A veces uno empieza un libro sin saber exactamente por qué. Tal vez por curiosidad, por aburrimiento, por llenar un rato libre, sin expectativas claras ni demasiadas ganas. Y, sin embargo, hay textos que nos sorprenden, que terminan diciendo justo eso que no sabíamos que necesitábamos escuchar. Eso me ocurrió con Tinder y yo, de Iván Klem. Lo tomé como quien hojea cualquier cosa en un momento de calma, casi con indiferencia. Y me encontré con algo muy distinto: un relato que me hizo reír, pensar, y hasta detenerme a subrayar frases que, sin esperarlo, me tocaron.
Lo primero que hay que decir es que sí, Tinder y yo gira en torno a Tinder, la famosa aplicación de citas. Pero limitarlo a eso sería injusto. Es un libro que, aunque se vale de esta herramienta digital como hilo conductor, en realidad habla de algo mucho más amplio y profundo: de vínculos, de deseos, de búsquedas personales. Habla de vos, de mí, de cualquiera que haya sentido en algún momento que el ruido del mundo se vuelve demasiado fuerte y que, entre tanto caos, encontrar una conexión genuina puede ser una forma de sobrevivir.
Iván Klem no se presenta como un autor tradicional ni lo pretende. No escribe desde el pedestal de quien tiene todas las respuestas ni busca impresionar con grandes recursos literarios. Escribe desde la experiencia, con una voz auténtica, sin ornamentos ni artificios. Se nota que ha vivido lo que cuenta. Que ha recorrido el mundo de las aplicaciones de citas no solo desde la superficie, sino desde lo más íntimo. Que ha sentido en carne propia la emoción de un primer mensaje, la decepción de una charla insulsa, el entusiasmo de una cita prometedora, el vacío posterior a un desencuentro.
Esa honestidad se respira en cada página. Y es quizás lo que más atrapa de este libro: su tono directo, sin vueltas, casi confesional. Leer a Iván es como sentarse a tomar algo con un amigo que te cuenta lo que le pasó, sin filtros, sin maquillajes, con humor y con vulnerabilidad. No hay pretensión, solo verdad. Y eso genera un efecto poderoso: empatía. Porque uno se ve reflejado. Porque muchas de sus historias podrían ser nuestras. Porque sus contradicciones son las mismas que todos llevamos dentro.
Una de las grandes virtudes de Tinder y yo es que no intenta convencer a nadie. No es un texto que juzga, ni que idealiza. No es un alegato contra las apps ni una defensa apasionada de ellas. Es, simplemente, un testimonio. Una crónica personal que se transforma en algo universal. Porque, al compartir lo vivido, Iván logra que cada lector saque sus propias conclusiones, que se cuestione, que se reconozca en lo narrado.
Si alguna vez estuviste en una aplicación para conocer gente, te vas a identificar con cada anécdota, con cada emoción. Y si nunca lo hiciste, este libro te abrirá una puerta a un universo que, desde fuera, puede parecer extraño, pero que tiene toda una lógica interna cuando se lo vive en primera persona. Porque detrás de cada perfil, de cada foto y de cada mensaje, hay una persona con sus propias razones, con sus heridas, con sus ilusiones.
Uno de los aspectos más conmovedores del libro es cómo aborda la soledad. Pero lo hace desde un lugar poco común. No desde la melancolía ni el dramatismo, sino desde una aceptación serena. Iván habla de esa soledad sutil, cotidiana, que no se grita pero que está ahí. Esa que se disfraza de ganas de charlar, de necesidad de atención, de simple curiosidad. Una soledad que todos conocemos, aunque no siempre nos atrevamos a nombrarla. Y que muchas veces es la verdadera razón por la que abrimos una app, aunque no lo reconozcamos.
Otro punto fuerte del libro es el humor. Iván se ríe de sí mismo, de sus impulsos, de sus metidas de pata, de esas veces en que todo sale al revés. Y lo hace con tanta naturalidad que resulta imposible no reírse con él. Hay algo profundamente humano en esa capacidad de mostrar los errores sin vergüenza, de poner en palabras lo que muchos pensamos pero no decimos. Esa sinceridad desarma. Y también alivia. Porque nos recuerda que no estamos solos en nuestras torpezas, en nuestras dudas, en nuestras ganas de querer y no saber cómo.
Pero Tinder y yo no se queda en lo superficial. En medio de las anécdotas absurdas y las situaciones cómicas, aparecen también momentos de introspección, de reflexión. Fragmentos que invitan a detenerse y pensar. Ideas que, sin alardes filosóficos, se instalan en la mente y siguen ahí, dando vueltas, incluso después de cerrar el libro. Esas pequeñas perlas de lucidez son las que elevan el texto y lo convierten en algo más que una recopilación de historias personales.
Recomendaría este libro no solo a quienes han usado Tinder o cualquier otra app similar, sino a cualquier persona que alguna vez se haya sentido perdida en el mundo de las relaciones modernas. A quienes se han preguntado por qué es tan difícil establecer un vínculo auténtico hoy en día. A los que se han cansado de invertir tiempo y energía en conocer a gente que no termina de sumar. A los que, aún así, siguen intentándolo.
Porque Tinder y yo no es un manual de citas, ni una guía para tener éxito en el amor. Es un espejo. Uno que refleja nuestras luces y sombras, nuestras ganas de conectar y nuestros miedos. No juzga, no pontifica. Solo muestra. Y en esa exposición sincera reside su mayor fortaleza.
Hay muchos libros que entretienen, otros que hacen pensar, y algunos que logran ambas cosas. Este es uno de ellos. Acompaña, divierte, y también incomoda, pero de la mejor manera. Nos obliga a mirarnos, a cuestionar nuestras formas de vincularnos, a aceptar nuestras fragilidades.
Al cerrar Tinder y yo, la sensación que queda es la de haber conversado largo y tendido con alguien que no necesitó fingir, que no intentó demostrar nada, que simplemente compartió su historia con generosidad. En un mundo lleno de máscaras digitales y frases vacías, eso tiene un valor enorme.
Así que, si estás buscando una lectura que se sienta real, que no subestime tu inteligencia, que te haga reír, pensar y tal vez emocionarte un poco, dale una oportunidad a este libro. Es posible que, como me pasó a mí, encuentres en él justo eso que no sabías que necesitabas. Porque, al final del día, Tinder y yo no trata solo de citas. Trata de nosotros. De lo que buscamos, de lo que mostramos, y de todo aquello que aún esperamos encontrar.
