Una sensación de encierro emocional y de liberación simultánea parece flotar en la trayectoria de Flooding, un trío que ha sabido transformar la tensión entre la calma y el ruido en una declaración existencial sin adornos. La idea de formar una banda partió de la necesidad de su vocalista y guitarrista Rose Brown de expandir el universo que ya había comenzado bajo el alias Window Seat, cuando aún grababa canciones solitarias con una guitarra acústica. Aquellas primeras piezas, nacidas en habitaciones pequeñas y con un micrófono barato, se convirtieron en el embrión de una propuesta que pronto adquiriría cuerpo con la incorporación del bajista Cole Billings y el batería Zach Cunningham. La música que surgió de ese encuentro inicial no fue fruto del azar, sino de una urgencia por explorar el desasosiego y la rabia desde un lugar sincero, sin fórmulas. Desde el comienzo, Flooding entendieron que cada canción debía funcionar como una forma de exorcismo colectivo, una vía para confrontar todo lo que la cotidianidad reprime.
El debut homónimo de 2021 se gestó antes incluso de que el grupo existiera como tal. Brown había compuesto las canciones de forma íntegra y las presentó a sus futuros compañeros poco antes de grabarlas en el garaje de Cunningham, un espacio improvisado que acabaría dotando al álbum de un carácter directo, casi artesanal. Aquel primer trabajo ya mostraba la dualidad que más tarde definiría toda su producción: una convivencia entre susurros etéreos y explosiones de distorsión. Las melodías parecían derrumbarse sobre sí mismas mientras las voces navegaban entre la fragilidad y el grito, lo que otorgaba a cada tema una densidad emocional particular. Las letras se movían entre la autocrítica y la ironía, retratando la inestabilidad de los vínculos y la necesidad de afirmar la propia identidad en medio del ruido. Flooding construyeron así una estética donde el error formaba parte del proceso, en una época en la que el exceso de perfección digital había convertido la espontaneidad en un lujo.
Las presentaciones en vivo consolidaron la idea de que su propuesta funcionaba mejor cuando se dejaba respirar a los silencios. La utilización de varios amplificadores para un solo instrumento servía para envolver al público en un muro de sonido que no pretendía impresionar, sino crear un entorno sensorial donde las emociones pudieran materializarse. A pesar de tratarse de un trío, la sensación era la de una banda mucho más numerosa. En los escenarios del medio oeste estadounidense, Flooding se integraron en una comunidad DIY que entendía la música como una red de apoyo más que como un mercado. Aquella pertenencia a un entorno independiente les permitió preservar su autonomía creativa, grabando, mezclando y produciendo por sí mismos hasta el límite de sus posibilidades económicas. El resultado fue un grupo que nunca ha sonado a imitación de otros, sino a consecuencia inevitable de su propio contexto.
Cuando en 2023 publicaron ‘Silhouette Machine’, la banda atravesaba un periodo de cambio interno que se reflejó en la composición. El disco marcó un punto de inflexión al combinar la herencia lenta del slowcore con una agresividad cercana al noise rock. Las canciones mostraban un pulso más irregular, con estructuras que se extendían sin prisa y desembocaban en pasajes abrasivos. La voz de Brown adquirió una carga casi confesional, como si las palabras le quemaran antes de salir. En temas como ‘Transept Exit’ o ‘Slit’, la escritura se transformaba en un registro emocional que no admitía alivio. “Am I a lily of the valley / Or am I the weed of a ditch?”, cantaba en una de las piezas más extensas, dejando entrever el dilema entre belleza y desecho que recorre toda su obra. A través de esa mezcla de vulnerabilidad y fiereza, Flooding conseguían retratar la contradicción permanente de sentirse parte y al mismo tiempo extraños dentro de su propio cuerpo.
El sonido de ‘Silhouette Machine’ se alimentaba de la incomodidad, del eco metálico que produce la duda cuando ya no se confía ni en uno mismo. Cada golpe de batería funcionaba como un latido desordenado, mientras las guitarras creaban un ambiente abrasivo donde la melodía parecía resistir la asfixia. No se trataba de una descarga de furia, sino de un desahogo calculado, casi clínico. El trío llevó su propuesta al límite de lo soportable sin convertirla en ruido gratuito. Lo que se percibía era una forma de narrar el cansancio contemporáneo, la sensación de que incluso el dolor se ha convertido en un espectáculo. En ese sentido, Flooding se acercaban más a la crudeza de bandas como Unwound o Big|Brave que a las cadencias melancólicas del slowcore clásico. Su apuesta se centraba en mantener la tensión entre lo contemplativo y lo destructivo, sin decidir nunca cuál de las dos fuerzas debía imponerse.
Tras esa etapa de densidad emocional, el grupo comenzó a escribir un nuevo conjunto de canciones con una lógica distinta. El EP ‘object 1’, lanzado en 2025, representa una transformación en la manera de entender su propio lenguaje. Originarios de Kansas City, Flooding trasladaron su experiencia de la escena local a un terreno más expansivo. Brown reconoció que durante el proceso se había sentido atraída por la estructura del pop, por su capacidad para provocar reacciones físicas inmediatas. Esa curiosidad no implicó suavizar el contenido, sino encontrar una forma más directa de canalizar la misma intensidad. Los temas de este trabajo abordan la obsesión, la atracción, la pérdida de control y la ironía de desear algo que destruye. En ‘your silence is my favorite song’, la voz se desplaza entre la calma y la violencia contenida, dirigiéndose a un personaje masculino atrapado en su propio narcisismo. La canción expone la manipulación desde la voz de quien observa, no de quien padece. Esa inversión de perspectiva convierte el relato en una sátira amarga sobre el ego y la vanidad.
