Conociendo a

Estación Sur



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Estación Sur nació en 2023 como un encuentro entre dos mundos y dos maneras de mirar la vida. Tomás Aga, desde Morón, y Gianella Pascal, desde Neuquén, se unieron por una afinidad que pronto se convirtió en un lenguaje común. Lo que empezó como un proyecto compartido entre viajes por la Patagonia, guitarras grabadas en habitaciones pequeñas y voces registradas al borde de la madrugada, creció hasta transformarse en una de las propuestas más finas y sensibles de la escena argentina reciente. Su música no busca el impacto inmediato: invita a detenerse, a observar cómo el paisaje se mueve dentro de uno. Entre el viento frío del sur y la calidez de los afectos, lograron construir una identidad que combina minuciosidad sonora, lirismo contenido y una coherencia estética poco frecuente.

El punto de partida fue el EP ‘Entre dos luces’, publicado en 2024 por Pistilo Records. Cuatro canciones bastaron para mostrar la precisión con la que el dúo entiende la sutileza. Nada en ese trabajo parece dejado al azar: cada capa de guitarra, cada reverberación y cada respiración en la voz de Gianella se colocan con intención. Aunque las influencias del shoegaze y el dreampop resultan evidentes, lo que distingue al grupo es su manera de apropiarse de esos lenguajes y llevarlos a su terreno emocional. Las canciones, grabadas entre Neuquén y Morón, conservan la textura de lo artesanal: se percibe la cercanía del micrófono, el eco de las paredes, la sensación de estar escuchando algo que todavía respira dentro del cuarto donde fue creado.

En esas primeras composiciones se delinean los temas que luego consolidarían su identidad. La distancia, el paso del tiempo, el deseo de pertenecer a un lugar que tal vez ya no existe, aparecen como hilos que se repiten sin volverse repetitivos. Cada verso se apoya en imágenes concretas: la lluvia que inunda un recuerdo, los caminos recorridos sin mapa, los objetos cotidianos que se transforman en testigos silenciosos del cambio. La voz de Gianella funciona como una extensión de la guitarra de Tomás, sin imponerse, sin buscar protagonismo, sino fundiéndose en una corriente común que fluye con naturalidad. En lugar de construir grandes clímax, las canciones avanzan con delicadeza, dejando que el oyente descubra los matices por sí mismo.

Con su primer LP, ‘Las hojas sueñan ser árbol’ (2025, Anomalía Ediciones), Estación Sur alcanzó una madurez evidente. El título, tomado de un poema del escritor patagónico Jorge Curinao, encierra una idea central para el dúo: el crecimiento entendido como transformación constante, la necesidad de echar raíces para poder volver a moverse. Si el EP representaba la luz tenue del amanecer o del crepúsculo, el nuevo álbum adopta la tonalidad del otoño: cálida, melancólica y vital. La producción amplía el espectro sonoro, incorporando recursos del post-punk, el midwest emo y el math rock, pero siempre bajo una estética de contención. Ninguna incorporación busca sorprender por la novedad, sino enriquecer el lenguaje que ya habían empezado a definir.

El disco se abre con ‘tiempo / fuego’, una pieza que condensa la esencia del proyecto. Allí, el tiempo aparece como un elemento que no se mide, sino que se siente, un flujo que quema y transforma. La repetición de versos cortos y la alternancia entre calma y expansión marcan la dinámica del álbum: lo que parece estático está en realidad en movimiento constante. En ‘postales’, la lluvia y la marea sirven como metáfora de la memoria que insiste en volver; no se trata de añoranza pasiva, sino de un intento por reorganizar el pasado y hacerlo convivir con el presente. La voz se despliega sobre guitarras líquidas que imitan el movimiento del agua, generando una atmósfera hipnótica donde cada palabra encuentra su peso exacto.

