Casi hace veinticinco años desde que escuché por primera vez 'Everything Is Wrong' en el pub Peatón de Granada, una canción que no conocía pero con la que conecté de inmediato y me hizo ir a la cabina del DJ a preguntar qué era esa maravilla que estaba sonando.
Coincidiendo con el cuarto de siglo que cumplió este año 'Minor Chords And Major Themes', el grupo decidió salir de nuevo a la carretera con su formación original para tocarlo por última vez, en una gira que, afortunadamente, lo ha traído por varias ciudades españolas, entre ellas Barcelona. Nada nuevo, puesto que el grupo había manifestado varias veces su gran devoción por nuestro país en diversas entrevistas, lo que incluso se ha materializado en la edición de dos discos que publicó en su momento la discográfica Bittersweet Recordings. Por cierto, aprovecharon la efeméride para editar en doble vinilo el susodicho disco, que vendían en un puestecito a la entrada de la sala. Voló.
Quizás fue que era un martes por la noche o que simplemente la inactividad del grupo en los últimos años le ha procurado un incómodo anonimato, pero el caso es que la sala estaba medio llena. Eso sí, los que nos reunimos allí sabíamos bien a lo que íbamos: a despedirnos de una de nuestras bandas que nos ha acompañado durante buena parte de nuestra adolescencia —y madurez—. Un sentimiento agridulce, como cuando por fin conoces a un gran amigo que sabías que algún día verías por última vez.
Empezaron sin preaviso con un 'C’mon C’mon' que nos supo a gloria. El grupo en plena forma, y lo que más me llamó la atención fue la buena química que se palpaba en el ambiente; quizás el hecho de que son amigos desde la escuela haya hecho que sigan funcionando tan bien como conjunto.
Tras un lacónico "solo sé decir hola en español" de David Gibbs, los de Boston se dedicaron a repasar prácticamente el grueso de su disco más celebrado, el ya mencionado 'Minor Chords And Major Themes', toda una lección de power pop noventero que directamente me recordó a las películas de los Farrelly, a las cuñas publicitarias de Benicàssim —una de ellas protagonizada por uno de sus hits— y a grandes nombres del género como The Posies, The Fountains Of Wayne o Weezer. Ay, ahí empezó la nostalgia y una espesa lagrimilla afloró en mi ojo.
Se acabó el concierto. Empezó la reunión de amigos. "Ahora voy a presentar una canción de cuando era otra persona... no os preocupéis, que ahora me siento bien", nos confesaba un Gibbs ya metido en plena faena antes de empezar los primeros acordes de 'Everything Is Wrong', una canción que, en mi caso, ha hecho que muchos terapeutas se murieran de hambre. ¿Qué puedo decir de estos tres minutos llenos de una melodía eterna y un estribillo cargado de esa angustia juvenil que todos hemos vivido? Mágica, absolutamente maravillosa, con el público secundando las líneas de "everything, everything is wrong, once there was a time when I thought I was strong".
En este último reencuentro no quisieron olvidar otras grandes piezas de su repertorio, como 'Where I Find My Heaven', 'Walk Among Us' o 'Mrs. Washington', sin olvidar sus habituales versiones, entre las que obviamente destacó la de 'The Girl From Yesterday', de Nacha Pop, interpretada en medio de su actuación, un bonito guiño de la banda a nuestro país.
Entre la nostalgia y la pasión del fan, hemos de decir que el sonido fallaba un poco: al malogrado estado de salud de su cantante —ya saben, enfermedad de Ménière, contractura en la mano— hay que sumarle los restos de óxido en parte de la banda que, confieso, solventaron con una actitud entrañable, y remarco este adjetivo. ¡Si hasta estaba la familia de su batería, Paul Brouwer, quien bajó al escenario para darle un beso a su mujer! ¡Y hasta se trajeron al dependiente de la tienda que les vendió sus primeros instrumentos musicales como teclista! Lo dicho: una reunión de amigos.
Antes de los bises nos regalaron la inmortal 'The Big Lie', que, como dije antes, fue el jingle de la campaña del FIB de 1999, donde los norteamericanos tocaron, y que, a pesar de las canas, sigue sonando fresca y llena de juventud —puede sonar a típico clickbait promocional, pero juro que así la siento—.
Para los bises retomaron una versión de BMX Bandits, 'Serious Drugs', que allanó el camino para otro de sus grandes clásicos: 'Super Ultra Wicked Mega Love', protagonista de una de las camisetas que vendían (que compré y vestí) y que, esta vez sí, fue su despedida. Al escribir estas líneas, han pasado ya varios días desde que terminó el concierto y aún sigo yendo y viniendo de él. Para mí, es el mejor elogio que puedo darle a una banda. Hasta siempre, amigos, y gracias por todo.