En ‘depictions of the female body’, el trío alcanza un punto de ambigüedad casi cinematográfica. Los versos “i’m sick and i know it / but it’s hard letting go of it / i tried to forget her” resumen el conflicto entre deseo y repulsión, entre el impulso de recordar y la necesidad de olvidar. La interpretación de Brown no busca dramatismo, sino exponer el cuerpo como territorio de contradicciones. La textura sonora que la acompaña, con guitarras que zumban como un enjambre y percusión que titubea antes de estallar, genera una sensación de deseo enfermo, de placer contaminado. Flooding demuestran que el exceso también puede ser una forma de honestidad. Frente a la limpieza del pop convencional, el trío utiliza la distorsión como metáfora de lo que no se puede decir con claridad.
El cierre con ‘object 1’ resume esa voluntad de explorar desde la contradicción. Se trata de una pieza instrumental, la única escrita de manera completamente colectiva, que renuncia a la voz humana para dejar hablar al ruido. Esa decisión convierte el silencio posterior en una prolongación del propio tema. La banda construye un espacio donde la ausencia de palabras se siente tan significativa como su presencia en las canciones anteriores. El título, ‘object 1’, sugiere una despersonalización deliberada, una burla hacia la idea de autenticidad emocional. Flooding parecen decir que incluso lo más íntimo puede ser tratado como un objeto cuando se expone al público. En ese gesto se aprecia un humor negro característico de su manera de enfrentarse a las contradicciones sociales que rodean la creación artística.
A lo largo de su evolución, el grupo ha mantenido una visión clara: utilizar la música como herramienta para analizar el poder y la fragilidad sin idealizarlos. Brown ha declarado en diversas ocasiones que lo que pretende es que la gente se reconozca en los aspectos menos cómodos de sí misma. Esa intención se refleja tanto en la temática como en la puesta en escena, donde la actitud desafiante se combina con un aire de introspección forzada. Flooding entienden el escenario como un lugar de confrontación emocional más que de celebración. Esa idea los acerca a un tipo de honestidad que incomoda porque evita la seducción fácil. No intentan ser amables con el oyente, prefieren ofrecer una especie de espejo deformado donde la fealdad y la ternura conviven.
La relación entre sus integrantes se ha mantenido sobre la base de la cooperación, sin jerarquías evidentes. Aunque Brown asume la mayor parte de la escritura, Billings y Cunningham aportan un pulso rítmico que determina la dirección de las canciones. La interacción entre los tres no se limita a la ejecución técnica, sino que funciona como un diálogo continuo sobre la forma de representar lo que sienten. Esa horizontalidad les permite mantener el equilibrio entre espontaneidad y precisión. Su proceso creativo revela una comprensión instintiva del sonido como materia emocional, moldeable y cambiante. No existe en Flooding un interés por fijar una identidad cerrada; cada trabajo es una nueva manera de poner en duda lo anterior.
El entorno en el que han crecido también ha influido en su carácter. La escena musical de Kansas City, marcada por el esfuerzo autogestionado y la precariedad, les ha proporcionado un sentido de comunidad que trasciende lo musical. Han denunciado la gentrificación y las políticas que expulsan a los espacios culturales, conscientes de que el arte solo sobrevive cuando se sostiene en redes locales. En sus declaraciones recientes, Brown ha subrayado la importancia de cuidar esos vínculos y de resistir la transformación de la cultura en un producto dócil. Esa militancia silenciosa impregna sus canciones, que se rebelan contra la indiferencia y la complacencia. Flooding se ha convertido en un ejemplo de cómo un proyecto puede mantener su independencia estética y ética al mismo tiempo.
La tensión entre la crudeza y la melodía que caracteriza su discografía responde a una visión más amplia del mundo. En sus letras se percibe una mirada escéptica hacia la idolatría contemporánea y la forma en que el deseo se utiliza como moneda de control. La ironía de cantar desde la voz del agresor o de erotizar la desesperanza funciona como una estrategia para desenmascarar los mecanismos de poder. Lejos de ofrecer redención, Flooding propone una observación lúcida del caos, una manera de asumir que el desorden también forma parte de la vida. Su música no consuela, pero acompaña; no predica, pero sugiere que el reconocimiento de la propia contradicción puede ser el único acto de sinceridad posible.
Cada etapa de su recorrido confirma que la evolución del grupo no responde a una búsqueda de perfección, sino a la necesidad de seguir moviéndose. En ese movimiento constante reside su identidad. ‘Silhouette Machine’ fue el descenso, ‘object 1’ el espejo, y el futuro que preparan, anunciado bajo el nombre provisional de ‘object 2’, parece apuntar a una exploración aún más libre, donde la ironía se mezcle con el hedonismo y la crítica. Flooding continúan demostrando que el arte puede ser incómodo sin perder sentido, que la belleza puede surgir del ruido y que incluso la rabia, si se canaliza con precisión, puede convertirse en una forma de claridad.