Flamaradas está de regreso con un tercer trabajo donde da continuidad a su personal raíz folclórica, transformando unas sentidas canciones de formato cantautor en composiciones cargadas de estampas vivaces y realistas. Recorriendo de una forma magistral todos los elementos que le proporcionan los paisajes de su entorno, el músico es capaz de ofrecernos un juego de metáforas de gran valor, consiguiendo adentrarse en un apartado reflexivo donde la nostalgia es vencida a través de su énfasis por reforzar el lado más cercano a la expresión flamenca. Seguramente este hecho se ve magnificado en más momentos que en su anterior Pasaje entre las Cañas, alcanzando situaciones de lo más embriagadoras como es el caso de ‘El Día en el que Vuelan las Alúas’ donde se nos presentan los bonitos detalles de las personificaciones y exageraciones tomadas de la cultura popular más próxima al sur peninsular. Este bonito efecto de engrandecer todos los rincones de los temas, bien sea a través de la voz del propio Daniel Flamaradas o través de los punteos de guitarra clásica, es una constante en el trabajo, consiguiendo canciones más recogidas que en anteriores ocasiones pero totalmente entregadas a su contenido.
Avanzando en el transcurso del trabajo, la inmediatez de los recursos planteados nos atrapa a modo de poesía en prosa, convirtiendo el lenguaje en un juego perfecto de anhelos, exaltaciones de costumbres y vivencias que brotan desde un lado rural que en este caso casi no se entremezcla entre escenarios más industriales. Esta profundidad en la forma de abordar los hechos se pone de manifiesto con claridad en temas como ‘La Luna y el Vendaval’, incorporando los graves de un piano para adoptar el carácter sobrio y entremezclar expresiones que salen del trasfondo más personal junto con la narrativa conservada en el paso del tiempo a través del boca a boca. Y es que una vez más, las canciones de Flamaradas parecen una gran extensión de los recuerdos propicios del bullicio de los pueblos de la mayoría del país, tanto en su lado más festivo como dramático, hacia un énfasis aguerrido y pasional con el que contextualizarlo en nuestros días. Muy buena muestra se presenta en ‘Juramento’, una de esas canciones que a través de un formato muy cercano al bolero pone en primer plano los peligros amorosos.
El conjunto de recursos exhibidos en el disco resulta de lo más completo reflejando desde sonidos situados al lado de un réquiem, como ocurre en ‘El Puente’, hasta un refugio donde aparece una coraza más rockera como ocurre en ‘Regreso con los Animales’. Lo mejor de todo resulta comprobar la comodidad en la que se desenvuelve el artista en todos estos casos, sumando a modo de pinceladas los arreglos necesarios para que cada una de las estructuras presentes en los temas tenga el protagonismo necesario. Así es como alguno de los momentos descriptivos más arrebatadores del trabajo como la descripción soleada de ‘Cerca de Aquí’, logran ganar aún más fuerza en base al discurrir a modo de agua en libertad las percusiones y punteos presentes. Una nueva evocación a todo ese espectro de sensaciones asociadas a días lejanos donde los paisajes lo son todo, poniendo de manifiesto el valor de la memoria aunque resulte de lo más difusa. Solo así se puede sentir de primera mano el colorido descrito en ‘Agitando los Brazos’, consiguiendo que el latir del corazón casi se sincronice con los ritmos cabalgantes encerrados en el tema.


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