Franz Ferdinand nunca serán capaces de ofrecer un mal concierto. Muchos son los escenarios por los que han pisado en nuestro país a lo largo de estos años, bien sea siendo los únicos protagonistas de la noche, o bien liderando festivales, pero siempre que hemos tenido la oportunidad de vivir uno de sus conciertos nos han dejado un sabor de boca inmejorable. Esta era la idea con la que acudimos a su concierto el pasado miércoles en Madrid, pudiendo reafirmarnos en ella una vez finalizó la hora y veinte de espectáculo rock que nos tenían preparados.
Siendo una de las pocas bandas de la oleada de indie de guitarras de principios de los 2000 que nunca se ha entregado a las extravagancias ni a las espectacularidades propias de las formaciones que deciden llenar estadios no por la vía musical, los escoceses han sabido ganarse a su público tan solo gracias a la pegada de sus temas.

Dentro de la gira Hits to the Head, Alex Kapranos y los suyos tenían claro que se iban a lanzar directamente a interpretar todos los singles acumulados a lo largo de estos años. Poco importaba cual fuese la etapa en la que hubiesen despuntado, ya que eran conscientes de que encadenándolos uno tras otro nada podía salir mal.
Con una puesta en escenario bastante sobria, donde tan solo figuraba un pequeño pasillo delantero para poder tenerlos más cerca en algún que otro momento del concierto, cumplieron con creces en su propósito de reafirmarse como una de las bandas que nunca ha renunciado a sus instintos melódicos. Para ello arrancaron con una ‘The Dark of the Matinée’ donde regresaron a sus inicios más cargados de contundencia, rememorando tiempos de Myspace cuando el número de festivales en la península ibérica casi se podía contar con los dedos de las manos.
Sin seguir ningún orden cronológico específico, sino más bien tratando de integrar a la perfección las diferentes dinámicas que han ido exhibiendo a lo largo de sus diferentes etapas de su carrera, no se reservaron ningún recurso en ningún momento del concierto. De ahí que en el tramo inicial tirasen de la emotividad encerrada en una ‘Walk Away’ que nos sigue poniendo los pelos de punta como el primer día o incluso se atreviesen a testear si sus fans siguen siendo tan acérrimos a las nuevas composiciones como fue el caso de ‘Billy Goodbye’. La respuesta fue afirmativa, ya que incluso su más reciente canción también contó con un abundante número de móviles grabando entre el público.

A medida que fue avanzando el concierto nos dimos cuenta de la gran capacidad de amasar canciones con gancho en diferentes modalidades, ya que lo mismo daba rendirse a los ecos de baile ochenteros con ‘Glimpse of Love’ como lanzarse de lleno a los riffs contundentes con ‘The Fallen’. El modo de ahorro de batería desde luego que no se activó en ningún momento de la noche para los músicos presentes en el escenario.
Sin ser prácticamente conscientes de cuanto llevábamos de actuación, sino más bien de estar atentos a como nuestro cerebro iba desencapsulando recuerdos asociados a todas estas canciones, intuimos por los clásicos que estaban sonando como el desenlace estaba próximo, ya que llegaron unas ‘Take Me Out’ y ‘Ulysses’ donde la agitación encima del escenario se disparó aún más, culminándolo todo de forma momentánea con ese ‘Outsiders’ que siempre resuena con un aura un tanto mística.
A pesar de ello, aún quedaba cuerda para los bises, reservándose otra de esas piezas claramente enfocadas al baile como es ‘Lucid Dreams’ y por supuesto dos de esas composiciones con las que empezaron a llenar salas de mayor aforo. Estamos hablando de ‘Michael’ y ‘This Fire’, dos canciones que se complementan a las mil maravillas y que sirvieron para comprobar como suenan de lo más vigentes pese al paso del tiempo. Otra muestra más de como Franz Ferdinand de verdad han sabido crear escuela.

