Conociendo a

Tim Kinsella & Jenny Pulse



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Tim Kinsella y Jenny Pulse están de gira. Pero no es cualquier gira: esta pareja de mentes caóticas y corazones ensombrecidos se ha lanzado a recorrer España como teloneros de DIIV, trayendo consigo el ruido y el misterio de un sonido que desafía etiquetas y desborda cualquier cajón. No les interesa encajar en definiciones; lo suyo es evocar paisajes y estados que se arrastran entre el drama y el delirio, entre la visceralidad cruda de un sintetizador y el lamento de una guitarra que parece flotar en alguna atmósfera imposible. Kinsella y Pulse han pasado por varias metamorfosis y nombres, pero la esencia de su música sigue siendo un grito de insurrección, un rechazo a lo cómodo y a lo fácil. Son un huracán en pleno desierto, un pulso entre la nostalgia y la furia que se precipita como un puño sobre la mesa.

Con sus inicios en Chicago, ambos han tallado un espacio propio en el mundo de la música experimental. No son recién llegados ni pretendientes a la escena. Cada uno carga con un peso de influencias, con un arsenal de referencias y estilos que, lejos de mezclarse de forma ordenada, chocan y se entrelazan en un acto creativo caótico y revelador. Kinsella, conocido por proyectos como Cap’n Jazz y Joan of Arc, ha pasado por transformaciones musicales que van del grito visceral al susurro existencial. Pulse, con su bagaje de experimentación electrónica y sus exploraciones en el espectro de la música ambient y el pop distorsionado, encuentra en Kinsella a su perfecto cómplice. Juntos, la música se convierte en un espacio donde cada nota, cada acorde, cada pausa es una provocación. Es así como han llegado a presentar 'Giddy Skelter', el álbum con el que hoy buscan sacudir al público.

Desde su colaboración inicial en 2018, Kinsella y Pulse han esculpido un sonido que definen como "música total". Un concepto que pretende abarcarlo todo, mezclarlo todo: las influencias sonoras que van desde el art pop al post-punk, y las narrativas que entrelazan tanto lo autobiográfico como lo onírico. En su último trabajo, 'Giddy Skelter', esta noción se siente como una declaración de principios. No hay concesiones. Es un álbum que nació de la experimentación más pura, de sesiones intensas de creación en lugares tan lejanos como el desierto de Nuevo México o un rincón medieval del sur de Italia. Kinsella y Pulse no solo graban en estudios; se sumergen en ambientes específicos, dejando que cada lugar y cada circunstancia dicten el tono y el espíritu de las canciones.

Cada tema en 'Giddy Skelter' pasó por una intensa depuración, una suerte de alquimia creativa que los llevó a despojar las canciones de todo adorno hasta llegar a su núcleo más crudo. Así, piezas como 'Unblock Obstacles' y 'Sun Inspector' fueron desmenuzadas y simplificadas hasta que solo quedaron las emociones más puras y los ritmos más esenciales. En palabras de Kinsella, “es un acto de valentía despojar las canciones de sus componentes llamativos hasta quedar solo con lo básico”. En ese proceso, cada decisión se convierte en una pincelada intencionada que guía al oyente en un viaje sonoro envolvente y enigmático.

La estética de Kinsella y Pulse también se refleja en sus visuales. En el video de 'Replicant Heart', por ejemplo, se presentan imágenes espejadas y superpuestas que proyectan una narrativa de alienación y dualidad. Motocicletas girando en círculos, figuras de los años 70 y escenas de fábricas se mezclan para crear una atmósfera hipnótica que refleja los contrastes de su música: lo bello y lo perturbador se funden en una misma imagen, mientras que los sonidos acompañan cada fragmento visual como si de una partitura sensorial se tratara.

'Giddy Skelter' lleva ese nombre en alusión tanto a 'Gimme Shelter' como a 'Helter Skelter', una yuxtaposición que sugiere una especie de clímax apocalíptico. Según Kinsella, el título evoca "el final de un sueño, el final de los años 60, la idea de una utopía que se desvanece". Y en ese sentido, el álbum parece ser un reflejo de los tiempos actuales, un eco sombrío de crisis ambientales y de una ansiedad colectiva que se ha vuelto parte del tejido mismo de la realidad. Las once canciones que componen 'Giddy Skelter' son un viaje entre lo minimalista y lo maximalista, entre silencios que resuenan tanto como las notas y una simplicidad casi violenta.

El disco también representa un punto culminante en su evolución conjunta, una declaración de que el caos puede tener forma y de que la música no necesita adornos para ser poderosa. Con cada acorde, Kinsella y Pulse parecen invitar a su público a sumergirse en un estado de trance, a perderse en los ecos y las repeticiones de un sonido que es, en última instancia, un refugio y una confrontación a la vez. Este noviembre, en España, se desplegará la profundidad de 'Giddy Skelter', y quienes asistan a sus conciertos serán testigos de una experiencia que desdibuja los límites entre la performance y la introspección sonora.

Kinsella y Pulse no buscan comodidad en sus composiciones ni en su puesta en escena; su música es una invitación a explorar el conflicto entre la serenidad y la intensidad. 'Giddy Skelter' es la culminación de años de exploración, un disco que se abre como un paisaje interior, lleno de sombras y de ráfagas de luz, un álbum que se siente como un espacio para perderse, para dejarse llevar.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.