Este pasado 19 de octubre, la aclamada banda Cloud Nothings dio inicio a una gira con la que celebrarán este otoño el décimo aniversario del lanzamiento de su aclamado cuarto disco Here and Nowhere Else. Eligieron, para ello, la ciudad natal de Dylan Baldi, Cleveland; sin duda, un emotivo símbolo de la trayectoria musical de una banda que, aun no habiendo nunca dejado de crecer ni de perfeccionar su sonido, sigue estando orgullosa de sus orígenes, cuando un todavía adolescente Baldi comenzaba a componer en el sótano de la casa de sus padres canciones cargadas de frustración adolescente y desarraigo emocional que, tras la superficie, escondían unos abrasivos ganchos pop que transformaron la escena musical post hardcore del país.
Como toda buena celebración, los Cloud Nothings no estuvieron solos en el escenario, sino que los acompañaron dos excelentes bandas que, si bien diferentes sónicamente, comparten una energía desmedida propia de la juventud que siempre ha caracterizado a la banda de Ohio. El concierto abrió con Farmer’s Wife, banda emergente de bubble-grunge de Austin, Texas que, a pesar de no contar todavía con un LP, sorprendió inmediatamente a la audiencia gracias al torbellino de energía visceral y a la atmósfera alucinatoria que la banda supo imprimir a sus canciones. Queda, asimismo, para el recuerdo la entrega de una solista hipnótica, Molly Masson, capaz de generar una sorprendente performance en la que su voz—un eco frágil, casi distante— parecía huir de su cuerpo rebelde—una especie de cascarón que iba rompiendo con furia a través de movimientos sensuales y rabiosos que dotaban al sonido de la banda una piel en apariencia suave, pero lacerante al tacto—. Por su parte, la banda de rock emo universitario Equipment contagió a toda la audiencia con el ritmo frenético y pegadizo de sus canciones. Su sonido efervescente y la alegría descarada de la banda de Toledo, Ohio —que llegó incluso a invitar a la audiencia a posar para una foto tomada con una Nintendo 3DS— supuso un contrapunto excelente a la oscuridad de Farmer’s Wife.
Tras Equipment, llegó el momento de Cloud Nothings. Tras saludar brevemente a la audiencia, comenzaron a tocar ‘Now Hear In’, la primera canción de Here and Nowhere Else. El potente sonido de la banda, el tempo frenético que manejan y la rabia (des)controlada con la que tocan los instrumentos dejó ver, una vez más, el brillante talento de la banda. Sin necesidad de hacer apenas interrupciones entre una canción y otra, Cloud Nothings repasó en orden los ocho temas que componen el álbum. Su capacidad para enlazar con suma facilidad todas las canciones hizo posible construir de forma escalonada una tensión emocional que sirvió de fiel reflejo de lo que Cloud Nothings puede llegar a lograr.
Como las canciones que se amontonan sin descanso, el método de repetición y acumulación que suele caracterizar a las bases rítmicas de la banda y a las letras de Baldi, casi desnudas, como la brillante ‘Giving Into Seeing’ —construida con apenas cuatro oraciones: “I’m losing it” / “What do I care” / “I thought there would be more for me to do” / “Swallow”—, son un ejercicio de música que nace de y celebra los escombros, gritos de una generación perdida, no muy distante de la actual, en la que la juventud crea arte desde y sobre la desesperación, desde la conciencia —nunca pueril— de que el sistema nos impide construir siquiera una realidad vivible—“It’s hard to know in a generation / Though it sounds / It's hard to hear what you're trying to say when / Word are far too loud / I don’t like that sound / Can’t stop but nothing changes”, canta en ‘No Thoughts’, a la que le sigue ‘Pattern Walks’ que inicia diciendo: “There’s something wrong here / Nothing in the air is moving”—.
Uno de los puntos álgidos de la noche fue al final de la primera parte del setlist, cuando interpretaron el tema final del álbum, “I’m No Part of Me”. Con él, levantaron a la audiencia, incapaz de no corear su estribillo pegajoso y emocionante. El movimiento epiléptico con el que Baldi sacude la guitarra, la templanza del bajista Chris Brown, y los golpes de baquetas del que posiblemente sea uno de los mejores baterías en vivo, Jayson Gerycz, de nuevo tumban emocionalmente a la audiencia. Su rabia corporal se transforma en cuarto instrumento. Hay una sensibilidad única en esa fuerza corporal: es la materialización de un espíritu indignado, que sufre, que se hace daño, que saca fuerzas para no dejarse nunca abatir. Y esos epilépticos movimientos, esa baqueta que se rompe y que Gerycz tiene que tirar para poder coger una nueva, acaban por golpearte a ti también. Te conviertes así, en guitarra magullada, en baqueta partida en dos, en voz rajada y, al hacerlo, no desistes, sino que participas en una economía afectiva que te permite alcanzar un acto de identificación comunitaria en el que la insignificancia, lo pequeño, la vulnerabilidad del cuerpo, la incomprensión social adquieren un valor renovado. Entre el supuesto ruido, bajo lo melódico del sonido en demolición, detrás de la ira, Cloud Nothings no es más que un punto de ignición que quema e ilumina.
Este mensaje de optimismo que se esconde en Cloud Nothings quedó perfectamente ejemplificado con las dos canciones con las que decidieron abrir la segunda parte del set: ‘Enter Entirely’, de su excelente Life Without Sound—“And when I think about the time / I start to see again / Moving on but I still feel it / You’re just a light in me now”— y ’Running Through the Campus’ de su último álbum Final Summer —“I feel alright when everything’s done / While I’m alive I’m staying in sun / I see the campus empty at night / I wanna like what everyone likes / “Can you believe how far I have come?”. En un tono más delicado, pero en el que nunca desaparece la angustia instrumental y la voz esquirlada, Cloud Nothings llevó a cabo un ejercicio valiente de demostración de que siempre ha habido espacio para el optimismo, para el pop, incluso, en el posthardcore, el grunge y el emo. Son estilos que nacen a partir de y para la contradicción constante.
A continuación, intercalaron algunos de sus grandes éxitos, como ‘Stay Useless’, ‘Internal World’ o ‘Cut You’, con dos de los mejores temas de Final Summer: ‘I’d Get Along’ y ‘Mouse Policy’. La precisa imbricación de lo pasado y lo presente construyeron un retrato de gran coherencia musical que no muchas bandas llegan siquiera a acariciar. Resulta, pues, irónico, pero por ello también sumamente punk, que Cloud Nothings lanzara una advertencia contra toda narrativa capitalista de mejora y autosuperación y decidiese cerrar el concierto con su monumental ‘No Future/No Past’. El público, en silencio, quedaba así tocado por la construcción instrumental íntima, serena y luego explosiva de una canción que parece decirnos que quizás no haya un futuro vivible, ni un pasado que recordar con orgullo; solo un presente en el que poder lograr algo a base de constancia, repetición, angustia acumulada. Y es que quizás el acto de negarse, de impedir alcanzar la totalidad, de rechazar ser una identidad única y legible, sea, en sí mismo, la mayor victoria de Cloud Nothings.
