmación silenciosa: esto no va de lo que pensábamos. Esto es otra cosa. Esa canción, con su ritmo marcado y su repetición como una consigna, sirvió para abrir paso a lo que fue el estreno en directo de ‘Iris Silver Mist’, el próximo disco de Hval, que todavía no ha salido y que aquí sonó casi entero.

El concierto fue, además, para presentar en sociedad a su nueva formación. En el escenario estaban Hval, Håvard Volden (su compañero habitual en Lost Girls) y Jenny Berger Myhre (de Flutter Ridder). Entre los tres construyeron algo que no tenía nada que ver con acompañamientos o músicos de refuerzo. Era un grupo nuevo, un cuerpo en construcción. Hval lo dijo con naturalidad entre canciones: era la primera vez que tocaban juntos los tres, y estaban todavía cogiéndole el pulso a las canciones. Eso se notaba, pero no molestaba. Al contrario, daba cierta frescura. Como si todo pudiera torcerse en cualquier momento, pero se sostuviera igual.

La segunda canción fue ‘To Be A Rose’, uno de los adelantos del nuevo disco. Con su base electrónica y esa frase repetida que va mutando como si pasara por distintos filtros de tiempo y memoria, fue uno de los momentos donde la sala se terminó de asentar. Las capas sonoras se cruzaban como si flotaran en una especie de niebla rítmica, y la voz de Hval se movía entre el recitado y la melodía sin querer decidirse del todo.

La tercera pieza fue una canción nueva, aún sin título anunciado. Aquí se notaba más que era una primera toma de contacto, con pasajes todavía maleables, abiertos a la improvisación. La estructura era suave, sin rigidez, como si aún estuvieran buscando su forma definitiva. Después vino ‘Conceptual Romance’, que trajo un aire más reconocible. Sonó distinta, menos ligada al formato original. Más lenta, más rota. No se sintió como un recuerdo, sino como una pieza que también estaba mutando en ese mismo momento.

La quinta canción, también del nuevo disco, mantuvo el tono flotante, como si la estructura no fuera tan importante. Aquí se notó aún más que el concierto no estaba diseñado para generar picos ni para marcar finales claros. Todo iba enlazado, con transiciones suaves, como si el set completo fuera una sola composición larga.

‘All Night Long’ fue un pequeño cambio de ritmo. Más pegada al formato de canción, con una base más clara y una cadencia reconocible. Tenía un aire más inmediato, aunque mantenía ese punto vaporoso que recorría toda la noche. A esas alturas, la máquina de humo ya era protagonista silenciosa del escenario. Cada canción se iba desplegando entre nubes espesas que no dejaban ver del todo a los músicos, y que reforzaban esa sensación de estar metidos en un lugar sin contornos claros.

Con ‘Lay Down’, otra del nuevo disco, volvió el tono más íntimo. Una melodía casi hablada que parecía dirigirse a alguien muy concreto. El ritmo era suave, casi suspendido, y los sonidos electrónicos se deshacían poco a poco. No había prisa por llegar a ninguna parte, y eso jugaba a favor.

Luego llegó ‘The Artist Is Absent’, que fue el momento más fuerte en términos de intensidad electrónica. La canción se construyó como un bucle creciente, con capas de sintetizadores que iban apretando el ambiente sin llegar nunca a explotar del todo. Parecía una máquina funcionando en segundo plano, sin presencia humana, como si todo pudiera seguir sonando aunque los músicos se apartaran del escenario. En algún momento entre canción y canción, Hval preguntó si alguien había pasado por la manifestación por los alquileres que se había hecho ese mismo día en Madrid, mostrando también cierto compromiso con lo que la rodea.

El cierre fue con ‘Ashes to Ashes’. Una despedida tranquila, casi ritual, con un ritmo hipnótico y una melodía que iba perdiéndose mientras sonaba. No hubo bises, ni necesidad de ellos. Las luces se encendieron y la sala volvió al estado anterior, como si todo hubiera sido un paréntesis envuelto en humo.

Lo que pasó en La Casa Encendida no fue un show cerrado ni un repaso de grandes éxitos. Fue más bien el primer paso de algo nuevo, aún sin pulir del todo, pero con una dirección clara. Hval no vino a confirmar nada, vino a probar. Y esa prueba, con sus momentos brumosos, sus repeticiones, sus canciones aún en forma líquida, dejó la sensación de que todo podía seguir cambiando. Como si el concierto no hubiera terminado del todo, sino que se hubiese quedado flotando, igual que el humo que aún tardaba en disiparse del escenario cada vez que accionaban la máquina.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.