Cass McCombs lleva más de dos décadas perfeccionando un lenguaje propio, siempre entre la narración, la ironía y el aislamiento deliberado. Su directo es una extensión de esa misma tensión: voz contenida, instrumentación austera y una presencia escénica que rehúye cualquier gesto de afectación.
En concierto, McCombs evita las fórmulas. Su banda, lejos de exhibicionismos, se centra en sostener atmósferas cambiantes con una precisión discreta. Cada tema parece levantarse desde la tierra, sin prisa, dejando espacio al silencio, a la cadencia de sus frases y a los giros melódicos inesperados. Con una guitarra como punto de anclaje, sus canciones se desarrollan como viñetas abiertas, repletas de personajes, escenas fugaces y reflexiones ambiguas.
Entre el 13 y el 16 de agosto, su actuación en el Vodafone Paredes de Coura será, previsiblemente, uno de esos conciertos que no buscan epatar, pero que logran instalarse en el recuerdo desde la sobriedad y la escucha atenta.