A mitad del recorrido, ‘Lirios’ introduce un tono distinto. Su letra se enfoca en la ausencia, en la imposibilidad de retener aquello que ya se ha ido, y lo hace con una frialdad que no excluye la ternura. Las imágenes de campos dorados y flores que ya no están refuerzan el carácter visual de la escritura del dúo: cada canción parece una fotografía tomada al borde de la pérdida. Luego llega ‘Oceánico’, donde la inmensidad del mar aparece como símbolo de transformación. La voz se diluye entre capas de guitarras que se expanden sin estridencias, logrando un equilibrio entre amplitud y quietud.

Hacia el final del álbum, ‘Ensolado’ introduce un registro más urbano y concreto. Las referencias a avenidas, esquinas y mañanas luminosas muestran un paisaje que se aleja del sur patagónico y se adentra en la ciudad, pero sin perder la sensación de tránsito emocional. La claridad matutina que describe la letra no es optimista ni trágica: simplemente existe. ‘Río Limay’, una breve pieza instrumental, actúa como un puente respiratorio antes del cierre, recordando los orígenes geográficos del grupo. Finalmente, ‘Nadando’ cierra el disco con una serenidad que se siente ganada. La repetición del verbo funciona como un mantra de resistencia y aceptación: no se trata de escapar del agua, sino de aprender a moverse dentro de ella.

El análisis conjunto de estas canciones revela una coherencia poco habitual en proyectos tan jóvenes. Estación Sur no compone piezas sueltas, sino capítulos de una misma historia. Las letras rehúyen la abstracción gratuita: cada palabra tiene una función, cada imagen conecta con una experiencia concreta. No hay referencias a estados de ánimo difusos ni a sentimientos genéricos; todo se articula desde lo tangible, desde lo que puede tocarse o verse. La naturaleza, las estaciones y los paisajes urbanos se convierten en metáforas vivas que atraviesan toda su obra, siempre con una sensibilidad que privilegia la observación sobre la explicación.

Esa claridad conceptual también se traslada al modo en que conciben el sonido. En lugar de depender de la producción digital para crear atmósferas, Tomás y Gianella se apoyan en la resonancia natural de los espacios. Parte del LP fue grabado en habitaciones de madera y casas antiguas donde el eco formaba parte de la textura. Las reverberaciones no son añadidos, sino el aire mismo del entorno colándose en la música. Esa elección técnica, aparentemente mínima, aporta una dimensión sensorial que refuerza el carácter orgánico del proyecto.

En directo, la propuesta conserva la misma honestidad. Los arreglos se adaptan al formato dúo sin perder fuerza: las guitarras ganan cuerpo, la voz se proyecta con firmeza, y el silencio entre canciones se vuelve parte de la experiencia. Durante su gira por Argentina, Brasil y Costa Rica, el público respondió con una conexión palpable, atraído por esa combinación de precisión y calidez. Lo que se percibe no es una interpretación distante, sino una comunicación sincera donde cada nota parece ofrecida sin artificio.

La evolución entre ‘Entre dos luces’ y ‘Las hojas sueñan ser árbol’ muestra un proceso de consolidación artística que va más allá del cambio de sonido. En apenas dos años, Estación Sur consiguió pasar de la grabación casera a una obra de estudio con identidad plena, sin perder su esencia inicial. La pareja artística y sentimental que forman Tomás y Gianella ha encontrado en la música una forma de continuidad: cada disco amplía el universo del anterior, como si ambos funcionaran como estaciones dentro de un mismo viaje.

Esa es quizá la clave de su atractivo: la capacidad de convertir la experiencia compartida en una obra con dirección, belleza y rigor. Estación Sur no necesita fórmulas ni slogans para sostener su discurso. Su fortaleza radica en la constancia, en la paciencia con la que dejan que cada idea madure, en la forma en que las canciones crecen como hojas que buscan ser árbol. En ese recorrido han encontrado una voz reconocible, transparente, que mira hacia el futuro sin olvidar de dónde viene. Y mientras su música sigue expandiéndose, permanece la sensación de que todavía queda mucho por florecer en este sur que eligieron como horizonte.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.